lunes, 24 de mayo de 2021

 


“Los Estanques”, Museo del Ferrocarril. Sábado, 22 de mayo de 2021. 


El Museo del Ferrocarril quiso celebrar la festividad del Día Internacional de los Museos con una banda de pop-rock progresivo y psicodélico que no deja de sorprender cada vez que sacan algo nuevo. Y ya van cuatro álbumes en cuatro años de “Los Estanques”, un grupo del que se pueden resaltar muchos aspectos positivos y pocos negativos. Sin duda, es una formación muy solvente que va más allá de la psicodelia setentera y el rock progresivo de largas composiciones y una prueba de que estos géneros se mantienen vivos. 


Abrieron con “Partiré hacia el sol” del álbum “II”, con una potente y animada base rítmica en la que se explayan con un solo de teclado de lo más atractivo a cargo de Íñigo Bregel, líder y compositor de la formación de origen cántabro y afincados en Madrid. En el segundo tema “Caminando hacia el mar”, con partes imaginativas en cuanto a ritmo y un estribillo pegadizo sobre el wah-wah de la guitarra, me llama la atención el batería (Andrea Conti), cuyo set se reducía a poco más que bombo, caja y charles. ¡Madre mía lo que es capaz de rellenar este chaval con las escobillas!


Siguen con el original, breve y divertido “Percal” para pasar a “Sentado al son”, y en este tema toca reparar en el bajo, ese instrumento imprescindible que siempre pasa desapercibido. Pues en esta ocasión no y ya no le quité el oído a los fraseos constructivos y seguros de Daniel Pozo en todo el concierto. Su manera de decir cosas es poco habitual en este género, a pesar de que la ecualización del bajo dejaba que desear en esta ocasión. También podemos destacar la labor de Germán Herrero, aunque poco inspirado con los solos de guitarra aporta mucho con las bases rítmicas, los cortes abruptos y bien definidos, la armonía y los coros. 


Respecto a las letras, en general están bastante bien pero hay de todo; algunas parecen un corta y pega de frases que suenan bien por sí solas pero sin sentido homogéneo (“Can Sagaz”, por ejemplo), otras son punzantes, directas  y sin artificios (“¡Joder!” ), las hay inspiradas y originales como “Rosario” o “Soy español, pero tengo un kebab” y, también, construcciones en pro de la rima consonante un tanto forzada, como “Efeméride”. 


Lo menos atractivo de “Los Estanques” es la voz: el timbre de Bregel no destaca por color ni resonancias y, además, tiene una tendencia a alargar las notas al final de las frases que desluce algunas partes cantadas. Sin embargo, la capacidad creativa de Bregel suple estas carencias. 

Y es que musicalmente estos chicos son muy buenos, tocan muy bien, conocen su oficio y se nota por todos lados que poseen un gran bagaje y cultura musical, con múltiples influencias. Las composiciones están llenas de dificultades técnicas con compases de amalgama muy bien medidos y modulaciones inesperadas. Los arreglos suenan frescos, divertidos y atractivos. Por ello, “Los Estanques” es una banda que merece la pena escuchar y seguir su trayectoria.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España


sábado, 22 de mayo de 2021

Penélope Aboli y Patrin García-Barredo: Dos pianistas con libertad

 


Penélope Aboli y Patrin García-Barredo: recital de piano solo y a cuatro manos. Organiza: Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, viernes 21 de mayo, 2021. 

 “Al aire libre” es el título del programa ofrecido por las pianistas Penélope Aboli y Patrín García-Barredo en el penúltimo concierto de la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón. Un concierto atractivo y original de piano solo y a cuatro manos en el que se interpretaron obras de los compositores Crumb, Schuman, Ligeti, Bartók y Debussy.

A priori, resulta difícil encontrar una conexión entre estos compositores, ya que abarcan una enorme creación pianística en los últimos dos siglos, sin embargo, las intérpretes buscaron un nexo a través de un recorrido por distintas concepciones de los espacios abiertos, el cosmos y la naturaleza, seleccionando piezas que identifican estos elementos.

George Crumb (1927) es uno de los compositores americanos vivos más interpretados, (aunque casi nada por estas latitudes) y cuatro piezas de su obra “Makrokosmos” abrieron el recital, sumergiendo al espectador en una música poco convencional, donde Patrin García-Barredo se encargaba de percutir, rasguear e introducir objetos en el arpa del piano para alterar la sonoridad habitual del instrumento. Mientras, la sensibilidad de Penélope Aboli con las teclas quedó patente, ofreciendo un despliegue de pizzicatos, glissandos, trémolos, y otras técnicas contemporáneas de una manera elaborada y compleja, incluyendo citas a Chopin y a John Cage con su piano preparado. 

 Directamente, sin aplausos ni interrupciones (a petición de las artistas) se pasó del universo cósmico de Crumb al Romanticismo de Robert Schumann, con piezas de “Escenas del bosque” y “Retratos del Este”, ofreciendo una visión de la naturaleza bucólica a la par que hostil. Sin duda, no es fácil encontrar una conexión entre ambos compositores, sin embargo, este hecho aportó gran originalidad al concierto y apaciguó los oídos de algunos asistentes que gustan más de la música decimonónica.

Difícil la interpretación de “Cinco piezas para piano a cuatro manos” de Georgy Ligeti, sin embargo, la pareja formada por las dos pianistas funcionó perfectamente, respirando con sincronía, tanto en la “Marcha”, como en el “Estudio Polifónico” y, sobre todo, en las “Tres danzas nupciales”. 

Ligeti fue un compositor que influyó en Crumb, pero aún más influyó Bartók y su universo pequeño “Mikrokosmos”, una voluminosa obra de piezas progresivas que va desde partituras muy sencillas hasta las técnicas más avanzadas, como es el caso del “Volumen 5” que interpretó Penélope con gran profesionalidad. De Bartók también escuchamos la cuarta parte “Szabadban”, en húngaro “Al aire libre”, título que engloba el recital de Gijón y que da lugar a múltiples lecturas.

Para cerrar el programa, Patrin García-Barredo demostró dominio técnico de Debussy, uno de los compositores más profusos y complejos de la obra pianística. Entre “Images” y “Preludes” se lució ampliamente, cerrando a cuatro manos junto con su compañera Penélope con “En Bateau”, la primera parte de la “Petite Suite”, donde se percibe el continuo movimiento melódico sobre acordes quebrados a modo de barco navegando. Sin duda, la mejor interpretación de toda la velada.

Entre estos cinco compositores hay una significativa evolución del lenguaje con identidades propias y no es fácil abordar un repertorio así en un solo concierto, sin embargo, estamos ante dos pianistas maduras y que han sabido darle sentido a unas obras difíciles y heterogéneas con libertad. El aplauso sonoro fue agradecido por las pianistas con una danza a cuatro manos de Brahms, como propina. 

miércoles, 19 de mayo de 2021

M Clan en estado puro

 

M Clan, “Dúo Acústico”. Teatro de la Laboral, sábado, 15 de mayo de 2021. 

Los murcianos M Clan regresaron una vez más a Gijón, aunque esta vez en versión reducida. Un “Mini clan” formado por Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez, los originales de la banda, ofrecieron un concierto íntimo con el que poco a poco empezamos a ver luz. Y un buen síntoma de ello es poder asistir a conciertos de artistas que no son locales, como ha sido la tónica de los últimos meses. Y no porque tenga nada en contra de los de aquí, todo lo contrario. Como hemos podido constatar, tenemos artistas muy buenos de diferentes ámbitos, pero se echaba de menos carteles con más peso.  

“Filosofía Barata” abrió el concierto y se notaba cierto vacío sonoro; se echaba de menos los solos de Prisco o la contundencia de la batería, por ejemplo. Y por mi cabeza rondaba la idea de aburrimiento y sonido cansino: solo voz y guitarra tipo serrucho para rellenar, no pintaba bien. Sin embargo, seguidamente sonó “Souvenir” y la butaca llena cantando el estribillo con entusiasmo suplía las carencias de timbres contrastantes. Había entusiasmo por parte del público y profesionalidad por parte de los artistas que se manifestaron “felices y encantados de estar aquí otro año más”. Además, Tarque se desplegó con el cajón, la armónica, la pandereta o la guitarra, para aportar variedad.

En canciones como “Para no ver el final” es donde Tarque exhibe sus dotes vocales con un final de lo más soulero, aunque algunas notas se le escapen de afinación. Es uno de los mejores cantantes de rock que hay en español y en conciertos de este tipo, donde el sonido está desnudo de artificios, se percibe aún más su talento si está en buenas condiciones, que no siempre. Pero este viernes en el teatro de la Laboral fue un día de los buenos. Y volvió a mostrar su timbre rasgado en “California” y en “Las calles están ardiendo”, todo un alarde de potencia vocal.

El concierto fue un éxito porque no había ningún riesgo. Ellos son buenos, el público tenía ganas (para muchos era el primer concierto al que acudían tras muchos meses de pandemia), y la elección del repertorio no tenía desperdicio. Sonaron los temas más emblemáticos de la banda, desde el primer superventas versión de Steve Miller Band “Llamando a la Tierra” (cocinado por Alejo Stivel desde la producción), hasta la cansina “Carolina” de la que no pueden prescindir. Otro clásico que no faltó fue “Miedo” que Tarque dedicó a los sanitarios merecidamente, por estar en pie de guerra. Para mí, una de las mejores composiciones del prolífico Carlos Raya, con colaboración de Tarque.

Y para cerrar “Concierto Salvaje” que desde que vio la luz en el álbum “Delta” (2016), tenía todas las cartas para convertirse en un clásico imprescindible en cualquier gira. Y así fue, agradeciendo que no cierren con “Carolina”, que luego se te queda el soniquete en la cabeza de regreso a casa. En definitiva, se echó de menos a la banda en pleno y también hubiera estado bien alguna novedad o alguna composición nueva, pero al menos, vuelven las buenas canciones de rock en estado puro.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

 


Fran Juesas: un cantautor con gancho

 


Teatro de la Laboral, viernes, 8 de mayo de 2021. 



La suerte ha sonreído al cantautor asturiano Fran Juesas, pero es una suerte merecida, ya que no se puede meter en el mismo saco que a todos esos artistas “pelotazo”, que salen de un día para otro sin pasado y, probablemente, sin futuro. Detrás del micrófono y la guitarra que protegen al cantautor hay un trabajo y una constancia a base de tocar y tocar en infinidad de bares de toda la geografía asturiana, ganando adeptos poco a poco hasta culminar en la presentación de “Tiempo” en el teatro de la Laboral. Con una butaca casi repleta (teniendo en cuenta lo permitido por las restricciones), Fran Juesas junto con el pianista Edgar Olivero ofrecieron un concierto para todos esos cientos de Juesasliebers que le siguieron desde infinidad de pueblos asturianos. Juesas conocía a casi todo su público y había entusiasmo por ambas partes. 


El sonido bastante equilibrado y el orden de repertorio hecho con cabeza para que no decayera en ningún momento. Sin embargo, lo mejor y el gran acierto de Fran Juesas fue arroparse del músico y compositor Edgar Olivero. El pianista cubano le daba ese toque de sofisticación que faltaba en composiciones como “Nada” o “El resto del camino”, con unos coros superfinos y unos arreglos de piano muy logrados. Olivero es un musicazo que se ha curtido por los grandes escenarios acompañando a primeras figuras como Rosario Flores o Sole Giménez, entre muchos otros, y que destaca por su gran calidad musical y por su discreción, pues él sabe en todo momento quién es el artista principal. Los dos juntos llenaban el escenario y nada se echaba de menos. 

 

Otro de los aciertos de Juesas fue prescindir de éxitos comerciales de otros artistas que atraen a públicos menos adeptos, como acostumbra en sus bolos de bares. En su lugar optó por presentar nuevas canciones que plasmará en su próximo disco y un tema de Edgar Olivero sobre un niño cubano que soñaba con ser músico, con pinceladas de Eros Ramazzotti. Gran tema. 


Para despedir la velada sonó su éxito “Los años 80” y el público entusiasmado no quería que se acabara. Aún había tiempo hasta el toque de queda, así que Juesas se despidió con una versión de “Entre el cielo y el suelo” de Mecano, su grupo fetiche.


Fran Juesas es un cantautor con personalidad propia.  Aunque en algunos de sus temas denota un cierto parecido con Carlos Goñi de “Revólver” y en las canciones de desamor (o cortavenas, como él dice) nos viene un aire a Ismael Serrano, tiene una identidad. Las canciones de “Tiempo” son fáciles de digerir, no hay sofisticación de mensajes ni armonías y melodías complejas; las letras no son sabineras y tampoco tiene una voz espectacular, sin embargo, tiene gancho y engancha. Cae bien, canta y compone con sinceridad, por lo tanto, creo que tenemos cantautor para rato. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España