Un espectáculo multicolor con ritmos
africanos
Teatro Jovellanos, domingo, 31 de mayo.
El “más difícil todavía” fue constante a lo largo de todo el espectáculo
ofrecido por el Circo de los Sentidos. Su propuesta, “Madre África”, nos
trasladó al continente mediante una amalgama de sonidos, ritmos y
sensaciones multicolores que cubrió el Teatro Jovellanos durante la tarde del
domingo. Para empezar seis artistas dan la bienvenida con un canto espiritual
bailando alrededor de seis talking drums gigantes, mientras los percusionistas
tocan djembés y tambores africanos. Una banda llamada “Inafrika Band” formada
por siete músicos mezcla ritmos africanos con armonías occidentales y ambienta
el transcurrir de diversos números circenses, comenzando con una virtuosa del
hula-hop y un equilibrista sobre una escalera demasiado delgada y
demasiado alta. Pero hay mucho más: dos chicas tumbadas en unas sillas que
hacen bailar barriletes de madera al ritmo de la banda y del canto de
otras tres chicas, un contorsionista con articulaciones de goma capaz de girar
todo el cuerpo (¡de infarto!), malabarismos con múltiples pelotas a ritmo del
“Wanna be startin’ somethin’” de Michael Jackson, equilibrios cada vez más
altos en una tabla apoyada sobre artilugios imposibles de sostenerse, piruetas,
saltos, etc.
También hay varios números en los que el protagonismo se lo lleva la música
y el baile. Muy colorista quedó la danza salvaje de patadas extremas y
movimiento de culo tipo “dança do creu” que se marcó el cuerpo de baile
mientras otros cantaban y proferían gritos bereberes, logrando la complicidad
con el público que no dejaba de dar palmas a ritmo de los percusionistas.
Muy bonito quedó el número en el que una chica toca una kalimba gigante colgada
del cuello con forma de cesta mientras canta una especie de nana. Más intriga
causó el número en el que una especie de saco recorre el escenario con
movimientos muy rápidos mientras otros bailan, talmente parecía que había algún
sistema motorizado debajo del saco, pero el misterio no se desveló hasta
el final. Y, por supuesto, no había motor.
Después de los equilibrios de un adulto y un niño con huesos de
silicona llegó el final con todos los artistas encima del escenario, ataviados
en multicolor, cantando y bailando la parte más africana del “Waka waka”
y haciendo una pequeña exhibición de sus habilidades. “Celebration”
de Earth, Wind and Fire y “Gonna Be All Right” de Bob Marley ambientaron el
jolgorio final en el que los artistas bajaron a bailar entre las butacas e
invitaron a subirse al escenario a algunos espectadores.
Pero los números presentados en sí no son nada nuevos, salvo algunas danzas todos los hemos visto en múltiples ocasiones. Lo que tiene de particular este circo es el sentido de comunidad. Todos son protagonistas y cuando no lo son hacen las funciones de ayudantes, todos participan en la danza y en el canto porque todos conciben el espectáculo como una unidad en la que cada uno tiene que dar lo mejor de sí mismo, transmitiendo alegría, simpatía y ganas. Porque en eso consiste el circo.
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España