Hamlet, Concierto de la Semana Negra. 14 de julio
La banda de metal Hamlet era el cartel más destacado de los conciertos de
la Semana Negra, en su XXX edición. Llegaron a Gijón y convencieron a una parte
del público que buscaba ese sonido pesado y contundente, a base de afinaciones alternativas por debajo
del estándar, para dislocar sus cuellos y bailar el pogo.
Comenzaron con “Vivo en
él”, un tema del 2002 en la línea del groove metal y reeditado en el 2014, en
el que podemos apreciar que el cantante se deja la garganta pero no se oye lo
suficiente. Varios temas de su último álbum “La ira” y otros tantos de sus once
discos anteriores eran interpretados por los cinco componentes de una banda que
logra mantenerse en el tiempo pero que no evoluciona, quizás por falta de
variedad en los riffs de las guitarras y solos bien ejecutados.
Por otro lado, la presión sonora estaba bastante lograda, no así los
niveles de los distintos instrumentos: la guitarra Les Paul estaba demasiado
alta, devorando al resto de la banda y la voz, por mucho que se esforzaba, no
llegaba con claridad ni a las primeras filas. Una lástima porque está
claro que J. Molly, fundador de Hamlet, es el pilar fundamental de una banda
que ha sabido sobrevivir tres décadas, que se dice pronto. El cantante,
conocido fuera de las fronteras del metal por ser el ex de la famosa Pilar
Rubio, se mueve por el escenario con la misma energía que hace treinta
años, dejándose la piel y forzando las cuerdas vocales en sus alaridos
guturales hasta límites peligrosos. Además de cantar la interacción con el
público es constante: continuamente dando saltos, se sube y se baja del
escenario, se cuelga de los andamios de las plataformas y se lamenta una y otra
vez porque la valla que separa el escenario del público está demasiado alejada
y limita sus interacciones con los casi mil espectadores presentes.
Al sexto
tema “Lamento”, una parte del público inició el ritual del pogo, esa frenética
forma de dar saltos y entrechocar cuerpos heredada de los Sex Pistols y
absorbida por los aficionados al metal más pesado. El pogo no cesó en todo el concierto,
cobrando su máximo apogeo cuando Molly se entremezcla en el círculo de los
danzantes incitando al público a agacharse y a cantar “Denuncio”, uno de sus
mayores éxitos. Algunos moratones se harían visibles horas después de la contienda,
pero dicen que “sarna con gusto no pica”, así que todos contentos.
El público
despidió a Hamlet con una gran ovación tras el último bis “J.F.”, y quedó con un sabor agridulce por la falta de respeto de las carpas circundantes al disparar su
música enlatada a todo volumen, sin dejar concluir por completo la actuación de
una banda que está tocando en directo. ¡Qué poca educación y qué mala
organización!
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España
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