martes, 20 de agosto de 2019

Los Berrones: ¡que sigan berrando!



Los Berrones. Semana Grande, Plaza del Ayuntamiento. lunes 12 de agosto.

La plaza del Ayuntamiento de Gijón se quedó pequeña para albergar a tanto público dispuesto a celebrar el trigésimo aniversario de Los Berrones, la banda asturiana que ha sabido  captar la cultura rural (o mejor dicho, parte de ella) más que ninguna otra formación. De hecho, gracias a ellos sabemos donde está Tolivia (incluso aparece en wikipedia), el pueblo que los vio nacer y que sólo lo conocían sus 232 habitantes.  

En clave de humor, el periodista Pachi Poncela aportaba la oratoria antes de cada canción al estilo de Marcos Mundstock (Les Luthiers), pero  en versión asturiana y de pueblo, salvando las distancias. Nos recordó cual es el auténtico olor de los asturianos, que somos grandes artistas de la blasfemia, que lo medíamos todo con “santinas”, antes de que se inventara el sistema métrico y que seguimos trabayando pa’l inglés, pa’l indio o “pa’l primero que llegue con perres en bolsu”.  Magníficas las presentaciones cargadas de ironía, con un discurso crítico en el que cayó desde el árbol genealógico de la familia Rato hasta la realeza más rancia. 
El repertorio transcurrió con un repaso por lo más conocido del repertorio y varios temas de su nuevo disco ¿Ónde vas con eses traces?, que no tiene desperdicio.  Ramón Blanco y Olegario Méndez, originales de Los Berrones, se rodearon de grandes músicos de la escena asturiana que supieron imprimir la fuerza y la cadencia necesaria para que toda la plaza votara a ritmo de “Agárrate al mangu”, “Pueblos pequeños” o el punk-rock “Parásitos”, del último álbum. “La del estudiante” fue la primera que puso a toda la plaza a viva voz, con  “Tocata y fuga” de Bach precediendo al Gori-gori. A ritmo de rock, hasta los foráneos se enteraron de lo que significa “A cabruñar”, o el casi sinónimo “Calcar na tená”, con un lucido solo de guitarra, dicho sea de paso. “Menudo Talibán”, sonando al mismo ritmo que “Vaya gochu que yes”, del último álbum, ya consiguió calar entre el público con tan poco tiempo de rodaje (2018), al menos el estribillo. 

Casi al final llegó “Chacho”; acompañados por una banda de gaitas que aportaba una sonoridad muy asturiana, se vivió un momento estelar y emotivo antes de la famosa “Nun yes tu”. Toda la plaza cantando puño en alto. Antes de la traca final nos quedamos con las ganas de que Mon Blanco se arrancara a cantar “Child in Time” de Deep Purple, iniciada por José Ramón Feito al órgano, pero el cantante ya bastante tiene con defender honrosamente su repertorio, pues cantar, lo que se dice cantar nunca lo hizo del todo bien, ni tampoco lo pretendió. 

La habilidad de Mon, junto con Olegario, consiste en tomar nota de conversaciones de chigre o sentimientos patrios, y estrujar las letras  para formar versos hasta darle sentido en formato canción. Y en eso son unos artistas, porque los asturianos seremos todo eso que contaba Pachi pero, además, somos expertos en rechazar todo lo nuestro y aplaudir lo que viene de lejos. Por lo tanto, si aceptamos a alguien que sea de casa es porque algo de auténtico tiene. Treinta años jugando en casa, son muchos años y no se si habría que declararlos Patrimonio Nacional, como decía el presentador, pero sí estamos dispuestos a seguir escuchándolos berrar por muchos años.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España  

martes, 13 de agosto de 2019

Amancio Prada: una voz y una guitarra, pura poesía



Amancio Prada. Jardín Botánico. Domingo, 11 de agosto 

Después de escuchar un recital de Amancio Prada  sientes unas ganas incontenibles de llegar a casa corriendo y desempolvar algunos libros de poesía que han quedado semiocultos en alguna estantería, leer y releer para poder extraer toda esa magia que ha sabido plasmar en forma de canciones el poeta y cantautor nacido en el Bierzo. Pero no basta solo con leer poesía una y otra vez, porque el arte de Amancio Prada no consiste en poner música a poemas, él extrae la música que hay dentro de cada palabra y cada verso. Por eso es un artista singular. 
Poesías de grandes como Juan Ramón Jiménez , Rosalía de Castro, Fernando Beltrán, Juan Carlos Mestre o Chicho Sánchez Ferlosio, junto con versos propios, sonaron en la voz de Amancio Prada sin más revestimiento que su guitarra, en un entorno mágico como es el Jardín Botánico y para un público selecto que se mostró encantado durante toda la velada, a pesar del frío nocturno. 

Como novedad, presentó algunas canciones reunidas en su último disco  junto a Juan Carlos Mestre. De “Cavalo Morto” pudimos escuchar “Compañerita” y comprobar que mantiene la voz tan clara y tan limpia como cuando era un jovencito. Y es que Amancio Prada es de esa minoría de artistas que lucha por mantener vivo el rico acervo poético con el que contamos. Cantada con mucha emoción sonó “Jaula en el pecho”, primer poema del libro “Canciones y Soliloquios” de Agustín García Calvo. Nos sumergimos en los paisajes que vieron crecer a la gran Rosalía de Castro escuchando las “Campanas de Bastabales” y pudimos comprobar la gran admiración que profesa al poeta y cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, o la pasión que siente por la poesía de San Juan de la Cruz. 

Entre canción y canción había lugar para numerosas anécdotas, algunas divertidas, otras tristes y muchas históricas apelando a la emoción, pero, al fin y al cabo, cuenta sus vivencias a lo largo de su dilatada carrera. Si bien es cierto que para la presentación de cada canción siempre cuenta las mismas anécdotas, palabra por palabra, las hace tan de verdad que el público siente que está escuchando algo en primicia. Quizás porque las tiene interiorizadas y porque disfruta del ambiente que él mismo es capaz de crear, el caso es que funcionan muy bien. 

Es de agradecer que entre las miles de canciones que hay en su repertorio escoge temas apropiados para empatizar con el público asturiano. Así sonó “Oviedo crece” (“con perdón”, se excusó Amancio ha sabiendas de la rivalidad entre Oviedo y Gijón), una bella canción basada en un poema de su amigo Fernando Beltrán. También nos cantó y contó cómo descubrió en chile “Si la nieve resbala” del compositor Julio Domínguez y gran parte del auditorio le acompañó con el coro de principio a fin. 

Lorca sirvió para despedir una magnífica velada en la que hubo momento para risas, para nostalgia y sobre todo para apreciar la importante labor que hace un artista tan singular, que con su voz y una guitarra es capaz de detener el tiempo y alejarnos por un momento del ruido en el que estamos continuamente sumergidos. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

El poderío vocal de Diana Navarro



Diana Navarro. Escenario de Poniente, Semana Grande de Gijón. sábado, 10 de agosto. 

A la copla en España le pasa lo mismo que al gospel en Estados Unidos, todos los giros y los fraseos vocales están tan estandarizados que es difícil aportar algo nuevo sin que sea rechazado por el público. Muchos aficionados al género se habrán flagelado al escuchar “Encrucijada”, la copla de Marifé de Triana en versión Trap, último lanzamiento de Diana Navarro que formará parte de su nuevo disco cuyo título lo dice todo: “Inesperado”. Cierto que hay que hilar muy fino para que no suene a pastiche, pero la tremenda voz y las tablas de la artista le permiten abordar este nuevo mapa sonoro y apuntarse al exitoso carro del estilo de Rosalía. ¿Y porqué no? 

El concierto en el escenario de Poniente fue de lo más ecléctico en cuanto a repertorio, dentro de los parámetros de la cantante. Canciones teatralizadas como el bolero “Me bebo tus secretos”,  un desgarrador tema dedicado a los migrantes a través de “Olivia Ovidia”, la historia real de una mujer que le cautivó al pedirle ayuda para volver a su país, Bolivia. De su disco “Resiliencia” (probablemente, el mejor hasta ahora), rescató varios temas, entre ellos el intenso y reivindicativo vals “Los niños no”. Pero sus momentos cumbre llegaron con temas clásicos como “Señora” de Rocío Jurado o el cuadro flamenco que montó con “Ojos verdes” o “Campanera” de Joselito, entre otros. 

Abundantes cambios de vestuario lució en casi dos horas de concierto. Ella sabe que el vestuario, la elegancia y las poses son un plus muy valorado por el público aficionado al género. Y yo encantada, porque mientras se cambiaba pudimos disfrutar de magníficos instrumentales, como el “Adagio” del “Concierto de Aranjuez” o el espectacular “Orobroy” de Dorantes, interpretado por Javier “el Capitán” (guitarra), Juan Bandera (percusión) e Iñaki García (piano). Tres musicazos que tuvieron momentos para demostrar lo buenos que son. Quizás, faltaban más instrumentos (bajo, cuerdas, guitarra eléctrica, etc.), y así evitar disparar pistas pregrabadas en algunos temas más pop como “El Perdón” que, por otra parte, su despliegue vocal no puso al público de pie porque ya lo estaba, pero la ovación fue sonada. 

El escenario de Poniente con la voz de Navarro era el momento perfecto para entonar  “La Praviana”, esa tonada popular que ha sido incorporada al repertorio flamenco tiempo ha, y que de vez en cuando algún cantaor la rescata. Para más detalles el teclista se encargó de añadir un sonido tenido a modo de roncón de gaita,  contextualizando la canción asturiana como es debido. Magistral. 

 “Sola” comenzó tenue con voz y guitarra, para luego sumarse el resto de instrumentos y desplegar todo el potencial y el poderío vocal que exhibe en su mayor éxito. Una gran canción que marca una línea de estilo particular en la malagueña. No hay duda de que Diana Navarro es una de las mejores voces de este país y una artista singular, solo le falta escoger mejor sus canciones para que haya homogeneidad en el estilo.  Creo que, aunque a veces da tumbos con el repertorio, el tema “Sola” representa su esencia y el camino a seguir. 
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Manel Fuentes: Mala copia de Springsteen



Manel Fuentes & the Spring’s Team, Semana Grande. Escenario de Poniente, viernes 9 de agosto. 

“Nunca un concierto puede ser igual que el anterior”, es una de las máximas de Manel Fuentes y su banda Spring’s Team, y lo cumplieron con creces. Probablemente el de Gijón, como inicio de la Semana Grande, haya sido uno de los peores de su larga trayectoria imitando a Bruce Springsteen. Comentábamos en estas páginas en agosto del año pasado que el escenario de la carpa del Botánico le quedaba pequeño, sin embargo, el escenario de Poniente le quedó demasiado grande. Si a los problemas de sonido que hubo durante la primera parte del concierto, le sumamos la evidente falta de ensayo de la formación y la falta de fuerza en la voz de Manel Fuentes, el resultado fue lamentable y el concierto se convirtió en un sucedáneo mal copiado de Bruce Springsteen.

Independientemente de la mala ecualización que hubo durante toda la actuación,  la guitarra no sonó durante los primeros temas. Teniendo en cuenta el protagonismo del instrumento en las canciones del Boss, una banda de un caché nada modesto bien podía permitirse tener otra guitarra de repuesto. Pues se ve que no había, de hecho el guitarrista acabó cogiendo la Telecaster de Manel a partir del “No Surrender”. Para entonces ya habían sonado media docena de canciones con ruidos de fondo, desajustes en los volúmenes del saxo y el teclado y una batería y bajo que se adivinaban más que se oían. Como si no hubieran tenido tiempo suficiente para la prueba de sonido. Tocaron fondo con “Born to Run”: desafinado, modulaciones y progresiones de acordes mal ejecutadas, falto de medida...en fin, un desastre. 
A partir de ese momento muchos espectadores se fueron y los que quedaron rebajaron sus expectativas para entregarse a los himnos creados por Springsteen y pasárselo bien. Nos acostumbramos al mal sonido y todo fue mejorando. Manel no dejaba de recorrer el escenario de un lado a otro con la sonrisa permanente, los gestos de Springsteen calcados y esforzándose por agradar y mover al público. Él sabe que cae bien y que en Asturias es bien recibido, por ello en cada actuación cuenta alguna anécdota vivida con los asturianos. En esta ocasión volvió a repetir la del álbum de cromos firmada por todos los jugadores del Barça gracias a Quini, su ídolo antes que Bruce.

Decentes sonaron “Drive all Night” o “Wrecking Ball”, atrapando al público con los coros. Soltó toda la artillería pesada en los últimos temas, con “Born to the U.S.A.” o “Glory Days” y el público reclamaba alguna propina. Habitual en esta banda, se extendieron en los bises sin escatimar tiempo hasta lograr que los asistentes se olvidaran de la fatídica primera parte. 

En definitiva, un concierto que defraudó a muchos fans de Springsteen, sin duda, pero también dejó contentos a muchos espectadores que estaban en el recinto para ver a Manel Fuentes, el carismático presentador que sabe colarse en las pantallas del televisor cada semana y enamorar a la audiencia. Como decía una fan de Manel “No lo hizo muy bien, pero ye tan ricu”. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

sábado, 10 de agosto de 2019

Un Tsunami con menos fuerza


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Festival Tsunami Xixón. Teatro de la Laboral, sábado, 3 de agosto

El Tsunami ha llegado para quedarse y la clausura de esta tercera edición con todo vendido es una buena muestra de ello. Este festival es capaz de atraer a multitudes -8.000 aprox.-, de muy diversas edades y culturas, desde perroflautas hasta pijos progre, pasando por una buena representación de “los del montón”, viejos roqueros, punkarras, reivindicativos sociales o políticos, etc., cuyo objetivo común es escuchar a algunas de sus bandas favoritas, beber alcohol y pasárselo bien. Pues bien, que toda esta masa de gente pueda convivir durante dos días sin que se produzcan altercados se debe a dos cosas: la primera, una buena organización por parte de la directiva del evento y la segunda que, por el hecho de llevar tatuajes, pelo largo o ponerse camisetas agresivas no significa que sean delincuentes. Por lo tanto, todas estas protestas que ha habido meses atrás por parte de un sector de la población, con intención de cargarse el festival es una muestra de los prejuicios que tiene cierto sector de la sociedad ante estéticas más agresivas y diferentes al establishment.

En cuanto a la musical, creo que en esta edición se ha bajado un poco el nivel que veníamos manteniendo en las dos anteriores ediciones, aunque hayan conseguido traer otra vez a The Offspring. Con mucho postureo y poca calidad sonora tuvo su actuación la banda salmantina “El Altar del Holocausto”. La M.O.D.A., acrónimo de La Mavarillosa Orquesta Del Alcohol, fue la atracción para el público menos adicto a la distorsión y el doble bombo. El uso de instrumentos tradicionales (acordeón, banjo, saxo tenor, mandolina…), junto con la guitarra, bajo y batería aportan un colorido diferente. Tienen algunas letras que merecen la pena y, sobre todo, un potente directo que, por suerte, se aleja mucho de sus grabaciones. Se notaba que estaban muy motivados y fueron capaces de atrapar a muchos poco afines a la banda.  

 Tras la actuación de los suecos “No Fun at All”, que no aportaron nada salvo algunos vertiginosos solos de guitarra, pudimos ver en el escenario grande a los navarros Berri Txarrak (Malas Noticias), que no estuvieron a la altura de su concierto del 2017. Este grupo mueve mucho público y es uno de los referentes del panorama nacional en el estilo, sin embargo, su actuación pecó de una presión sonora rozando el límite de lo molesto, con una reverberación descomunal y una ecualización sucia. Maravillosamente bien sonó la grabación del “O bla di o bla da” cuando los Berri Txarrak concluyeron y bajaron el fader de la mesa de sonido del directo. El público vibró entonando a los Beatles.

Una de las actuaciones más esperadas era la de la banda británica “Kaiser Chiefs”, que acaban de presentar su nuevo disco “Duck”. De este disco pudimos escuchar algunos temas como “Golden Oldies” que en directo suena potente y no tan blandengue como en el disco. También sonaron clásicos como “Na na na na naa”, con el que calentaron al público hasta llegar al éxito de “Ruby”, donde el desmadre ya fue considerado. Tienen un repertorio heterogéneo y algunos temas no acababan de encajar en un festival como este, sin embargo, muy mencionable la labor del cantante Ricky Wilson, que defiende cada tema con mucho sudor.

Para concluir la noche y el festival, los anárquicos californianos NOFX. Siguiendo en su línea hablan más que cantan, se interrumpen unos a otros y sus canciones no dejan de ser básicas e intercambiables como cromos con Green Day o The Offspring. Como peculiaridad es de agradecer la armonización de voces que aportan a temas tan básicos.
En definitiva, un festival que concluye su tercera edición consagrándose como referente en la escena internacional del género, con un altísimo nivel de organización, pero, en cuanto a lo musical, este Tsunami ha perdido algo de fuerza.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España