“Los Estanques”, Museo del Ferrocarril. Sábado, 22 de mayo de 2021.
El Museo del Ferrocarril quiso celebrar la festividad del Día Internacional de los Museos con una banda de pop-rock progresivo y psicodélico que no deja de sorprender cada vez que sacan algo nuevo. Y ya van cuatro álbumes en cuatro años de “Los Estanques”, un grupo del que se pueden resaltar muchos aspectos positivos y pocos negativos. Sin duda, es una formación muy solvente que va más allá de la psicodelia setentera y el rock progresivo de largas composiciones y una prueba de que estos géneros se mantienen vivos.
Abrieron con “Partiré hacia el sol” del álbum “II”, con una potente y animada base rítmica en la que se explayan con un solo de teclado de lo más atractivo a cargo de Íñigo Bregel, líder y compositor de la formación de origen cántabro y afincados en Madrid. En el segundo tema “Caminando hacia el mar”, con partes imaginativas en cuanto a ritmo y un estribillo pegadizo sobre el wah-wah de la guitarra, me llama la atención el batería (Andrea Conti), cuyo set se reducía a poco más que bombo, caja y charles. ¡Madre mía lo que es capaz de rellenar este chaval con las escobillas!
Siguen con el original, breve y divertido “Percal” para pasar a “Sentado al son”, y en este tema toca reparar en el bajo, ese instrumento imprescindible que siempre pasa desapercibido. Pues en esta ocasión no y ya no le quité el oído a los fraseos constructivos y seguros de Daniel Pozo en todo el concierto. Su manera de decir cosas es poco habitual en este género, a pesar de que la ecualización del bajo dejaba que desear en esta ocasión. También podemos destacar la labor de Germán Herrero, aunque poco inspirado con los solos de guitarra aporta mucho con las bases rítmicas, los cortes abruptos y bien definidos, la armonía y los coros.
Respecto a las letras, en general están bastante bien pero hay de todo; algunas parecen un corta y pega de frases que suenan bien por sí solas pero sin sentido homogéneo (“Can Sagaz”, por ejemplo), otras son punzantes, directas y sin artificios (“¡Joder!” ), las hay inspiradas y originales como “Rosario” o “Soy español, pero tengo un kebab” y, también, construcciones en pro de la rima consonante un tanto forzada, como “Efeméride”.
Lo menos atractivo de “Los Estanques” es la voz: el timbre de Bregel no destaca por color ni resonancias y, además, tiene una tendencia a alargar las notas al final de las frases que desluce algunas partes cantadas. Sin embargo, la capacidad creativa de Bregel suple estas carencias.
Y es que musicalmente estos chicos son muy buenos, tocan muy bien, conocen su oficio y se nota por todos lados que poseen un gran bagaje y cultura musical, con múltiples influencias. Las composiciones están llenas de dificultades técnicas con compases de amalgama muy bien medidos y modulaciones inesperadas. Los arreglos suenan frescos, divertidos y atractivos. Por ello, “Los Estanques” es una banda que merece la pena escuchar y seguir su trayectoria.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España