martes, 24 de julio de 2018

LOVE THE 90's: Éxitos caducados



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Festival Gijón Life. Parque “Hermanos Castro”, sábado 21 de julio.

Creo que fue Napoleón quien dijo aquello de “una retirada a tiempo es una victoria”. Aprenderse bien el significado de esta frase y aplicarla es lo que tendrían que haber hecho la mayor parte de los artistas que desfilaron la noche del sábado por el concierto, o más bien fiesta “Love the 90’s”, dentro del festival “Gijón Life”.

Lo cortés no quita lo valiente y creo que como concepto “Love the 90’s” está bien pensado. La intención: reunir a 6.000 personas cuyo hilo conductor se basa en que salían de fiesta en los 90’s y revivir aquella etapa como si no hubiera mañana. Por otro lado, es de las pocas generaciones que actualmente se mantienen activas en el mercado de trabajo y, por lo tanto, pueden pagar las entradas tan caras. La puesta en escena: bastante lograda a base de  iluminación con tecnología muy actual que imitaba las luces de neón y los leds de la década; unas pantallas gigantes que bombardeaban nuestras emociones con iconos culturales –Calimero, el príncipe de Bel-Air, el boli Bic de cuatro colores, el reloj Casio con calculadora, etc-; espaciadas llamaradas de fuego enmarcando el escenario; cañonazos de serpentinas al público, la mesa de los Dj’s en medio del escenario. En general, todo muy bien contextualizado y pensado para que la fiesta no decaiga en ningún momento. La idea es de Hugo Albornoz, de raíces asturianas –concretamente de Pola de Allande-, según nos contaba el Dj Fernandisco, -otro icono de los 90’s-, que hizo de maestro de ceremonias y de enlace entre artista y artista durante toda la noche.

A las 20:30 se abría el recinto con música enlatada a base de grandes éxitos de música disco. A las once de la noche Fernandisco daba paso a artistas que fueron  “one-hit wonderen su momento, es decir, artistas que fueron famosos por una o dos canciones y cayeron en el olvido.  OBK fueron los primeros: música enlatada y sus cuatro “éxitos”, incluido su “Historias de amor”. Me pregunto ¿Si llevas la música enlatada por qué no llevas la voz también y así nos ahorramos escuchar tanto desafine? Lo mismo pasa con Rebeca, una artista bastante “dura de pelar” y adicta a los escenarios que lo mismo se apunta a corista de Eurovisión que a una barbacoa, el caso es seguir ahí dando la nota. Era el turno de Jenny Berggren, única superviviente de la banda sueca “Ace of Base”  y su éxito “All that She Wants”, a la que podría aplicar lo dicho de “OBK” y de Rebeca juntos, excepto que llevaba una bailarina-corista que cantaba bastante bien. La brasileña Olga de Sousa conocida como “Corona” y los alemanes “SNAP” pusieron a bailar a todos con sus éxitos, entre ellos “The Rhythm of the Night” y “Rhytm is a Dancer”, respectivamente. Aún faltaban “Gala”, “Jumper Brothers” o “Chimo Bayo”, entre otros. Nada nuevo que comentar.
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Estos artistas han tenido su momento de gloria en la música de baile, nadie les quita el mérito, pero deberían de haber dado carpetazo a este capítulo y no dejarse seducir ni por dinero ni por la adicción al escenario, por muy adornado e iluminado que esté. El resultado es patético y sólo da lugar a risas y críticas despectivas. Esta es mi opinión.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Dani Martín: sin espacio para la improvisación


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Gira “Grandes éxitos, pequeños desastres”. Gijón “Parque Hermanos Castro”, viernes 20 de julio.

¿Por qué pagar unos cuantos euros  para ir a ver un concierto de Dani Martín cuando lo puedes ver en internet  gratis y sin que nadie te pise ni invada tu espacio personal? El hecho es que hay varios vídeos subidos  a la plataforma Youtube de la gira “Grandes éxitos, pequeños desastres”, donde se puede ver el concierto de principio a fin y es exactamente igual que el espectáculo ofrecido en Gijón.  Las mismas canciones, los mismos arreglos musicales, el mismo discurso, los mismos movimientos recorriendo el escenario, las mismas proyecciones, el mismo vestuario, los mismos defectos de vocalización y casi las mismas notas desafinadas.  Sólo una cosa diferente y es que a Dani Martín  se le ha caído el tinte azul del pelo. ¡Vaya! ¡Menuda diferencia! Es más, los vídeos están subidos por fans que han soportado largas horas de espera para estar en primera línea, por lo tanto, en vídeo se ve el espectáculo mejor que lo que podemos visionar los que no hemos hecho colas.

Quince minutos de espera para el inicio del concierto. Eso sí, estábamos muy entretenidos viendo cómo salían nuestras caras en las pantallas laterales bajo el título “Es tu momento de hacer el imbécil”.  Y resulta que a los españoles nos encanta reírnos de la vergüenza ajena. Vamos, que si hubieran estado otros quince minutos nadie se hubiera enfadado.  

Un gallo con un cartel que dice “¿Estáis listos cabrones?” inicia el show  y la banda arranca con “Volver a disfrutar”.  Apreciamos la primera diferencia entre el vídeo y el directo: el sonido. El recinto tiene muy buena acústica y el equipo de sonido es muy potente. Veinticuatro canciones de éxitos de “El Canto del Loco” y de Dani Martín en solitario son interpretadas en directo por  Paco Salazar y Roberto Lavella (guitarras), Candy Caramelo (bajo), Coki Giménez (batería) e Iñaki García (teclados). La banda suena contundente y empastada, sin florituras instrumentales a excepción de la introducción de piano en “Qué bonita la vida”. Los músicos están al servicio de las canciones y de la voz de Dani Martín, que se mostraba incómodo en ocasiones por la escucha de los auriculares. Aun así, son dieciocho años de carrera artística y sabe reponerse con profesionalidad, siguiendo el guion al dedillo.

Sabemos que estos shows se preparan minuciosamente y se mide cada detalle al milímetro, como lo hace una orquesta sinfónica, una ópera o cualquier otro espectáculo. Pero estamos hablando de rock. Y precisamente uno de los fuertes de este estilo es que cada directo suena diferente: los solos instrumentales no siempre son idénticos, hay espacios para la improvisación, la interacción con el público es un poco distinta -y no vale solo con cambiar  “Madrid” por “Gijón” o “paella” por “fabada”-, etc. En definitiva ¿merece la pena pagar por ver un concierto de Dani Martín? Si te gustan sus canciones y si juzgamos la satisfacción del público a la salida del abarrotado recinto la respuesta es afirmativa. Para mi gusto no, porque yo quiero escuchar algo sorprendente, algo diferente del concierto de Valladolid o del de Bilbao.  Pero, como se suele decir, el público siempre tiene razón.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Trump protagoniza el último show de la Orquesta Mondragón


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Concierto de la Semana Negra de Gijón. Miércoles 11 de julio. 



Con el anuncio de la actuación de la Orquesta Mondragón como principal cartel de los conciertos de la Semana Negra la pregunta circulaba por las redes: pero ¿todavía existe esa orquesta? ¿Gurruchaga sigue vivo? Tan vivo y tan polémico como siempre.  Esa es la impresión que se llevaron muchos cientos de espectadores que se congregaron para ver al showman con su orquesta, en un recinto cuyas características dejan mucho que desear. Pero ese es otro tema.

A ritmo de los Blues Brothers comenzó el show de la gira que conmemora el 40’ Aniversario del nacimiento de esta orquesta, cuya trayectoria siempre se ha caracterizado por tener muy buenos músicos y un maestro de ceremonias controvertido y transgresor.  Los músicos excepcionales desde el primer momento y entre ellos Marco Rasa, un gran teclista que jugaba en casa y por ello, estuvo pletórico en cada una de sus intervenciones. Gurruchaga iba mostrando poco a poco que se mantenía en forma, con temas muy conocidos como  “Corazón de Neón” o “Caperucita feroz” y comenzó su verborrea contra Donald Trump “el mayor hijo de la gran chingada del mundo” dedicándole “Imagine”, una canción de John Lennon que siempre lleva en su repertorio. El showman iba calentando el ambiente y ganándose al público con guiños a la tierra como “Viva la fabada”, que siempre funcionan. Para completar sus performance dos bailarinas escasas de ropa y movimientos erótico- sensuales.  Hasta ahí nada nuevo que no hayamos visto en muchos conciertos de la Orquesta Mondragón.

Mientras Gurruchaga abandonaba el escenario, la cantante Aroa puso al público enfervorizado con una pseudo-imitación de Tina Turner y su famoso “Simply the Best”. Después,  la orquesta se quedó sola tocando “Oh when the saints” con el que desfilaron grandes solos de cada uno de los músicos.  Buenísimas las interpretaciones pero, podrían haber buscado otro tema que estuviera menos manido y fuera menos populista. En fin.

Gurruchaga regresó al escenario disfrazado de Donald Trump y desató el griterío, las risas y la ovación  del público. “Trump” junto con una bailarina de lo más sexy, la bola del mundo en sus manos y un muñeco para poder pisotear, creó la performance de su canción “Que viene Trump” y rindió el público a sus pies. Todavía faltaban algunos éxitos como “Ponte Peluca” o “Lola Lola” para cerrar el espectáculo por todo lo alto y así fue.
 Javier Gurruchaga siempre ha sido un gran showman y para esta gira ha escogido un repertorio muy adecuado, desechado éxitos como “Ellos las prefieren gordas” por sus connotaciones machistas. Así demuestra que “a sabiduría popular” pocos le ganan.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

sábado, 21 de julio de 2018

Final del Concurso Internacional de Música Antigua de Gijón: Opiniones Divergentes



VII Concurso Internacional de  Música Antigua de Gijón. Centro de Cultura Antiguo Instituto. Miércoles, 11 de julio
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El jurado y el público no siempre están de acuerdo y supongo que es una cuestión de criterios. En principio el público se decanta por lo que ve, lo que escucha y lo que siente en ese momento, mientras que un jurado especializado tiene en cuenta otros factores que, a veces, se escapan de la comprensión de la mayor parte del público. Así surgen calificativos como “tongo”, “esto está amañao”, etc. Esto es lo acontecido en la final del Concurso Internacional de Música Antigua de Gijón una vez emitido el fallo del jurado, que se decantó por un “ex aequo” entre las dos formaciones: “Vox Tremula” e “Ibera Auri”.  Pero también había un “Premio Especial del Público” y este recayó en la formación “Ibera Auri”. La polémica estaba servida.
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Los tres flautistas de “Vox Tremula” abrieron el concierto, interpretando cinco piezas que van desde el medievo hasta el barroco tardío, con un despliegue de flautas barrocas y renacentistas de distintas tesituras. La interpretación de las dos primeras piezas, “Una panthera” (J. Ciconia) y “Se do mal que me queréis” (Anónimo), fue correcta, salvando los problemas de afinación que presentan estas flautas por los cambios de temperatura y humedad. “La canción del emperador” (J. des Prez) y “Contrapunto XIII” (J.S. Bach) dio lugar al lucimiento de la flauta bajo que sostenía la voz grave para apoyar los fraseos de las otras dos voces. Dos piezas interesantes que tuvieron una interpretación correcta pero, quizás, con excesiva rigidez. Con más soltura y solvencia finalizaron su concierto con “La Follia” (A. Vivaldi), una brillante pieza que levantó aplausos sonoros.
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“Ibera Auri” supo conquistar al público por la diversificación instrumental, combinando flautas con clave y voces. Con más acierto que su interpretación en la semifinal este grupo se decantó por un repertorio de carácter ibérico, en el que destacó “Sosieguen, descansen” (Sebastián Durón) por la interpretación del clave, la buena expresión vocal y los bonitos pasajes de flauta en contrapunto con la voz mezzo. También, muy destacable la interpretación de “Marizápalos” (Anónimo), adornada con una bonita historia para contextualizar e interpretada con el clave, las dos flautas y las dos voces, alternando y obteniendo un diálogo de gran riqueza sonora.

Aunque el público asistente a la final lo tenía muy claro para el jurado era muy difícil, de ahí el empate técnico. Además de la dotación económica (1.700 €), la posibilidad de formar parte de la programación de la Sociedad Filarmónica de Gijón es un aliciente muy importante para estas formaciones que dedican muchas horas al estudio y tienen pocas oportunidades. Hay que aplaudir a todos los participantes en esta edición del concurso pero, sin duda, el mayor aplauso le corresponde a la propia organización del Festival de Música Antigua de Gijón, por la calidad que ofrece y el nivel tan alto conseguido en su edición XXI.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

miércoles, 11 de julio de 2018

GRAN CAÑÓN: Casi una superbanda


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Festival Metrópoli. Viernes, 5 de julio
¿Qué diferencia hay entre uno de esos grupos locales –de cualquier ciudad-, formado por músicos más o menos buenos, que se dedican a tocar  versiones archiconocidas  de clásicos del rock (por cuatro duros y unas cervezas), y una banda que lleva por nombre “Gran Cañón”? La diferencia está en que esta banda la forman dos de las figuras más conocidas del cartel pop rock español, capaces de atraer a un numeroso público de lo más heterogéneo y, además, cuentan con un equipo de sonido que despeina. El caché lo permite, mientras que los grupos locales tienen que conformarse con “equipillos” que, si suenan algo decente hay que estar agradecidos. Cuestión de medios o, mejor dicho, cuestión de pasta. 

 Los nombres de primer cartel son el cantante Carlos Tarque  (M-Clan) y Leiva (¡qué pereza!!), que en esta ocasión asumía las labores de batería.  Para completar la banda el gran maestro Julián Maeso (teclados), el guitarrista Ovidi  (Los Zigarros) y dos más de M-Clan: Prisco a la guitarra y Chapo al bajo.

 En cuanto al repertorio, asequible para los oídos más variopintos. Iniciaron con grandes temas de Led Zeppelin, Hendrix,  Eagles y Eric Clapton. Poco a poco, durante estos cuatro primeros temas iban consiguiendo que la ecualización de agudos perdiera estridencia y que Leiva calentara sus músculos, pusiera en marcha el metrónomo y acertara con los breaks de batería. Le costó trabajo pero, más o menos, el resto del concierto dio el pego ante un repertorio exigente. Lo más destacable fueron sin duda los solos de guitarra de Prisco en temas como “High Voltage” (AC/DC), “Are you Gonna Be My Girl” (Jet) y un tema de Ray Charles en el que destacó también el solo de Julián Maeso.  Sin duda el teclista es un pilar fundamental para esta banda y se lució en muchas ocasiones. También Carlos Tarque estuvo espléndido con la voz, derrochando fuerza y demostrando que tiene una tesitura capaz de abordar desde temas de los Rolling Stones, pasando por “Creedence Clearwater Revival”, hasta llegar a “Lenny Kravitz”.


Lo tenían todo para brillar: buen repertorio, buen equipo, buenos músicos… Y lo consiguieron porque el público congregado tenía intención de pasárselo muy bien,  tararear estribillos más que conocidos y, de paso, ver a artistas famosos.  Sin más exigencias. Pero, si en algo aventajan los grupos locales -mencionados antes- a una banda como Gran Cañón es que ensayan y ensayan y ensayan. Esto es lo que les falta a Gran Cañón. Suenan bien porque son buenos músicos, porque tienen canciones que otros artistas se han encargado de consagrar y porque tienen un gran equipo de sonido, pero falta ensayo.  Falta empaste y faltan muchas horas de rodaje para ser un superbanda. Por lo demás todo bien. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España