domingo, 19 de julio de 2020

Amaral: Grandes de verdad



Amaral, gira “Acústico Eva y Juan”. Festival Metrópoli City, Plaza de Toros de El Bibio, viernes, 17 de julio. 


A priori, un concierto incómodo y frío: Amaral en acústico, sin más músicos en el escenario que Eva Amaral y Juan Aguirre, en una plaza en la que hay que permanecer con el trasero bien pegado a unas viejas sillas de madera del tipo “destroza lumbagos” y guardando las distancias exigidas, con mascarilla puesta durante todo el concierto y un vigilante con ojos avizor dispuesto a llamar la atención por si la nariz asomaba por encima del tapabocas...La cosa no prometía, sin embargo, las ganas y la calidad de los artistas suplieron con creces todos los inconvenientes.  Y es que en situaciones como estas es donde mejor se aprecia si un artista es grande de verdad o está inflado por la publicidad. 

Gijón fue la ciudad escogida para iniciar la gira  “Acústico Eva y Juan”, y presentar su octavo disco “Salto al color”. Cuando acabó el confinamiento la primera vez que se juntaron fue para preparar este concierto y lloraron de felicidad, anunciaba Eva, por poder compartir esta noche tan especial. Guitarras en mano sonó  “Señales” y se captó la buena acústica de la Plaza de Toros El Bibio y la gran voz de Eva Amaral que en los discos queda comprimida y no se aprecia todo su potencial. Después “El Universo sobre mi”, despertando en el público las ganas de vivir, gritar o sentir (como dice la canción), pero nos conformamos con hacerlo mentalmente. 

El repertorio de Amaral iba fluyendo entre viejos éxitos y lo último que han grabado, dejando sin presentar temas que requerían más electrónica y más banda como  “Juguetes Rotos” y otro par de temas de lo más nuevo. El resto se interpretó con mucha dignidad a pesar de la poca instrumentación. Sorprendente sonó “Ondas do mar de Vigo”, basado en un poema del siglo XIII del trovador Martín Códax que rescataron del cancionero de la lírica galaicoportuguesa. 

Hubo mucha conexión con el público que no dejó de cantar temas como “Moriría por vos” con muchas ganas de levantarse y empezar a brincar,  o “Cómo hablar” sobre los arpegios de la guitarra de Juan Aguirre. Después de “Mares igual que tú” parecía que tocaba despedida pero el público quería más y el dúo fue muy generoso. Aún faltaba “Sin tí no soy nada” en la que nos deleitaron con un homenaje a Ennio Morricone recientemente desaparecido. El público todavía soportaba las tablillas de las sillas clavadas en los riñones y quería más, así que sonaron la rítmica y animada “Hacia lo salvaje”, “Peces de colores” que habla de la defensa de la identidad de cada uno, “Cuando sube la marea” y “Salir corriendo”. Todas con muy buen sonido y una voz espectacular.

Como broche final “Ruido” y Eva manifestó que había sido una noche inolvidable. Para el público también y así lo demostraron con una larga ovación e infinitas muestras de respeto y admiración. 


Ocho discos grabados y más de veinte años juntos avalan el éxito del dúo Amaral con decenas de canciones que ya forman parte de la cultura popular. Eso se consigue cuando las composiciones son muy buenas o cuando están muy bien adornadas. En este caso, los asistentes al concierto pudimos escuchar canciones desnudas con guitarras, una voz y poco más, y pudimos corroborar que sus composiciones son muy buenas. Que vuelvan pronto. 
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Un sosegado Loquillo vuelve al ruedo





Loquillo y Gabriel Sopeña. Gira “La vida por delante”. Festival Metrópoli, plaza de Toros de El Bibio. Gijón, 11 de julio.

Por fin vuelve la música en directo y sin pantallas de ordenador entre público y artistas. Han sido unos meses largos y duros y se agradece la vuelta, aunque sea con mucha reducción de aforos y estrictas medidas de distanciamiento. A pesar de la reducción sobraron muchos asientos porque Loquillo con su versión más poética junto a Gabriel Sopeña, no logró atraer al público y llenar la Plaza de Toros.

El tema lento “Balmoral“, homónimo del álbum que le valió una nominación a los Grammys latinos,  fue el arranque de un concierto de casi dos horas que defraudó a los que buscaban puro Rock and Roll simple y directo (no hubo Trogloditas, ni Cadillac, ni Rompeolas, ni Rey del Glam) y gustó a los que prefieren  a un Loquillo más poético y sosegado, con letras más elaboradas y más variedad musical. “Transgresiones” de Mario Benedetti o uno de sus clásicos de George Brassens “La Mala Reputación”, junto con “Political Incorrectness” de Luis Alberto de Cuenca, con los presentes coreando el estribillo “Se buena, dime cosas incorrectas desde el punto de vista político”, fueron momentos de euforia y entendimiento entre los dos bandos del público y artistas. 

Segundo concierto de la gira y después de tantos meses parados la falta de rodaje se notó. “Cuando pienso en los viejos amigos” o “Cruzando el paraíso” no sonaron redondos.  “La vida es de los que arriesgan” exclamaba Loquillo que estuvo parco en palabras y sin provocaciones subidas de tono como es habitual en sus conciertos.

Cambiaron un poco la letra del tema de Kris Kristoferson “Yo y Bobby McGee”, con permiso a regañadientes del autor, y sonó un buen solo de guitarra de la mano de Josu García. Por momentos cedió el protagonismo al compositor, músico, filósofo y profesor Gabriel Sopeña, que estuvo solvente durante todo el concierto cantando, haciendo coros, tocando la guitarra, la armónica o el piano. Un artista muy prolífico que completaba la banda junto con Josu García, Alfonso Alcalá al contrabajo y Laurent Castagnet a la batería. También el guitarra tuvo su momento cantando “Cass, la chica más guapa de la ciudad”, una guapa canción con melodía muy al estilo Sabina que quedó deslucida por los coros un tanto desafinados.

En definitiva, fue un concierto cargado de nostalgia que no es para enmarcar por la falta de rodaje, pero se agradece el intento. El mérito de Loquillo no está en cantar ni en vender nada, su mayor logro es haber sabido escoger buenas canciones y rodearse de buenos amigos y de gente de gran talento, como Gabriel Sopeña.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España