domingo, 28 de noviembre de 2021

La osadía de James Rhodes

 


James Rhodes, Gijón Sound Festival. Teatro de la Laboral, viernes 26 de noviembre de 2021.

Hay muchos motivos para aplaudir al pianista británico, recientemente nacionalizado español, James Rhodes. El motivo más importante por el que se merece todo el respeto del mundo es su valor para salir del infierno en el que ha vivido y haber contado al detalle sus intimidades en el libro autobiográfico “Instrumental”, convirtiéndose así en un referente para tanta gente que ha sufrido abusos sexuales a lo largo de su infancia. Un diez. Otro motivo que aplaudo es que rompa la rigidez de las “normas” estéticas y los protocolos que se han ido estableciendo en los recitales de música clásica a lo largo del último siglo, más concretamente a partir de la llegada de Hitler al poder. Me gusta que se vista con sudadera y vaqueros o que haya libertad para aplaudir entre movimiento y movimiento de la misma obra. Por qué no, si te ha gustado. Aplaudo que, bien sea por el morbo que suscita su historia o por otros motivos, haya conseguido acercar la música clásica a un público ajeno a los auditorios. También me parece genial que se comunique con el público en los recitales, que explique cosas de las obras que interpreta e incluso que diga tacos como “Beethoven es el puto amo” o “no hay sitio más bonito en todo el puto mundo que Asturias”, porque en las dos afirmaciones tiene razón y porque así se habla en la calle. Ahora bien, a nivel interpretativo tiene muchísimas limitaciones técnicas y es muy osado al escoger un repertorio tan ambicioso.

Comenzó tocando una versión libre del “Preludio en Mi bemol” de J.S. Bach, con una interpretación pausada y más cercana al minimalismo que encaja con su nivel técnico, pero nada que ver con el concepto de Bach. Y después de exhibir sus dotes de buen comunicador, abordó la “Sonata para piano nº 27” de Beethoven para rendirle homenaje en el 250 aniversario de su nacimiento, que se cumplió el año pasado. La dura infancia del genio de Bonn, con un padre borracho y maltratador, guarda cierto paralelismo con la infancia de Rhodes y la música fue el refugio de ambos, pero hasta ahí las similitudes. Beethoven, entre otras muchas cosas, fue un compositor que se caracteriza por su minuciosidad a la hora de detallar matices sobre cómo tenían que sonar sus obras. Y Rhodes no cumplía ni una. Además de los zarpazos que se le escapaban no había líneas claras en las melodías, los acordes atronaban con torpeza y las dinámicas estaban fuera de lugar.

Llegó el turno de Brahms, primero con la “Rapsodia en Sol menor, Op. 79” y después con el “Intermezzo en Mi bemol”. Y no sé cuál de las dos tocó peor. La mano izquierda de la Rapsodia iba lenta y torpe y los pasajes más oscuros y rápidos sonaban confusos, con un abuso de pedal de sustain que lo ensuciaba todo. El “Intermezzo” languidecía y aburría a las piedras.

Para finalizar, de nuevo Beethoven y la gran “Sonata en Do mayor Op. 53”, conocida como “Waldstein”, la cual destrozó totalmente. Atropellada como caballo desbocado y sin vida, parecía un bailarín afectado por el síndrome de Tourette.  En fin, fue horrible y ni siquiera se salvaron sus dos bises.

Tampoco se trata de pedir que toque las sonatas de Beethoven como lo haría Barenboim o Valentina Lisitsa, más bien es una cuestión de humildad y coherencia con las posibilidades de cada uno, y si no se puede hacer un triple salto mortal hay que conformarse con rodar con fluidez y hacer alguna pirueta de vez en cuando. En definitiva, si aparcara tanta osadía y escogiera un repertorio más acorde con sus capacidades le haría un gran favor al público.

Crítica publicada en La Nueva España 

Depedro: más música para los peques

 



Depedro, Gijón Sound Festival. Teatro de la Laboral, domingo, 21 de noviembre de 2021.

Decía Jairo Zavala en una entrevista de Radio 3 que las canciones para niños van más allá de una taza y una tetera. Y es justamente una de las reivindicaciones que más he oído a progenitores de infantes que ya han dejado el chupete hace tiempo. Si una amiga te pregunta por algún grupo o cantante que haga música para su hijo de nueve años, por ejemplo, ¿a quién le recomendarías? Creo que salvo “Petit Pop” poco más hay. Se salta de las canciones para bebés a la música para adultos, y así toda esa franja de edad intermedia se ve abocada a consumir reggaetones, rap y otros estilos con letras inadecuadas y a veces de mal gusto.   Por ello, el penúltimo trabajo de Depedro, “Érase una vez” (2019), aunque quedó un poco paralizado a causa de la pandemia, llegó y fue muy bien recibido. Y gustó tanto a los niños y niñas como a sus papás y mamás, porque son letras cotidianas y fáciles de digerir, sin tonterías. Además, musicalmente son sencillas y están bien tocadas, aunque no todas las del disco encajan con un público infantil, para mi gusto.

De la mano del “Gijón Sound Festival”, la banda de cuatro músicos que forman Depedro, con Jairo Zavala de frontman, se subió al escenario de la Laboral y puso a la butaca completa a silbar a ritmo de “Despierta”. Aquello parecía una pajarería, pero fue divertido y se creó complicidad entre público y escenario. “Dragón Alado” invitaba a bailar a ritmo de cumbia sabrosona, con la proyección de imágenes de vídeo creadas por Héctor de la Puente que se convertían en completas historias: gran artista y gran acierto. Otros temas como “Chilla que tiemble” o “Comanches” fueron un completo éxito, al igual que el tema que le da título al álbum.

Un poco más flojas sonaron “Vámonos al mar”, o “El Trato”, esta última cantada en inglés. El bonito tema “Te sigo soñando”, que grabó mano a mano con Luz Casal, fue la despedida antes de los bises. Y con todo el público en alto remató con la canción de Chavela Vargas “La Llorona” que, aunque bien cantada, está demasiado usada. Se me ocurren muchas otras canciones para un fin de fiesta sin caer en lo que hace la mayoría, pero es su elección. 

Depedro ha sacado un nuevo disco al mercado titulado “Máquina de Piedad”, sin embargo, no sigue la misma línea que “Érase una vez”, más bien está en la onda de sus anteriores trabajos, por lo tanto, parece que esto ha sido pasajero. Pues es una lástima, porque esta franja de edad necesita su propia música con letras y ritmos adecuados para sus vivencias.

Crítica publicada en La Nueva España 

Maika Makovski. Más visual que musical

 


Maika Makovski. Gijón Sound Festival. Sala Albéniz, sábado, 20 de noviembre de 2021.

Tras este periodo extraño de cancelaciones y aplazamientos que nos ha tocado, por fin llega la novena edición del “Gijón Sound Festival” y esta vez coincidiendo con el Festival Internacional de Cine de Gijón; después de tanta escasez se agradece la oferta.  La presentación del octavo y nuevo disco de Maika Makovski titulado “MK MK”, encajaba perfectamente con la esencia de lo que es el “Gijón Sound Festival”, o por lo menos, lo que yo entiendo que es su esencia, ya que en los últimos años me despistan algunos de los artistas escogidos. 

El esperado concierto arrancaba en la Sala Albéniz con una grabación (¿infantil?,¿ebria?), deliberadamente desafinada del poema sinfónico “Así habló Zaratustra”, como banda sonora para subir al escenario a Makovski y sus cuatro acompañantes: y esa música ambiental puede que tuviera su gracia, pero fue molesto para los oídos. Al instante suena “Scared of Dirt”, la primera canción con la que presentó su nuevo disco: dinámica, contundente y pegadiza, provocando la reacción de un público numeroso -dadas las circunstancias-, que quería agitar sus cabezas y moverse por la pista de baile, aunque tímidamente, por si acaso.

“Purpose”, cuyo inicio en directo parecía la mismísima “My Sharona”, evidenciaba una puesta en escena con una cantante que cambiaba de instrumento en cada una de sus canciones. Y eso siempre gusta. La actitud y la estética estaba cuidada al milímetro por todos los presentes encima del escenario, encajando perfectamente con esa pseudofilosofía punk llevada al rock que la cantante ofrece en sus conciertos. Predominio de los colores azul, blanco y rojo quizás, ¿para recordar que este disco ha sido grabado en U.S.A? No hubo presentaciones, ni explicaciones, ni mensajes, ni discursos aleccionadores entre canciones y los temas sonaban uno tras otro sin apenas interacción con el público, excepto para preguntar si estaban a gusto. Tampoco había solos de instrumentos, ni siquiera buenos músicos, aunque, eso sí, la apariencia era de todo lo contrario. Lo que había era mucho ritmo y mucha energía, de hecho, ninguna de sus canciones sitúa al metrónomo por debajo de 80 latidos por minuto.

De este nuevo disco de Makovski se salvan los cuatro videoclips que ha lanzado como promoción, por su calidad visual y poco más. Quizás, “I Live in a Boat”, cuyo ritmo un tanto ortopédico es muy efectivo y engancha. “Reaching out to you” suena machacona y monótona, con efectos grandilocuentes en cuanto a coros. En fin, que nada nuevo en el acervo de Maika Makovski, pero el público se mostraba encantado y vociferaban pidiendo “cabeza de cartel”, aunque una banda con canciones poco coreables es difícil que lo sea. Para finalizar sonó el sencillo “Love you Till I Die”, que tiene cierto encanto, y para el bis dejaron “Tonight”, esa canción de corte popular que cantaron todos arremolinados alrededor del piano.

 Sin duda, Maika Makovski ha conseguido alcanzar un nivel de popularidad -gracias a programas de televisión como “La Hora Musa”- y prestigio entre un sector del público afín a la música más alternativa, que se puede permitir hacer lo que quiera sin tener que dar explicaciones. Haga lo que haga va a quedar bien y sus seguidores le van a aplaudir.  Pero, musicalmente es muy mejorable.

Crítica publicada en La Nueva España 

Piazzolla x 100 años más



 “Piazzolla X 100”. Festival Jazz Gijón y Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, jueves, 11 de noviembre de 2021. 


El Festival Jazz Gijón y la Sociedad Filarmónica de Gijón se han unido para homenajear a Astor Piazzolla por el centenario de su nacimiento en un concierto denominado “Piazzolla X 100”, que inaugura su gira en el Teatro Jovellanos. La unión ha sido un acierto total al ser capaces de juntar a los aficionados al jazz, a los adeptos a la música clásica y a aquellas personas que gustan de sabores argentinos tradicionales. Porque la música bien hecha solo es eso: música buena. Y porque así es el legado de Piazzolla: un compendio de sonoridades  adquiridas a través de sus vivencias y de su amplia formación musical fuera de encasillamientos, que ha dado como resultado un estilo propio. 


La idea parte del pianista Federico Lechner, que forma un quinteto junto con el bandoneonista Claudio Constantini, el contrabajista Antonio Miguel, el batería Daniel “Pipi” Piazzolla (nieto del compositor) y la cantante Sheila Blanco. En el primer tema “Balada para un loco” encontramos todas estas influencias de Piazzolla absorbidas a través de sus maestros y admirados compositores, como Nadia Boulanger, Ginastera, Pugliese, Gershwin, Bach o Stravinsky, entre otros. Continuaron con “Milonga de la Anunciación” en la que los dedos de Lechner volaban libremente para dar paso a la dulce y delicada “Ave María”, muy lucida en la voz de Sheila Blanco, una artista polifacética que ha publicado recientemente un interesante disco titulado “Cantando a las poetas del 27”. Para mi gusto su momento más brillante fue durante la interpretación de “Balada para Mi Muerte”, un exquisito tema con una letra desgarradora que requiere echar las tripas por la boca. Y Sheila lo hizo. 


Continuó el recital con “Suite del Ángel”, formada por varias piezas instrumentales en las que el diálogo entre el piano de Lechner y el bandoneón de Constantini fue de lo más enriquecedor. Músicos excepcionales, sin duda, como también lo son el contrabajista y el batería que tuvieron sus momentos de exhibición individual, como parte de la esencia de un concierto de jazz. 


Después de la parte instrumental tan intensa vuelve la voz de Sheila Blanco y se produce un bajón de nivel con “Chiquilín de Bachín”. Ya con los latidos más calmados disfrutamos de la larga introducción pianística de “Vuelvo al Sur” y los fraseos del bandoneón antes de dar paso a una nueva visión del famoso “Libertango”, en el que el batería demostró que no solo tiene un gran apellido, sino que es un fantástico músico. 


El público agradeció la calidad del quinteto con un estruendoso aplauso que no cesaba, hasta que los músicos volvieron al escenario para regalar la entrañable “Adiós Nonino” en un tempo lento, finalizando con “J’oublie”, cantada en francés con gran delicadeza en la voz de Sheila. Un recital diseñado y ejecutado a conciencia para rendir homenaje a uno de los compositores más grandes del siglo XX, capaz de encajar en un festival de jazz, en un auditorio de música clásica o en una fiesta de música tradicional. Necesitamos otros 100 años para descubrir la versatilidad de Piazzolla y su legado de más de 2500 obras. Y necesitamos, sobre todo, conciertos como este. 


"Cantarinos pa que suañes". Lied en asturiano

 



“Cantarinos pa que suañes”: concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, miércoles, 27 de octubre de 2021.

Beatriz Díaz, soprano

Luis Vázquez del Fresno, pianista y compositor

Por causa de la pandemia el estreno de “Cantarinos pa que suañes” en el Teatro Jovellanos fue aplazado una y otra vez, hasta que por fin pudo celebrarse como es debido. Había muchas ganas de escuchar lied en asturiano, un género escasamente interpretado por estos lares. Claro que pocos son los compositores que le han prestado atención, pero, por suerte, tenemos al pianista y compositor Luis Vázquez del Fresno, uno de los más prolíficos de la escena asturiana y al que la Sociedad Filarmónica de Gijón quiso invitar bajo el epígrafe “Históricos de la Filarmónica”, 50 años después de su debut en esta sociedad.

La obra“Yerba op. 12”, compuesta en 1977 por Vázquez del Fresno y dedicada a D. Eladio de la Concha, abrió el concierto. Se trata de una obra tonal basada en siete temas populares asturianos y una pieza original titulada “Orbayu”.  En cuanto al estilo compositivo, la forma de abordar cada pieza presenta diferencias sustanciales, tanto armónicamente, con la utilización de la politonalidad en algunas de ellas, como en el tratamiento de la melodía. Varias técnicas pianísticas confluyen en esta obra y “Orbayu”, una pieza de influencia debussiana, es el nexo entre ellas. Desde luego es un gusto escuchar arreglos tan magníficos de piezas como “Dime paxarín parleru”, “Soy de Pravia” o “La mio neña”, entre otras, siguiendo la línea de Manuel de Falla con sus “Siete canciones populares”. Si bien es cierto que son canciones muy populares y existen múltiples versiones de estas, sin duda, Vázquez del Fresno ha aportado una forma diferente de arroparlas oscilando entre el romanticismo y el impresionismo. 

La segunda parte del concierto “Cantarinos pa que suañes” op, 30”, era la más esperada por el público y la que da título al concierto. Son trece composiciones para voz y piano de Vázquez del Fresno sobre poemas creados por el poeta asturiano José María González Fernández, que firma sus escritos como “Chemag”. Ya sin música los textos poseen una sensibilidad exquisita, por lo tanto, para defenderlos se requería una voz acorde a los poemas. No se me ocurre nadie mejor que Beatriz Díaz para tal cometido. La soprano allerana, a la que hemos visto cantando arias de enorme dificultad con gran solvencia, conoce y domina la técnica de la tonada y, además, conoce perfectamente la llingua asturiana y esa fusión la convierte en idónea para el papel. El uso reiterado de vocales cerradas, características de nuestro idioma, es una de las grandes dificultades para interpretar estos poemas: las terminaciones en “u” y en “e” requieren más exigencia para proyectar la voz y Díaz bordó una y otra vez los finales. También quedó patente esa capacidad de fusionar la tonada con el canto lírico en piezas como “Añada de una caparina”, donde la voz se acomodaba plácidamente entre las armonías mayores y menores y entre los pianissimos y los fortes, lo que demuestra la gran técnica y flexibilidad de Díaz.  Por otro lado, hay que destacar la interpretación de “La xaronca’namorá”, defendida por Beatriz con una sensibilidad y una técnica sublime a pesar del molesto timbre de un teléfono que no dejó de sonar durante toda la pieza. Cosas que pasan en directo.

El público encantado dedicó una larga ovación a los dos artistas y obtuvo a cambio dos propinas deliciosas. Sin duda, una velada singular tras haber escuchado una serie de lieder asturianos que convierten a “Cantarinos pa que suañes” en una obra a la que solo podemos desear larga longevidad en los escenarios.

Crítica publicada en La Nueva España