lunes, 28 de octubre de 2019

Cooper: Adiós al abanderado del mod


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Cooper. Sala Albéniz, sábado 26 de octubre.

Con el Festival Euroyeyé -el más importante del mundo centrado en la cultura mod-, en plena incertidumbre respecto a las próximas celebraciones y la despedida de Álex Cooper de los escenarios,  la cultura mod se queda a las puertas de la orfandad en España. Gijón era una cita obligada en esta gira despedida de uno de los principales abanderados del movimiento mod después de más de tres décadas de carrera musical. La sala Albéniz fue el lugar escogido para reunir  a una buena representación de esta tribu urbana, que aprovechó la ocasión para sacar del armario las parkas y otras muestras de elegancia sartorial cargadas de pequeños detalles, para complementar las caras sin sombras con peinados a lo garçon o french crop.

El público no estaba allí para escuchar exquisiteces musicales, de hecho hubo unos cuantos errores de ejecución y no sonó especialmente bien, salvo excepciones. Daba igual, lo que pretendían  los asistentes era pasárselo bien recordando grandes temas de “Los Flechazos” y de “Cooper” en solitario. Objetivo cumplido, porque sonaron canciones chulas y porque durante todo el concierto se transmitió muy  buen rollo desde el escenario. Acompañado por teclado, bajo, batería y guitarra (este último a medio gas por una lesión en la muñeca), puso al Albéniz a votar con canciones como “En el Club”, el gran éxito de su paso por “Los Flechazos”. Saxo y trompeta completaron el escenario en algunos temas, aportando un sonido más contundente y brillante como en “Islandia” o “En el asiento de atrás”. Con arreglos a tres voces para ensalzar los estribillos lo mejor que pudimos escuchar fueron los coros, sin duda.

Las muestras de cariño y las ovaciones estuvieron presentes durante toda la velada y Álex Cooper fue generoso con los bises (nada menos que seis). “Me conformo”, una canción de los 60’ del grupo “Los Mitos” que Cooper dedicó a todos los amigos mod de Asturias, puso la nota final del concierto y todo apunta a que no habrá arrepentimiento. O quizás sí, ya se sabe que los artistas sufren la adicción a los escenarios mientras viven. Sin embargo, Álex Cooper siempre ha sido coherente con sus principios, con sus ideas y con el respeto que siente por una cultura calada en la working class. A partir de ahora cabe preguntarse qué será de la escena  mod. Puede que se apague poco a poco o que se reinvente de nuevo, aunque se suele decir que su modo de vida no tiene fecha de caducidad, por lo tanto, su música tampoco. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Me quedo con Jekyll y con Hyde

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“Jekyll and Hyde”, el musical. Teatro de la Laboral, viernes 25 de octubre.

Solamente por escuchar el poderío vocal del protagonista merece la pena ver el musical  “Jekyll and Hyde”, en su nueva representación en el teatro de la Laboral. La adaptación de la fascinante novela creada por Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, ha dado y sigue dando para mucho: películas de cine y televisión, adaptaciones teatrales y, por supuesto, diferentes versiones de musicales, con protagonistas de la talla de Raphael, que llenaba los teatros día tras día durante tres años de vigencia a principios del nuevo milenio. El mexicano Abel Fernando no tiene tanto gancho mediático como Raphael para llenar salas, de hecho había poco público en la sala. Sin embargo, su voz es espectacular, capaz de adaptarse a las exigencias de voz limpia, clara y potente que representa al Dr. Jekyll y voz ronca, casi gutural y desgarradora que representa al maléfico Mr. Hyde. Magnífico en ambos registros. El resto ya requiere sus matices. 

La puesta en escena está bastante lograda. Diferentes decorados con gran protagonismo de la niebla y unas luces austeras, sitúan al espectador en las escenas claves de la trama que se desarrolla en la época victoriana londinense. Algunas coreografías y cambios de vestuario contribuyen a que la historia sea creíble. 

En cuanto a los arreglos musicales se ha tirado de clichés efectistas que siempre funcionan bien. Se pueden apreciar los distintos leitmotivs para cada personaje, armonías muy consonantes con melodías pegadizas para representar al bueno de Jekyll, mientras que con el maligno Hyde se utilizan arpegios repetitivos y cíclicos habituales en este tipo de personajes (La Profecía, por ejemplo), con la aportación de un sonido de clavicordio. Las escenas del prostíbulo también muy estereotipadas, con ritmos cabareteros y sonidos de acordeón. Es decir, musicalmente hablando es prefabricado y no hay nada de originalidad, pero lo que hay funciona bien. 
Los coros estuvieron brillantes en todos sus números, con un gran empaste vocal e instrumental. Menos acertada estuvo la voz de Emma (novia del Dr. Jekyll), con ligeros errores de afinación en varias intervenciones, aunque muy acertada en el timbre y en las modulaciones vocales. Por el contrario, Lucy (amante de Mr. Hyde) destacó tanto en interpretación como en voz. 

Al igual que en la zarzuela, cantar para un espectáculo como este requiere tener una gran técnica vocal, principalmente por los continuos cambios de la voz hablada a la voz cantada. Por este motivo muchos cantantes de ópera rechazan la zarzuela y los musicales, porque conlleva un deterioro de las cuerdas vocales. Este musical, además, requiere un plus porque el protagonista tiene que representar dos personajes antagónicos. El papel le viene como anillo al dedo al barítono Abel Fernando. De hecho, fue impactante la escena final que representa la lucha entre Jekyll y Hyde, con los cambios medidos milimétricamente. Un gran trabajo en ambos registros en el que hay empate técnico, por lo tanto no se si me quedo con Jekyll o prefiero a Hyde. Sin duda, el papel del barítono es lo mejor del espectáculo y aunque sólo sea por escuchar su voz merece la pena ver, una vez más, este extraño caso convertido en musical.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

lunes, 21 de octubre de 2019

Amaia: Oportunidad perdida




Amaia. Gira “Pero no pasa nada”. Teatro de la Laboral, viernes 18 de octubre. 

El disco debut de la eurovisiva ganadora de la última edición de Operación Triunfo está formado por un paquete de canciones que no sobrepasan la barrera de la mediocridad o como diría un asturiano de arraigo “cancionines de perrona”. El título del disco “Pero no pasa nada”,  podría interpretarse como una muestra de humildad, haciendo eco de la personalidad que Amaia ha mostrado en toda su trayectoria televisiva. Pero, en realidad sí que pasan muchas cosas. Pasa que esta chica ha tenido una serie de oportunidades con las que la mayoría de los artistas de su nivel no se atreverían ni a soñar. Y es que está muy bien querer tener el control de toda su carrera musical, evitando la manipulación del entramado de la productora Gestmusic, pero es importante ser consciente de las limitaciones propias y saber delegar en otros profesionales. Sobre todo, como he dicho antes, porque ha tenido una gran oportunidad. 

Su puesta en directo en el teatro de la Laboral agrupó a muchos fans y curiosos, logrando llenar tres cuartos de butaca. Empezó sola con el piano rodeada de un gran despliegue floral, entonando “No me interesa”. Luego se sumaron los cuatro músicos que forman su banda y una a una sonaron todas las canciones del disco. La voz,  por momentos mal ecualizada, sonaba chillona en algunos temas que requerían fuerza en tesituras altas. En cuanto al acompañamiento, los arreglos instrumentales que arropaban a las melodías eran de una simpleza que rozaban el aburrimiento.  

Muy osada su interpretación en directo de una de las piezas de la suite para piano “Iberia”, del compositor Isaac Albéniz. Aunque “El Puerto” sea una de las obras más cortas y sencillas de esta suite todo lo de Albéniz es difícil y requiere un gran dominio. Y no sólo es cuestión de dedos, se necesita madurez para que fluya. Ella misma confesaba que la había estudiado este año para examinarse en el conservatorio y también reconocía que algunas partes necesitaban más ensayo. Para una prueba de conservatorio está muy bien, pero para tocarla en directo en un teatro como el de la Laboral son necesarias muchas más horas de estudio. No basta sólo con una confesión de humildad. 

No todo es negativo, Amaia es una gran cantante con una potente voz y una perfecta afinación. Además, tiene cualidades más que suficientes para interpretar sus propias canciones con el piano, sin necesidad de tocar por Albéniz.  El problema es que las canciones no son buenas, no hay buenos arreglos ni melodías interesantes. Tampoco hay una buena producción, pero lo peor son las letras: parecen escritas por estudiantes de secundaria en el reverso de sus libretas cuando están aburridos en clase de matemáticas. 


En definitiva, esta chica ha tardado en sacar un disco el triple de tiempo que cualquiera de sus compañeros y, sin embargo, ha perdido una oportunidad de oro. Posiblemente tendrá más ocasiones. Si surgen,  lo mejor que puede hacer es arroparse de buenos arreglistas y buenos letristas, es decir, hacer caso a los profesionales. Si no lo hace caerá en el olvido, como tantos otros de OT. 
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Rosa Torres Pardo mejor que Lang Lang




Rosa Torres Pardo. XX Edición del Festival Internacional de Piano de Gijón. Teatro de la Laboral, jueves, 22 de agosto. 

Me consta que hay muchos aficionados a la música pianística que pagarían cientos de euros por asistir a un concierto de Lang Lang, sin embargo han estado reacios a pagar unos pocos euros por escuchar a una eminencia del piano como Rosa Torres Pardo, a juzgar por las múltiples butacas vacías del Teatro de la Laboral. Allá ellos y su supina ignorancia o esnobismo. Sin desmerecer al chino que va sobrado de dedos, de inteligencia, de técnica, de ideas y de todo lo concerniente al piano, pero yo me quedo con Torres Pardo, y más si interpreta a Debussy y Granados, como es el caso de su visita a Gijón para el vigésimo cumpleaños del Festival Internacional de Piano.

Varias veces ha visitado estas tierras y sus conciertos siempre son más que gratificantes, porque es una pianista brillante y segura. Así lo demostró abordando la “Suite Bergamasque” de Debussy, inspirada en las Fiestas Galantes del poeta francés Paul Verlaine. Los contrastes del “Preludio” dieron paso al singular “Menuet”, que Torres Pardo interpretó con soltura y delicadeza. Con la interpretación del famoso “Claro de Luna”, originalmente titulado “Promenade Sentimentale”, y los arpegios picados del “Passepied” dejó claro que la pianista domina totalmente al compositor francés, cuya obra está sólo a la altura de los grandes. 

De Debussy aún faltaba “Estampes”, estrenada por el pianista catalán Ricardo Viñes en 1904, que consta de tres piezas cortas e incluye la maravillosa “La Soirée dans Grenade”, de la que Manuel de Falla comentaba: "No hay ni siquiera una nota de esta música prestada del folklore español, y sin embargo, toda la composición en sus más mínimos detalles, expresa admirablemente España". Con la magnífica interpretación podíamos sentir el ritmo de las castañuelas y el zapateado de los pies. ”Jardins sous la pluie” es la última de las tres piezas de “Estampes” y la más difícil técnicamente, pero para Torres Pardo parecía un juego de niños. 
Pausa necesaria para desconectar del universo debussiano y sumergirse en Granados que, aunque contemporáneo del francés nada tiene que ver. A la pianista no le cuesta conectar con Granados, se podría decir que ya lo lleva en su ADN porque son muchas las horas que ha dedicado a este compositor muerto en un naufragio junto a su esposa, al ser bombardeado por un torpedo alemán durante la Primera Guerra Mundial,

Tres piezas de la historia de amor, de celos y al final la muerte, presente en “Goyescas” fueron la elección de Torres Pardo para finalizar su recital. Esta obra, inspirada en el pintor aragonés y convertida más tarde en ópera, fue interpretada por la pianista con gran solvencia y unidad estilística, mostrando todo el universo rico y complejo que Granados escribió.  Y es que Torres Pardo domina el repertorio español como pocos. En mi opinión, la pianista madrileña interpretando a Granados está a la altura de la gran Alicia de Larrocha, desaparecida hace una década.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España.

Nikita Mndoyants: El pianista ruso sube el listón



Nikita Mndoyants. XX Festival Internacional de Piano de Gijón. Teatro Jovellanos, martes, 20 de agosto. 

Elegante y precisa fue la interpretación de Nikita Mndoyants, en su concierto del teatro Jovellanos. Sonatas de Beethoven y Brahms protagonizaron una de las jornadas más esperadas del Festival Internacional de Piano, que mantiene su gran prestigio con invitados de lujo como el pianista ruso.

Comenzó con la “Sonata para piano n.º 17 Op. 31 No. 2”, más conocida como “La tempestad” de Beethoven. Si el primer movimiento fue discreto pudimos comprobar en el “Adagio” la gran capacidad de Mndoyants para captar el drama de la obra, creada en uno de los momentos más duros de la vida del compositor al confirmarse su sordera.  Fue escrita al mismo tiempo que la Sinfonía nº 3 (La Heróica) y comparte con ésta ciertas reminiscencias de carácter apasionado. El pianista ruso concluyó con mucha solvencia el tercer y último movimiento “Allegretto”, para brillar técnicamente con la siguiente obra del programa, la  “Sonata Op. 31, No. 3” conocida como “La Caza”, también del de Bonn. Los dedos ya estaban en forma para interpretar magistralmente esta obra de interpretación difícil a la par que menos frecuente y el cuarto movimiento “Presto con fuoco” fluyó con absoluta destreza al galope, a ritmo de tarantella.

Tras la pausa, escuchamos “Intermezzo”, una breve composición propia de carácter impresionista que recorría todo el rango del piano con largos pedales manteniendo el “leitmotiv” de forma recurrente. 

La tercera Sonata compuestas por Brahms fue el broche final del recital de piano. Una larga y compleja obra estructurada en cinco movimientos que representa una obra maestra de la literatura pianística, a pesar de que Brahms contaba con sólo veinte años  de edad. Mndoyants supo plasmar el equilibrio entre el fondo y la forma, que tanto le preocupaba al compositor. De hecho, Brahms no volvió a componer más sonatas para piano, quizás porque buscaba más libertad en las estructuras y se sentía más cómodo con otras formas compositivas. El pianista ruso demostró un gran conocimiento de la obra, destacando sobremanera en el Scherzo y arrollando en el “Finale”. 

La larga ovación  propició tres propinas, y después de un arreglo de Bach y una Bagatela de Beethoven nos fuimos del teatro entonando la repetitiva melodía del rondeau “Les Sauvages”  de Jean Phillip Rameau, con la que Mndoyants concluyó su recital, dejando el listón un poco más alto (si cabe), en este Festival Internacional de Piano que ya se consagra como uno de los más importantes del territorio español. 
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España