Alice
Wonder, ciclo “San Miguel On Air”. Sala Acapulco del Casino de Asturias,
viernes 6 de marzo.
Alicia Climent no podía haber
escogido un nombre artístico más apropiado para definir todo su singular
universo musical. Bajo el seudónimo Alice Wonder hay una chica de tan solo
veintidós años que empezó abriendo una cuenta de Instagram donde volcaba covers
de las canciones que más le gustaban para su pequeño círculo de seguidores,
pasó por ser telonera de Vetusta Morla, entre otros, hasta lanzar un disco
propio bajo el título “Firekid”, que a pocos deja indiferente y la sitúa con
nombre propio entre los artistas emergentes más relevantes del país. Su
presentación en la sala Acapulco dentro del ciclo San Miguel “On Air”, congregó
a una pequeña muestra de fans que han tenido el privilegio de comprobar de
primera mano el porqué de su crecimiento tan rápido como artista ajena al
mainstream.
Pasando de la guitarra al teclado
constantemente y acompañada por un batería y un teclista/bajista, dependiendo
del tema, sonaron las once canciones que forman su álbum y algunas inéditas que
prepara para próximos conciertos y pudimos escuchar en primicia. Los tres, más
alguna pista grabada dependiendo de la canción, ofrecieron un sonido contundente,
a pesar de la mala acústica de la sala. Sus canciones se mueven entre la
nostalgia de Bon Iver, el rock de Radiohead y el pop más underground,
aunque Alice demuestra que sus
influencias son muy eclécticas. En la misma canción es capaz de recrearse en
pequeñas frases minimalistas durante un buen rato y, después, desplegar todo un
conglomerado de sonidos psicodélicos multicapa para transmitir un mensaje cercano
con su voz grave y personal. Además, su puesta en escena entre la chulería y la
humildad, es llamativa y capaz de atrapar la mirada del público constantemente.
Por otro lado, salvo excepciones,
la labor de los baterías suele pasar bastante desapercibida, sin embargo,
Echedey Molina destacó desde el primer tema.
Los ritmos de batería, ya de por sí, son bastante originales en el disco
(quizás, tenga que ver que el padre de Alice es batería profesional y ella es
exigente con este instrumento), sin embargo, Molina los engrandecía y ofrecía
una amalgama de ritmos complejos cargados de sutilezas que llamaban la atención.
Buenísimo batería.
Alice marca la diferencia con
detalles que demuestran su singularidad.
Por ejemplo, el hecho de ofrecer una hora y media de concierto y no
utilizar ninguna versión de canciones superfamosas y pegadizas de otros
artistas con las que enganchar al público más despistado, marca la diferencia
respecto a otros artistas que están empezando como ella y tienen poco
repertorio conocido, porque es lo habitual.
En definitiva, su estilo
coherente y particular define a Alice Wonder como una artista carismática y de singular voz. Tiene talento y sabe lo que
quiere y después de lo visto en la presentación de su primer álbum estoy segura
de que la volveremos a ver en muchos escenarios con más público y con mejor
acústica. Y será muy pronto.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España