Carvin Jones Band. Sala Memphis Live Music. Jueves, 25 de octubre
Algunas revistas famosas y prolíferas en rankings sobre guitarristas del mundo han situado a Carvin Jones como uno de los cincuenta mejores. Puede ser cuestionable la objetividad de estas listas y siempre surgen preguntas sobre quién las hace, con qué criterios, con qué objetivo, qué discográficas hay detrás, etc. Claro que si el mismísimo Eric Clapton es el que se manifiesta otorgándole una buen posición en alguno de los rankings gana credibilidad. Lo más objetivo es situarse frente al artista y que cada uno saque sus propias conclusiones. Para comprobar el caso de Carvin Jones tuvimos la oportunidad de asistir a uno de sus directos en la sala Memphis, en la presentación de su último trabajo “What a Good Day”.
Desde las primeras canciones captamos una sonrisa permanente, cara de disfrute y transmisión de buen rollo a un público que abarrotaba la pequeña sala y que quería escuchar al guitarrista de Texas acompañado de un batería y un bajista, su formación habitual. En poco más de una hora disparó un buen set de canciones propias a base de buen blues, rock and roll y alguna balada, intercalando éxitos muy conocidos como “Johnny B. Goode” de Chuck Berry. Todo bien tocado, bien estructurado y con un sonido aceptable.
De voz no va muy sobrado, sin embargo tiene un timbre que engancha y apetece seguir escuchando tema tras tema. Pero el público estaba allí para escuchar los solos de guitarra y comprobar si es verdad que se parece a Jimmy Hendrix con las seis cuerdas, si tiene el toque de BB King o si habla de tú a tú con Steve Ray Vaugham, entre otros. Su exhibicionismo, a base de poses con la guitarra en la espalda, tirado por el suelo, atacando las cuerdas con los dientes o mezclándose entre el público, forma parte de su estilo heredado de otros grandes que lo implantaron primero. Y gusta mucho. Pero, ¿y si cerramos los ojos, dejamos a un lado el postureo y nos centramos en lo que toca? Pues va a ser que también gusta mucho. Los solos de guitarra a base de potentes distorsiones sobresaturadas, en ocasiones aderezadas con efectos de wah-wah y en otras con largas reverberaciones, cautivaron a los más exigentes. Hubo alarde de virtuosismo, fusión de escalas modales -no solo pentatónicas- y dominio de múltiples técnicas como el tapping, bendings estirados al límite y resoluciones más que acertadas.
En definitiva, escuchamos a un guitarrista que tocó con los más importantes -Joe Cocker, Santana, Jeff Beck, Eric Burdon, Gary Moore, Albert Collins, etc.- ,estudió por los más grandes y se convirtió en uno de ellos a base de oficio. Porque Carvin Jones es un músico que, si puede, se sube cada día a un escenario para tocar. Y así es como se forja un buen guitarrista. Por mi parte suscribo la opinión de Eric Clapton.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España