Ara Malikian: Festival Metrópoli Winter. Palacio de deportes Adolfo Suárez. Domingo, 23 de diciembre, 2018.
Si Ara Malikian decidiera aparcar el violín y dejar la música podría dedicarse a hacer monólogos para el Club de la Comedia y se ganaría la vida perfectamente. Humor no le falta y discurso tampoco. De hecho, repite los mismos discursos en cada concierto y sigue gustando. Un encargado de la seguridad del Palacio de Deportes comentaba previo al concierto: “si viniese todos los días llenaría todos los días”. Dado el caso no se si sería para tanto, pero el hecho es que cuelga el cartel de lleno absoluto al poco de anunciar una nueva fecha y Gijón se ha convertido en cita obligada cada año.
Llegó a Gijón y repitió el concierto del verano del 2017 titulado “La increíble gira de Violín”. Si obviamos que no se acordó de los “percebes” y su historia por tierras asturianas todo lo demás fue clavado al concierto anterior, incluídas pausas, monólogos y coreografías. Sonó “Voodoo Child” de Jimi Hendrix mezclado con el “Requiem” de Mozart. También “Life on Mars?” de David Bowie o “Kashmir” de Led Zeppelin, intercaladas con Bach o la “Campanella” de Paganini. Por supuesto no faltaron sus habituales “Danza Armenia”, el “Comodín Nº 8”, -versión de “Pajaritos por aquí”, o “El Vals de Kairo” dedicado a su hijo cuando aún estaba en la barriga de su madre. Y también tuvo su momento triste para acordarse de todos los refugiados y los migrantes.
Si al hecho de repetir concierto añadimos que muchos de ellos están colgados en internet y se pueden ver cómodamente desde el sofá con la calefacción bien humeante, ¿merece la pena volver a pagar otra vez la entrada -que no es barata- y pasar mucho frío en un pabellón de deportes en pleno mes de diciembre? Suena de locos pero sí merece la pena. Por un lado da gusto ver cómo interactúa con su banda, formada por músicos de gran nivel que integran un cuarteto de cuerda, batería y percusión hindú, a los que se suma el guitarrista Tony Carmona, habitual de grandes del pop español como “Mondragón”, Aute, Serrat o Luz Casal. También es un placer escuchar sus discursos tan divertidos y tan bien contados, aunque sean los mismos: ya lo decíamos antes, para monologuista no tiene precio.
Pero lo mejor es verle tocar el violín con maestría, con energía y con técnica impecable. Si lo vemos de cerca podemos observar cómo se van desgastando los pelos de su arco por el roce, a menudo que transcurren los temas. Muchos miles de notas salen de ese violín en cada concierto -al que bautizó como Alfredo Ravioli-, para ofrecer un repertorio que, aunque lo pueda parecer no es fácil. Es difícil dar coherencia a estilos tan contrastados como el rock, el glam, el barroco, el clasicismo, el romanticismo o las músicas de Europa del Este. Malikian encontró la fórmula para unificarlas todas y las aderezó con mucho sentido del humor. Por eso es capaz de llenar estadios una y otra vez y recibir ovaciones sonoras, como la de Gijón. Aunque repita el mismo concierto siempre hay hueco para una lectura nueva. Por lo tanto, aunque sea lo mismo sí merece la pena escuchar otra vez a Ara Malikian.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España