martes, 27 de marzo de 2018

Pitingo gana en las distancias cortas



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"Soul, bulería y más". Teatro Jovellanos, viernes 24 de marzo

Pitingo tiene las ideas muy claras sobre lo que quiere transmitir con su arte y  sabe convencer a pocos metros de distancia. Así fue en el Teatro Jovellanos de Gijón ante una butaca llena que le recibió con los brazos abiertos. Su manera de fusionar el soul y el góspel con el flamenco de más arraigo, a priori resulta chocante y a mí nunca me había convencido.  Sin embargo, ahora he cambiado de opinión.

Para empezar una puesta en escena impecable: sobria, sin colorido ni brillos artificiosos, luces tenues y el foco del cañón que ilumina la parte a destacar. El summum de la elegancia.  En cuanto al sonido nada que resaltar, excepto si es para alabar a los técnicos de sonido.
La voz  de Pitingo estaba arropada por tres coristas del más puro estilo góspel, capitaneados por el espectacular cantante Dani Rius que tuvo su momento para lucirse solo y demostrar que es uno de los más grandes (del gospel) que ruedan por estas esferas. Como únicos instrumentistas el percusionista Carlos Merino y Jesús Núñez a la guitarra.  Con tan poca instrumentación es difícil imaginar cómo se pueden sortear temas tan conocidos  como “A puro dolor”, “I Just Called to Say I Love You” o “I will survive”, pero así fue y el resultado es sobresaliente.  Jesús Núñez y Carlos Merino son dos grandes músicos que dominan el flamenco y saben extraer la esencia del soul y del góspel. Para Pitingo no hay tanta diferencia entre estos estilos y, aunque se podría matizar e incluso discrepar,  tiene razón en que los dos estilos (flamenco y góspel) surgen de la pobreza y de la necesidad de expresar el arte a través de los cantes.

Abrió con el martinete “Las 12 acaban de dar” a capella y estremeció a los aficionados al flamenco. Siguió con el clásico de gospel  “His Eye is on the Sparrow” y cumplió gracias al coro. Este tema tiene el listón muy alto y no es fácil sobrepasar. Volvió al flamenco con  “Compromiso”, con la guitarra y el cajón y así fue la tónica durante dos horas de concierto: alternando el flamenco y el soul. De ahí el título de su espectáculo “Soul, Bulería y más”. Sorprendió su versión del “Cucurrucucú paloma”, llena de matices y fraseos contenidos. “Tú la haces maravillosa” le gritó una espectadora y tiene razón, es una gran versión. Para mí, sin duda, la mejor de todo el concierto.

 Con varios temas hizo al público partícipe del espectáculo, cantando “Guantanamera”, “Kimbara” o “Killing me Softly” y cerrando a ritmo de bulerías, sin micrófono a modo de tablao flamenco, momento para que un buen número de espectadores se arrancara a palmear y bailar en sus butacas.  El público despidió a Pitingo por todo lo alto después de haber disfrutado de una velada de flamenco y de soul todo en uno. Y es que para entender el arte de Pitingo hay que disfrutarlo en las distancias cortas. Así podemos ver que es un gran artista. 

Crítica de Mar Norlander para La Nueva España 

Emotiva Stabat Mater


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Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) y Sociedad Coral de Bilbao. Director: Perry So, Soprano: María José Moreno, Mezzo: Ana Ibarra, Tenor: Pablo Bemsch, Barítono: David Menéndez.

Elegancia, precisión, intensidad y emotividad. Adjetivos que bien podrían definir la ejecución del “Stabat Mater” (Antonin Dvorak), bajo la batuta de Perry So y la interpretación de la OSPA, la Sociedad Coral de Bilbao y el cuarteto de voces solistas  integrado por  María José Moreno (soprano), Ana Ibarra (mezzo), Pablo Bemsch (tenor) y David Menéndez (barítono). El motivo era la celebración del Concierto Extraordinario de Semana Santa, cita habitual en estas fechas en el Teatro Jovellanos y la obra es, sin duda, una de las mejores propuestas para el evento.   

La cantata religiosa del compositor checo es una obra ambiciosa y de difícil ejecución por los recursos estilísticos, por la densidad de la masa orquestal en algunos pasajes y por los cambios de dinámica, pero sobre todo por la dimensión espiritual que alcanza. El fallecimiento de los tres hijos de Antonin Dvorak  (de forma consecutiva en un corto periodo de tiempo), sumió al compositor en una profunda tristeza. Para canalizar el sufrimiento y buscar alivio se refugió en sus profundas convicciones religiosas  y escribió una de las partituras más bellas y emotivas de su extensa obra. La batuta de Perry So supo administrar bien las dosis de intensidad y logró contener la emotividad para que no hubiera desbordamientos innecesarios hasta el décimo movimiento, el momento más intenso de toda la obra. Perry So es uno de los directores invitados de la OSPA más asiduos y la experiencia en la conducción de la orquesta es evidente.
El papel del coro tiene un gran peso en la obra y en esta ocasión estuvo a la altura de la partitura con una perfecta sincronía de voces y ejecución, destacando las voces femeninas, sobre todo en baja y media voz y en particular en el texto del cuarto movimiento “ Y que por mi Cristo amado, mi corazón abrasado, más viva en Él que conmigo, Y porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí”: la intensidad estaba muy acorde con las palabras.  La Sociedad Coral de Bilbao cuenta con una larga experiencia, tradición y formación y entre sus componentes se encuentra la hija del compositor Jesús Guridi. Aprovecho la ocasión para reivindicar la grandeza de este gran compositor que, en mi opinión, no ha tenido el reconocimiento que se merece fuera de las fronteras vascas.

Las voces solistas también estuvieron muy bien. La soprano María José Moreno finísima en toda la partitura y espectacular en el fortísimo final, sobrepasando por encima de la orquesta y el coro sin dificultades aparentes.  También es destacable la potente voz del barítono David Menéndez que tuvo varios momentos de lucimiento.  En definitiva, una buena elección de partitura con una ejecución sublime capaz de sumergir a una butaca casi repleta del Teatro Jovellanos en un estado de profunda emotividad.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

sábado, 24 de marzo de 2018

Apoteósico Pablo López


Pablo López. “Tour Santa Libertad”. Teatro de la Laboral, 17 de marzo.
 
Suenan las primeras notas al piano y un recinto con más de 1.300 personas las reconoce y se disponen a cantar la canción de principio a fin. Eso es lo que ansían la mayor parte de artistas y es lo que ha conseguido Pablo López con tan solo tres discos en el mercado. La clave es la comercialidad: letras de amoríos, unos compases de introducción con melodía pegadiza, alguna frase cantada y rápidamente el tema se viene arriba.  A la apoteosis total. Después del primer estribillo decae un poco y rápidamente vuelve a lo más alto para llegar hasta la traca final. Una fórmula que se repite una y otra vez en la música comercial y que conocen perfectamente los artistas que han desfilado por Operación Triunfo. Y así son las estructuras de la mayoría de los temas del cantante y pianista malagueño.  Sin embargo, Pablo López  va un paso más allá de esas simples estructuras comerciales apoteósicas. Pablo es músico y esa formación musical  se nota. Canta bien y, además, es singular porque el instrumento protagonista es el piano: un rara avis en la música pop española.

Abrió el concierto del Teatro de la Laboral con “El Camino” y “El niño”, dos temas de su último disco “Camino, fuego y libertad”.  Sonaron éxitos de los dos discos anteriores como “Vi”, de corte más rockero y “Ven”, del álbum “El mundo y los amantes”. El pianista, acompañado por guitarra, bajo y batería, ofrecía buen sonido y una buena puesta en escena. El público estaba encantado sin dejar de corear cada tema y más cuando sonó el último single “El Patio”.  Es curiosa la coincidencia de la armonía en las partes cumbres del tema con la famosísima canción de Procol Harum “A Whiter Shade of Pale”, sin embargo la melodía va por otros derroteros.

En cuanto a su interpretación al piano hay varias cosas que destacar: los fraseos tipo blues en “El teléfono”, el diálogo de piano y guitarra (¿Ludovico Einaudi?) en “Lo imposible”,  el arreglo en directo de “Trece”, los guiños a la música árabe en “El mundo”, las modulaciones de “Las 17:00” o la introducción de “Lo saben mis zapatos”. Pablo López es un buen pianista y además es capaz de conjugar  calidad y comercialidad. Esto también es parte de su éxito.

El concierto terminó con “Tu enemigo”, el tema que le catapultó a las listas de ventas y el público disfrutó de un espectáculo que mantuvo la apoteosis desde el principio al fin. También apoteósico está siendo su “Tour Santa Libertad”, agotando las entradas con meses de antelación en cada ciudad programada. Viendo la capacidad musical que tiene Pablo López seguro que en un futuro aportará cosas nuevas, más registros sonoros y letras más elaboradas, capaces de atraer a un público más heterogéneo y convertirse así en uno de los grandes, de los que llenan estadios. Desde luego talento no le falta.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España  el 26 de marzo


FITO: Veinte años de buen Rock and Roll



Fito & Fitipaldis en la gira “20 años, 20 ciudades”, con “Muchachito Bombo Infierno” y “Fetén Fetén”.  Palacio de Deportes Presidente Adolfo Suárez. Gijón, 16 de marzo.

Asistir a un concierto de Fito & Fitipaldis es una experiencia para recordar. La conexión que se produce entre el público y el escenario desde el primer instante no sucede con todos los artistas, aunque sean mejores técnicamente.  Fito tiene tal honestidad artística que consigue  que el tiempo se pare y el recinto se sumerja en una burbuja donde prima el buen rollo y el mejor rock and roll. Esto no es fácil. Y más si tenemos en cuenta que el rock and roll no está de moda. Pero así fue y el motivo era la celebración  “20 años, 20 ciudades”. Por suerte Gijón es una de las veinte privilegiadas.

De telonero “Muchachito Bombo Infierno”, divertido y espontáneo como de costumbre, calentó el ambiente con sus rumbas con toques roqueros y buscó la complicidad del público que respondió gustoso con palmas y cantando estribillos, sobre todo en “Ojalá no te hubiera conocido nunca”. Sus rítmicas con la guitarra son vertiginosas y merecidamente muy aplaudidas.

Llegó el momento esperado. Tras la presentación con un cortometraje animado salió el bilbaíno, guitarra en mano, para cantar “Siempre estoy soñando contigo” y el público a sus pies.  Impecable puesta en escena, buena ecualización, buena presión sonora (difícil de lograr en este pabellón, por lo tanto un aplauso para el técnico de sonido) y sobre todo musicazos. Llegó el primer solo de Carlos Raya y hubo que contener la respiración: técnica, precisión y mucho que contar con el slide durante treinta y dos compases. Y es que hay buenos solos de guitarra y luego están los que te obligan a exhalar algún “Guau”.  Esos son los solos del maestro Raya que, además, prepara sus guitarras a conciencia. Y así durante todo el concierto: como ejemplo “Garabatos”, “Todo a cien” o “Por la boca vive el pez”, en el que también destaca el saxofonista Javier Arzola.


Fito y su banda repasaron grandes temas que han marcado su carrera: “Quiero beber hasta perder el control”, “Lo que sobra de mí”, “La casa por el tejado”, “Soldadito marinero”, etc. Todo el público manifestaba su satisfacción aplaudiendo, silbando, bailando y principalmente cantando cada tema de principio a fin. Pero aún faltaban por llegar las sorpresas que el cantante ofrece en cada concierto de la gira. De nuevo la presencia de “Muchachito” en el escenario para cantar y tocar mano a mano con Fito “Yo no soy Bo Diddley” (en honor al padre del rock and roll) y “Me tienes frito”. Los dos con las guitarras ofrecieron una buena demostración de gran calidad artística.
“Fetén Fetén” era la sorpresa de la primera noche en Gijón. Los burgaleses tocaron “Me quedo aquí”  y el famosísimo “Whisky Barato” y todos juntos aportando una gran riqueza tímbrica con el acordeón, banjo y violín y una energía desbordante.

Fito & Fitipaldis fueron generosos y ofrecieron un concierto de más de dos horas. Después de los primeros bises el abarrotado pabellón volvió a rugir estruendosamente porque sabía que Fito siempre termina sus conciertos con “Acabo de llegar” y aún no había sonado. Tocaron “Entre la espada y la pared” y sonó la canción emblema que anuncia la triste y a la vez feliz despedida.  Triste porque se rompe esa conexión mágica y hay que volver a casa y feliz por haber asistido a un concierto extraordinario y porque sabemos que mientras le aguanten los huesos tendremos Fito & Fitipaldis para rato. Espero que por lo menos sean otros veinte años.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España  publicada el 18 de marzo.