lunes, 3 de septiembre de 2018

Homenaje a Jesús González Alonso: Reivindicando lo nuestro

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Gala homenaje a Jesús González Alonso: Festival Internacional de Piano de Gijón. Teatro Jovellanos, miércoles 23 de agosto.


Rescatar nuestro patrimonio cultural y visibilizar a nuestros grandes es una tarea pendiente de la sociedad española, sin embargo, hay iniciativas que rompen la tendencia. Es el caso del Festival Internacional de Piano de Gijón que rinde homenaje a la figura de Jesús González Alonso, un gran pianista gijonés al que una muerte prematura (cuarenta y un años) frenó su vertiginosa carrera como intérprete. Ya desde el 2011 la organización del festival acierta al dar el nombre del pianista al festival, que cuenta con diecinueve ediciones y gana prestigio año a año. Una gran idea, sin duda.
Eventos como la gala ofrecida en el Teatro Jovellanos para conmemorar el treinta aniversario de su muerte, tienen una importancia crucial a la hora de reivindicar nuestro acervo artístico, el de todos los asturianos y, por extensión, el de todos los españoles. Para ello, una selección de alumnos  brillantes del festival interpretaron algunas de las obras más importantes de la carrera de Jesús González como intérprete.

Abrió la estadounidense Jojo Yan interpretando la virtuosa obra de Enrique Granados “Allegro de Concierto”, de la que Yan supo extraer el carácter intimista y mantener la línea melódica por encima del desarrollo de arpegios de gran velocidad. Técnicamente impecable y bastante cercana a la pasión interpretativa que requiere esta obra,  teniendo en cuenta la corta edad de la pianista.

Los cambios de tempo y el carácter jazzístico conseguido por la coreana Soyoung Jung en “Rhapsody in Blue” sorprendieron a los asistentes, que disfrutaron con esta obra tan genial. Gershwin fue un compositor muy importante en la trayectoria de Jesús González y por ello le dedicó parte del primero de sus discos. Como también pudimos disfrutar de la interpretación de Meta Cerv con “Ronda Serrana” de Oscar Esplá: las largas horas de ensayo quedaron plasmadas en esta actuación.  
El pianista Xiangyu Zhao interpretó con acierto las tres primeras piezas de la suite “Cuadros de Exposición” de Mussorgsky  y para finalizar el concierto pudimos escuchar una grabación de las dos últimas piezas de esta suite interpretadas por el propio Jesús González Alonso, “La cabaña sobre patas de Gallina”, más conocida por “Baba Yaga” y “La Gran Puerta de Kiev”.  Previamente ya habíamos podido comprobar la calidad artística de Jesús González Alonso, escuchando una grabación de “Albaicín” de Albéniz.


La elección de las obras para rendir homenaje al pianista fue un logro por la variedad de composiciones, de colores y de riqueza armónica que pudimos escuchar. Además, entre obra y obra la musicóloga Sheila Martínez nos narraba los hitos más importantes de la vida del compositor ilustrados con fotografías, contando, al final, con la presencia del pianista y director del festival José Ramón Méndez, que aportó el momento emotivo de la noche con sus batallas como alumno de González.  En definitiva, el homenaje a Jesús González Alonso estuvo muy bien contextualizado, con una buena selección de obras y magníficos intérpretes que convirtieron esta gala en una agradable velada reivindicativa de un gran artista gijonés.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Kobrin borda a Chopin

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Alexander Kobrin. Festival Internacional de Piano de Gijón. Teatro de la Laboral, lunes 20 de agosto.

Es difícil asistir a un concierto donde se puedan escuchar las tres sonatas de Chopin seguidas, pero el Festival Internacional de Piano de Gijón intenta ponerse en el ranking de festivales de primera línea y, para ello, cuenta con pianistas de primer nivel y de visión peculiar. Así fue en el Teatro de la Laboral con el pianista ruso Alexander Kobrin que hizo todo un alarde de buena técnica, de sensibilidad y de conocimiento sobre el compositor.
La interpretación siguió el orden cronológico de las composiciones y, aunque pueda parecer cosa menor abordar tres sonatas del mismo autor no lo es en el caso de Chopin. La No. 1 corresponde al Opus 4, es decir, su cuarta obra, compuesta cuando solo tenía dieciocho años y, por lo tanto, presenta cierto grado de inmadurez en relación a sus posteriores obras. No por ello es una composición fácil de ejecución, en Chopin no hay nada fácil, de hecho -propio de la juventud de un genio-, cuenta con pasajes escalísticos y saltos de octava endiablados donde se atragantan muchos pianistas. Alexander la interpretó con la misma facilidad que podría tocar una nana.

Nueve años después compone la Sonata No. 2, correspondiente al Opus 35 y en ese intervalo de tiempo Chopin ya había hecho aportaciones importantes y esenciales a las composiciones de piano, por lo tanto, esta obra presenta una evolución significativa en cuanto a madurez y originalidad.  A pesar de la poca calidad sonora que ofrece el Teatro de la Laboral para los conciertos de piano, la ejecución de Kobrin fue magistral en los cuatro movimientos de la Sonata, destacando el tercer movimiento, la famosa Marcha Fúnebre, que fue incluída como parte de la Sonata con posterioridad y por ello se conoce esta obra como “Sonata Fúnebre”. También es muy destacable el endiablado Finale que se sostiene en un perpetuum mobile cargado de tresillos muy difíciles de ejecutar.


Para finalizar la No. 3, (Op. 58), una de las obras más magistrales de Chopin donde la técnica está al servicio de la composición (a diferencia de la No. 1) y donde muestra un gran poder emocional y un compendio de logros técnicos y artísticos adquiridos a lo largo de muchos años. Si el Allegro maestoso y el Scherzo fueron ejecutados con solvencia fue en el tercer movimiento, Largo, donde Alexander desplegó toda su capacidad de emocionar, para luego dejar al auditorio con la boca abierta con su interpretación del endemoniado Finale.  Sublime. El auditorio se fundió en un largo aplauso obligando al pianista a saludar varias veces. Por su parte hubo una propina, tocando una pieza de Bach que el público agradeció de nuevo con cara de satisfacción por haber podido escuchar a un pianista de tan alto nivel interpretativo.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España