Notas al programa
Concierto de Dmytro Choni (piano), en el Teatro Jovellanos, 15/12/2021
Organiza: Sociedad Filarmónica de Gijón
El programa que presenta el joven pianista ucraniano Dmytro
Choni abarca un gran compendio de estilos compositivos y de técnicas
pianísticas complejas y difíciles de acometer en un solo recital. Choni aborda
un repertorio con cinco compositores cercanos en el tiempo y lejanos en la
concepción sonora. Si bien Schumann y Brahms fueron coetáneos, presentan
particularidades un tanto diferentes en su forma de componer. Muchas más
diferencias en cuanto a estilos hay entre los tres restantes: Debussy, Scriabin
y Rachmaninov. Las aportaciones de todos ellos han logrado expandir las
posibilidades sonoras del piano y han contribuido a evolucionar el lenguaje
musical. Así, las piezas seleccionadas para el recital nos permiten entender y
diferenciar características y peculiaridades de cada uno de estos grandes
compositores. Sin duda, estamos ante un recital de gran envergadura por la
dificultad, pero también vamos a escuchar un concierto que triunfará por la
belleza de sus obras.
Claude
Debussy (Germain-en-Laye, 1862 - París, 1918)
“No revoluciono nada; no destruyo nada. Voy
tranquilamente por mi camino, sin hacer la más mínima propaganda para mis
ideas, algo propio del revolucionario. No soy tampoco un adversario de Wagner.
Wagner es un genio; pero un genio puede equivocarse. Wagner se pronuncia en
favor de la ley de la armonía; soy un partidario de la libertad. La libertad,
por naturaleza, es libre. Todos los sonidos que oímos a nuestro alrededor
pueden ser expresados. Se puede representar musicalmente todo lo que puede
percibir un oído fino en el ritmo del mundo que nos rodea. Algunas personas
quieren, ante todo, seguir las reglas; yo sólo quiero expresar lo que oigo. No
hay escuela de Debussy. No tengo discípulos. Yo soy yo”.
Así se define Achille Claude Debussy en una entrevista
concedida a un periodista austriaco y con estas palabras expresa la clave de su
música: la libertad. La búsqueda de
sonidos y esa forma de des-entender-se de las reglas de la armonía establecidas
llevarán a Debussy a explorar sonoridades y a realizar una gran renovación del
lenguaje musical en paralelo al “impresionismo” de la pintura y el “simbolismo”
de la poesía. Por lo tanto, y contradiciendo al maestro, Debussy sí es un
revolucionario. Sus influencias son muchas y muy variadas, desde el cromatismo
wagneriano, hasta el naciente jazz americano o el flamenco, pasando por los
modos de la Schola Cantorum, la
armonía no funcional rusa y la música de Java que conoció en la Exposición
Universal de París, celebrada en 1889 -para la cual se erigió la Torre Eiffel-,
entre otras influencias.
“Et la lune
descend sur le tem qui fut”, fue escrita en 1907 y estrenada por Ricardo Viñes en París
el 21 de febrero de 1908. Forma parte del segundo libro de la suite “Images
pour piano”, que comprende un total de seis piezas. En ella podemos
apreciar una discontinuidad del discurso melódico, como si los temas y las
tonalidades se interrumpieran evitando el desarrollo y el lirismo. Todo queda
suspendido. Quédense con los primeros compases, que suenan como un gong agudo
con sus armónicos para dar paso a una extraña sucesión de acordes, dejando
patente el hechizo del compositor por los músicos gamelán javaneses. Más
adelante vuelve a retomar el sonido del gong con una sucesión de tresillos que
da paso a una melodía en el registro sobreagudo. Finalizando la sección central
vuelven a sonar los segundos gongs a modo de recuerdo en una tonalidad
diferente. Y ya para terminar, la última parte de esta pieza resume el concepto
de impresionismo musical con una sonoridad bellísima.
“L’Isle
Joyeuse” (La isla alegre), fue compuesta en 1904 con intención de
formar parte de la “Suite Bergamasque”,
aunque finalmente se publicó como pieza independiente. Debussy quiso plasmar en
sonidos la fascinación por el cuadro de Antoine Watteau “L’Embarquement pour Cythere” (Peregrinación a la isla de Citera),
isla que desde la Antigüedad tenía un templo dedicado a Afrodita, la diosa del
amor. El principio de la partitura señala “Quasi
una cadenza” y es de gran dificultad interpretativa, ya que discurre a
velocidad de vértigo con la escala de tonos
enteros, la escala diatónica y el modo lidio, que actúa de nexo entre las
dos escalas.
Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 - Viena, 1897)
A Brahms se le atribuye
el hecho de ser el compositor alemán que ha llevado el Romanticismo a su máxima
expresión. Nacido en un barrio pobre, de niño tocaba el violín, el violonchelo
y el piano con su padre por las tabernas del puerto de Hamburgo. La excelente
escuela de la calle y una esmerada formación académica de la mano de Kossel y
Edward Marxsen, le llevaría a convertirse en un extraordinario pianista, más
por su expresividad que por su técnica. Admirado por sus contemporáneos, será
Schumann quien pronto ve en el joven pianista una especie de “Mesías” para la
música alemana, cuando contaba con tan solo 20 años. Se había creado así un
serio rival de la “Nueva Escuela Alemana” que se había estado desarrollando en
los últimos años, siendo Liszt uno de los representantes más destacados de
esta. Y es bien conocido que entre Brahms y Liszt no había admiración. Brahms
critica a Liszt porque presta mucha atención a los efectos externos y muy poca
al sentimiento, al mismo tiempo que desprecia la tradición y es irreverente con
el pasado. Brahms no quiere saber nada de la música con programa; para él la
música se basta a sí misma y aboga por indagar en el pasado para encontrar
modelos en los que inspirarse, siendo sus referentes Bach, Haendel, Haydn,
Mozart y, sobre todo, Beethoven.
Su producción para
piano fue una constante en su vida, siendo artífice de tres grandes sonatas y
un gran catálogo de piezas de diversos géneros, entre ellos variaciones
fantasías, caprichos, etc. Al final de su etapa intermedia, caracterizada por
haber alcanzado una brillante madurez, compone las dos “Rapsodias op. 79”
durante una estancia veraniega en Pörtschach y estrenadas por el propio
compositor en Krefeld, el 20 de enero de 1880. A partir de estas dos piezas se
establece un largo periodo de silencio en la composición pianística; pasarán
doce años hasta que vuelva a componer las 20 piezas cortas de 1892 en su
prodigiosa etapa final.
Las dos piezas que
conforman el op. 79 están dedicadas a su amiga y talentosa pianista Elisabeth
von Herzogenberg, quien propuso a Brahms llamarlas “Rapsodias”, pues el
compositor prefería simplemente la denominación “Klavierstücke” (piezas para piano). Presentan unas características
singulares y únicas en la producción brahmsiana para piano y conforman una
estructura con distintas versiones de la forma sonata en modo breve.
La “Rapsodia nº 1”, en carácter Agitato y en tonalidad inicial de Si
menor, es la más amplia y contiene una melodía popular a modo de cita a
Schumann publicado en el noveno número de su “Álbum para la Juventud”, Voksliedchen.
La “Rapsodia nº 2”, Molto appassionato, ma non troppo allegro
y en tonalidad de Sol menor, tiene forma de Allegro
de sonata con exposición (que se repite), desarrollo y recapitulación. En
la exposición aparecen cuatro breves temas o motivos bien diferenciados. En el
desarrollo toman protagonismo los motivos primero y cuarto de la exposición y
en la breve recapitulación tienen lugar variaciones que terminan con una coda
bien marcada.
Alexander
Scriabin (Moscú, 1871-1915)
El pianista y compositor, contemporáneo de Rachmaninov y Debussy, fue uno de los
compositores claves del siglo XX, siendo uno de los mayores artífices del
postromanticismo y el atonalismo. Su corpus para piano abarca más de doscientas
piezas y diez sonatas en las que se refleja su evolución compositiva, con
influencias que van desde Chopin en sus primeros años hasta la exploración de
los límites de la armonía tonal. Su peculiar sentido sinestésico, su afición a
la filosofía y su pasión por el misticismo le llevó a creer que su obra era un
mundo superior de conocimiento.
“Sonata para piano
núm. 4 en fa sostenido mayor, op. 30”, fue compuesta en tan solo dos días
del año 1903 y publicada en 1904. Estructurada en dos movimientos, Andante y Prestissimo volando, es una de las sonatas más cortas y brillantes
de su producción y está llena de contrastes. Finalizada su composición,
Scriabin escribió un poema para explicar su significado y está considerada como
el inicio del nuevo lenguaje musical, único y personal, del compositor ruso. El
primer movimiento está basado en un solo tema y presenta armonías muy
sugerentes, con acordes de novenas sostenidas o quintas aumentadas, así como el
“acorde de Tristán” que aparece ya en el séptimo compás, llamado así por ser el
primer acorde del Preludio de la
ópera “Tristán e Isolda”, de R.
Wagner. Los dos movimientos se tocan sin interrupción, siendo el segundo de
difícil ejecución con un cierre brillante.
Robert Schumann, (Zwickau, 1810 - Bonn,1856)
“Uno es músico cuando tiene la música no en los
dedos, sino en el corazón”, escribía Schumann una
vez asumido que no podría ser concertista de piano, tras el fracaso de aquel
artilugio inventado para que sus dedos fueran más deprisa. Poco tiempo después
comienzan sus episodios depresivos y en los periodos de lucidez desarrolla una
intensa creatividad que le llevan a componer grandes obras de arte. En 1834
funda la Nueva Gaceta Musical, en la
que revela a Chopin, Brahms y a otros músicos desconocidos. Poco tiempo después de fundar la revista inicia
su relación con la pianista Clara Wieck, hija de su antiguo profesor de piano,
con la que compartirá el resto de su corta vida.
“Novelletten
en fa sostenido menor, op. 21, núm. 8”. La obra fue compuesta
en 1838, en un periodo muy fecundo para Schumann. El título hace alusión a la
soprano Clara Novello por cuya voz el compositor sentía fascinación, aunque
está dedicada a Clara Wieck. Schumann le explica a su futura esposa a través de
una carta, que el título “Novellettes” se debe a que “tu nombre es Clara, y
“Wieckettes” no suena lo bastante atrayente”. Se trata de una serie de ocho
piezas para piano compuestas con la idea de interpretarse como una obra
integral, sin embargo, es más frecuente que se realicen con éxito por separado.
En este concierto escuchamos la octava pieza, la más larga y desarrollada de
todas. Estructurada en dos grandes partes contrastantes, hace referencia a
Clara Wieck a través de una cita de la melodía de “Soirées musicales, op. 6 no. 2”, compuesta por Clara dos años
antes. Está considerada como una hermosa y romántica declaración de amor.
Sergei Rachmaninov, (Semiónov, 1873, Los Ángeles, 1943)
El catálogo de obras del ídolo musical,
compositor, pianista y director del Bolshoi es extenso y sus grandes obras le
han convertido en uno de los últimos grandes compositores del postromanticismo
y uno de los pianistas más influyentes de la historia. Ríos de tinta se han
escrito sobre la agilidad y la longitud de sus dedos, hecho que se confirma por
la digitación y la extensión interválica de sus partituras, convirtiéndose así
en uno de los compositores más difíciles de interpretar. Desconocemos la medida
de los dedos del pianista Dmytro Choni, lo que sí sabemos es que esta última
obra con la que se cierra el recital requiere una gran agilidad física y mental
para llevarla a buen término.
“Sonata para piano núm. 2 en Si bemol
menor op. 36”. La sonata elegida para el recital fue
escrita en 1913 cuando Rachmaninov cumplía 40 años, tras un breve respiro
después de una agotadora gira de conciertos. Compuesta en alternancia con su
gran obra coral “Las Campanas” coincide
con el año de estreno de “La Consagración
de la Primavera”, de Igor Stravinsky. La Sonata no. 2 es una obra extensa que fue revisada en 1931 por el
propio autor, después de finalizar las “Variaciones
Corelli” y publicada por Gutheil inmediatamente, convirtiéndose así en la
versión de referencia. En esta revisión recortó largos pasajes de virtuosismo
pianístico, suprimió 120 compases y simplificó la textura para darle más
claridad. Estructurada en tres movimientos, el primero se inicia en Allegro agitato con un arpegio
descendente que desemboca en dos acordes acentuados bruscamente, dando paso a exuberantes
tresillos y seisillos que fluyen como olas.
Sin interrupción se presenta el segundo
movimiento, más calmado y melancólico, especificado con carácter Non allegro. La calma precede al último
movimiento, Allegro molto, en el que
otro arpegio descendente da paso a la traca final, con un gran despliegue de
energía, de velocidad y de contrastes característicos del compositor ruso.
Tomen asiento, cojan aire y prepárense a realizar un
recorrido por laberintos pianísticos de gran dificultad, pasajes vertiginosos y
rincones con una belleza desbordante. ¡Disfruten!
Mar Fernández