lunes, 24 de febrero de 2020

Miss Caffeina: un lamentable directo

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Miss Caffeina: “Directos Vibra Mahou”. Sala Albéniz. Viernes, 21 de febrero. 

Miss Caffeina es una de esas bandas protegidas por no se sabe quién - o yo no lo sé, mejor dicho-, que están en primera línea de cartel formando parte de todos los festivales españoles. Tampoco se sabe si siguen perteneciendo a la escena indie-pop o ya se han pasado al mainstream. La cuestión es que arrasan y allá por donde van cuelgan el cartel de sold out. Escuchando sus temas por plataformas digitales me choca tanto éxito, aunque he de reconocer que algunos videoclips tienen una estética muy cuidada. Pero musicalmente no me dicen nada.  Pensaba que podría ser como con Leiva, que a la tercera canción tengo que cambiar porque no lo soporto, sin embargo, sus directos suenan potentes. No es el caso. Miss Caffeina tiene un directo lamentable, por lo menos así fue en la sala Albéniz de Gijón durante la gira “Directos Vibra Mahou”. Desde el segundo tema sentía deseos de abandonar la sala, pero contuve las ganas por aquello de la profesionalidad y soporté los veintiún temas que sonaron uno tras otro.

Aunque llevan más de una década de vigencia pasaron desapercibidos hasta el lanzamiento  del disco “Detroit” (2016), con canciones como “Mira como Vuelo”, consiguiendo así colarse en las listas de éxitos. Los cuatro componentes se definen a sí mismos como banda atenta a todo lo que suena, sin prejuicios para absorber y dejarse influenciar por las nuevas corrientes. Así justifican el cambio sonoro que han tenido en su último disco “Oh Long Johnson” (2019), dejando las guitarras en segundo plano para ofrecer un sonido más electrónico. Posiblemente, el hecho de que Alberto Jiménez (cantante) se haya convertido en uno de los portavoces más importantes de la comunidad de LGBT+, haya influido en ese sonido más cercano a Fangoria (como “Cola de Pez”, por ejemplo). Sea por lo que sea hay un cambio grande y se nota cuando escuchamos ambos discos. Sin embargo,  en directo, tanto da una canción como otra, suenan todas igual. Igual de mal, quiero decir. Musicalmente hablando, esos arreglillos que se perciben en algunas canciones no estaban y todo sonaba plano y monótono.

Entre “Reina”, un canto a la reconciliación con aquellos que no te dejan salir del armario y  el homónimo de “Oh Long Johnson” que cerró el concierto, alternaron los más conocidos de “Detroit” y casi todo lo último, con algún rescate de sus tres anteriores discos, como “Mi rutina preferida”, cuya letra produce diabetes por empalagosa. El cantante, por otro lado, patinaba de vez en cuando con la afinación y le costaba interactuar con el público. 

En cuanto a las letras, aunque hay algunas que muestran trabajo detrás, la mayoría son lo de siempre pero con algunas  palabras tope modernas, como “peripatético” o alguna palabrota de esas que les hace tanta gracia a los niños pequeños. Por buscar algo positivo, tiene su gracia el contraste entre las letras pesimistas y la música de baile rompepistas en algunas canciones. El resto no me dice nada. 

En definitiva, se nota que este grupo está muy inflado y cuenta con apoyos de los que controlan el panorama de los  festivales y las discográficas que están resurgiendo de sus cenizas. Desde luego, si pretenden ser recordados como uno de los grupos que formaron parte del boom festivalero de la época, tal y como dijeron en alguna ocasión, ya pueden dejar de hacer directos como este.

OSPA: Expectativas cumplidas



Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA): Programa “Reflejos II”. Carlos Miguel Prieto (director), Ning Feng (violín). Teatro Jovellanos, 20 de febrero. 

Había expectación por volver a escuchar en el Teatro Jovellanos al virtuoso violinista Ning Feng y su Stradivarius fabricado en 1721. Para la interpretación del ambicioso programa “Reflejos II” que ofrece la temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA), además de Ning Feng pudimos contar con uno de los directores más internacionales, el mexicano Carlos Miguel Prieto, una de las batutas más prestigiosas de la música sinfónica y descendiente de abuelos asturianos. Por algo se siente cómodo frente a la OSPA.

Para preparar la llegada de Ning Feng, el director quiso deleitarnos con las pintorescas sonoridades de  “Janitzio”, un poema sinfónico compuesto en 1933 por el también mexicano Silvestre Revueltas, que representa una crítica a la industria turística de la isla, cuyo nombre da título al poema y la más importante del lago Pátzcuaro, al que Revueltas se refirió en alguna ocasión como “asqueroso”.  La concepción del poema (no la forma ni la estructura), recuerda a “La Valse” de Ravel (1919), quien fue capaz de reflejar el deterioro mental de una burguesía que bailaba al ritmo de los valses de Strauss mientras Europa se sumía en la más absoluta decadencia. Tanto Revueltas como Ravel introducen disonancias orquestales y colores chocantes que ejemplifican perfectamente lo que quieren transmitir.

La batuta de Carlos Miguel Prieto sumergió a la orquesta a ritmo de vals, transitando por las distintas secciones orquestales  que iban afinando y desafinando, cumpliendo rigurosamente con las notas y las figuras escritas en la partitura, hasta el punto de que podíamos percibir el deterioro y el mal olor del lago.  Una delicia poder escuchar esta partitura tan escasamente interpretada.

Dejamos México para sumergirnos en la Hungría natal de Karl  Goldmark y su “Concierto para violín nº 1”, de la mano de Ning Feng. Goldmark fue un violinista extraordinario y, por lo tanto, conocía todos los recónditos sonoros que se pueden extraer del violín. Ahí estaba Ning Feng para sacarle partido a esta magnífica obra y llevar al público al éxtasis sonoro. La OSPA en pleno y especialmente la sección de cuerda se ponía las pilas para dialogar con Feng hasta lograr darle forma a una gran obra llena de dificultad y belleza. El violinista, por su parte, nos dejaba atónitos en las butacas al interpretar sus partes solistas de manera impecable. La ovación final no cesaba, hasta el punto de extraer de Feng dos propinas: una variación sobre “God save the King” de Paganini y “Recuerdos de la Alhambra” de Tárrega. Tremendo violinista. 

En la segunda parte se interpretó la “Sinfonía nº 1 en la bemol” de Edward Elgar, de una gran belleza melódica. Si a Goldmark se le atribuye un gran talento melódico Elgar no se queda rezagado, puesto que es una cualidad en la que siempre han destacado los británicos. La partitura de Elgar es minuciosa y Carlos Miguel Prieto supo sacarle todo el partido a la orquesta para que brillaran esos matices tan profusos en la composición, desde los pasajes más sensibles hasta los momentos más  apoteósicos. Gran obra, gran dirección y gran orquesta. Aplausos fervientes para un magnífico programa y una brillante interpretación de la OSPA que logró satisfacer las expectativas del público, una vez más. 

Crítica publicada en La Nueva España

Zahara se desnuda en la Laboral





 Teatro de la Laboral, viernes,  14 de febrero, 2020

Esta moda que tienen últimamente los cantantes de música pop de alardear de potencia vocal entonando algunos versos a capella es ridícula y molesta. Lo hacen casi todos (por eso digo que es una moda), pero en un teatro, si exceptuamos a los que están a muy pocos metros de distancia, se escuchan más los crujidos de las butacas que la voz. Y me pregunto ¿qué necesidad hay?, ¿Acaso tienen la misma técnica que  los cantantes de ópera capaces de taladrar el oído a los de la última butaca? Va a ser que no, porque tampoco es su finalidad, para eso tienen micrófonos (los del pop). Zahara, una de estas cantantes que en los últimos años han cosechado muchos éxitos, llegó al Teatro de la Laboral y comenzó destrozando los guapos versos del tema “La Gracia”, cantándola a viva voz y rasgando acordes con la guitarra. Hasta el de la mesa de sonido tuvo que apagar el equipo para que dejara de sonar el pequeño soplido de los altavoces y se pudiera percibir algo. Y ni así. En fin, modas absurdas. 

Gijón fue la ciudad escogida para finalizar esta gira especial de ocho conciertos con el que la nueva profesora de Operación Triunfo –encargada de impartir Cultura Musical-, quiso “desnudarse sobre el escenario” ofreciendo sus canciones más íntimas y emocionales. Y triunfó. A pesar del mal inicio y a pesar de algunos desajustes que bien se podrían corregir con más tiempo y rodaje, su propuesta en el escenario resulta original.

La puesta en escena un tanto diferente; batería, bajo, guitarra, voz y teclados, por ese orden, formando media luna sobre las tablas para que ninguno tuviera especial protagonismo, es digna de mencionar porque pocas formaciones lo hacen. En cuanto a lo musical, destacan algunas progresiones armónicas que se salen de lo típico, provocando melodías con giros inesperados. Los sonidos están bien trabajados, principalmente los sonidos analógicos de los teclados que iban mutando a tiempo real, creando universos psicodélicos peculiares, como en “Pregúntale al polvo”, “Inmaculada decepción” o “El diluvio universal”, que tanto me recuerda a la banda “León Benavente”. A veces los volúmenes se descontrolaban entre tanta electrónica psicodélica, quedando la voz opaca y difusa y llegué a dudar si estábamos en el L.E.V., pero aún es pronto para eso.

En su repertorio cuenta con letras cargadas de dardos que apuntan a temas sociales y políticos. Podría señalar varios, como en “Hoy la bestia cena en Casa”, una crítica sobre los vientres de alquiler que tuvo su polémica cuando el disco salió al mercado porque se interpretó como un ataque directo a Albert Rivera. Lejos de esquivar el tema en la Laboral cambió algún verso para ir directa a la yugular: “Tu raya del pelo es perfecta/ lo aprendiste de Pablo Casado/ Y eres el segundo plato / un auténtico Ciudadano/ Miau, miau, miau,…”.

Si bien es cierto que en dos horas de concierto hubo momentos que resultaron un tanto lánguidos, la mayoría llegaron al abarrotado público y levantaron ovaciones, la mayor cuando entonó su exitazo “Con las ganas”. Y es que Zahara es una artista singular con una gran voz y con una cultura musical que le sale por los poros, consiguiendo hacer canciones que conectan con la gente sin dejar indiferente a nadie. En definitiva, esta pequeña gira íntima terminó y, aunque no fue un concierto para enmarcar mereció la pena. 
Crítica publicada en La Nueva España

jueves, 13 de febrero de 2020

Los Secretos: Cuatro décadas de talento creativo


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Los Secretos. Gira “Mi Paraíso”. Teatro de la Laboral, viernes 7 de febrero

A Los Secretos se les atribuye el inicio de la Movida Madrileña, allá por 1980 durante el Concierto Homenaje a Canito (Enrique Cano Leal), batería muerto en un trágico accidente de tráfico y componente del grupo “Tos” junto a los tres hermanos Urquijo (Javier, Enrique y Álvaro).  Su muerte originó la aparición de la nueva formación que se ha convertido en toda una institución musical, a pesar de los altibajos y las vicisitudes que han tenido que atravesar a lo largo de estos cuarenta años de historia. Tras la muerte de Enrique Urquijo (1999), su hermano Álvaro toma las riendas de la banda con una proliferación discográfica más bien escasa. Por ello, el anuncio del nuevo disco “Mi Paraíso”, después de nueve años de sequía, causó expectación y agotó las entradas del Teatro de la Laboral en poco tiempo.
No hay nada nuevo en este disco, simplemente son canciones nuevas que conservan el sonido y el estilo de aquellas otras que convirtieron a la banda en lo que son. “Mi Paraíso” lo forman doce temas que después de escucharlos te dejan la sensación de que las cosas que están bien hechas para qué cambiarlas. Este es el gran mérito que tienen Los Secretos, un estilo definido e imperecedero fácil de captar y de acomodar a los oídos de varias generaciones.

Arrancaron con “Agárrate a mí, María”, un clásico escrito por Enrique Urquijo dedicado a su hija y terminaron con la versión de “Sobre un vídeo mojado” que ya formaba parte de sus orígenes cuando eran “Tos”. Más de dos horas de concierto en las que la figura de Enrique era recordada constantemente a través de los temas nuevos y, por supuesto, los clásicos como “Déjame”, “Ojos de Gata” o “Y no amanece”, entre otros.

La puesta en escena muy cuidada y el sonido definido con precisión, pudiendo captarse cada detalle instrumental. Ramón Arroyo sacó todo un arsenal de guitarras con las que exhibió sus peculiares solos de alto nivel y una proliferación de adornos que parecen simples y, sin embargo, engrandecen las canciones.  Jesús Redondo, teclista y arreglista de gran parte de los temas, también es responsable de los arreglos corales tan característicos de Los Secretos. Él y el último fichaje de la banda Txetxu Altube, bordaron las voces.  El bajista Juanjo Ramos y el batería Santi Fernández se encargaron de que el ritmo fluyera con un buen engranaje.  También hubo algunos fallos del directo, pero nada reseñables, porque incluso esos fallos son una muestra de tener los pies en la tierra y de transmitir verdad, por lo tanto, hasta los errores quedaron bien en este concierto.

Buenos músicos experimentados y buenas canciones ideadas con esa mezcla de nostalgia y talento creativo, ese es el secreto de esta banda madrileña que forma parte de la memoria musical de varias generaciones por derecho propio. Una banda que lleva cuatro décadas creando canciones inolvidables que ya son himnos y que con “Mi Paraíso” demuestran que aún tienen potencial para crear muchas más. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

Juan Valderrama: versos de mujeres con mayúsculas


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Juan Valderrama “Mujeres de Carne y Hueso”. Teatro Jovellanos, sábado 1 de febrero.

Delmira Agustini, Gloria de la Prada, Pilar Paz Pasamar, Ángela Figuera Aymerich, Alfonsina Storni, Joana Raspall y muchas otras, son grandes poetas que apenas figuran en los libros de texto o en las estanterías de nuestras bibliotecas particulares. Como mucho, algunas han conseguido que su nombre se ponga en la escuela pública del lugar donde nacieron o vivieron y que el alumnado del centro les rinda homenaje una vez al año, principalmente porque algún profesor devoto se empeña en ello.  El cantante Juan Valderrama ha querido rescatarlas del olvido y darles eco en un proyecto titulado “Mujeres de Carne y Hueso”, en el que también figuran poesías de escritoras más conocidas como Rosalía de Castro o Gloria Fuertes, esta última inspiradora del proyecto.  Los versos seleccionados sonaron en forma de canción acompañados por seis instrumentistas y convencieron al público del Teatro Jovellanos, a pesar de los desafines de la voz de Valderrama. En general, sonaron buenos arreglos y si algo ensombreció este proyecto tan fantástico fue precisamente esas notas desafinadas que se escapaban de vez en cuando (más a menudo de lo deseado) en sus fraseos.

La primera poesía que sonó fue “Alma desnuda” de Alfonsina Storni, una mujer con una historia de vida digna de muchos ríos de tinta (como la mayoría de estas mujeres), cuyos poemas han caído en el olvido. La recordamos porque fue la protagonista de aquella memorable canción “Alfonsina y el mar” cantada por Mercedes Sosa. Valderrama hizo una versión lírica sensible con acompañamiento del chelo de Cary Rosa Varona. Siguió la mejor canción del disco para mi gusto, un canto al amor en forma de bolero que pone música a la genial “Pienso mesa y digo silla” de Gloria Fuertes.

Quien le iba a decir a Sor Juana Inés de la Cruz que su poema “Hombres Necios”, que escondía debajo de un escalón junto a muchos escritos porque la iglesia le prohibía escribir, iba a sonar siglos después en una canción a ritmo de montuno. La salsa volvió en una versión de “Gracias a la vida” de Violeta Parra con clave y tumbaos auténticos, gracias al predominio de instrumentistas cubanas como la pianista Isbel Noa, la chelista Varona o la percusionista Valerie Espinosa. Buenos músicos que también saben darle el ritmo adecuado a otros estilos como el chotis, la copla o toques flamencos, con un acompañamiento muy bien hecho a la guitarra en temas como “El Secreto”, cuya letra es de la gaditana Pilar Paz Pasamar, apadrinada por Juan Ramón Jiménez y muerta recientemente, aunque ni siquiera se dio la noticia en Canal Sur, como recordaba Valderrama.

El “Asturias” de Víctor Manuel y el homenaje que rindió a su padre, el gran Juanito Valderrama y su famosa “El Emigrante”, desató la emoción y corrieron las lágrimas que justificaron los desafines. Las comparaciones son odiosas, sin embargo, el público se mostró encantado.
En definitiva, salvo pequeños detalles el proyecto es fantástico y merece la pena aplaudir y apostar por un espectáculo que nos descubre a estas grandes artistas del verso. Quédense con estos nombres y dediquen un rato a navegar por la red para buscar sus historias y sus poesías. Verán qué bien se lo pasan.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España