Pancho Varona, “Ruta 52”. Terraza de La Laboral, viernes 27 de agosto,2021.
Pancho Varona canta horriblemente mal, incluso peor que Sabina, que ya es decir. Su timbre es pobre y no afina frase ni queriendo. Además, como guitarrista nunca ha despuntado de manera significativa, ni por sus solos ni por tener un sonido único y su nombre ha estado siempre a la sombra de otros de primera línea, principalmente Sabina. Sin embargo, ahora que su frontman está en horas bajas se puede permitir el lujo de hacer una gira en solitario, llamarla “Ruta 52” para aprovechar el tirón mediático de la inmortalizada “Rute 66” y llenar todas las butacas.
“Más de 100 mentiras”, publicada en el álbum “Dos pájaros de un tiro”, abrió el concierto y una docena de canciones archiconocidas fueron las que sonaron en la Terraza de la Laboral, cantadas por Varona guitarra en mano. El resto del tiempo “Panchito, Panchito” (así es como le llama Sabina), se dedica a contar las historias que preceden a cada canción advirtiendo que “cuanto más cuente y menos cante mejor para todos”. Y es totalmente cierto. Pero es que, además, ni siquiera esas historias que preceden a cada canción son originales porque cada una de ellas las ha contado muchas veces en diferentes entrevistas que ha concedido a lo largo de su larga trayectoria y algunos detalles han variado. Cosas del tiempo.
Nos contó la anécdota de “Peor para el sol” con Christina Rosenvinge y siguió con “Ahora que”, una canción “casi perfecta para un amor casi perfecto”, nos recordaba Varona después de aturdir nuestros oídos al no conseguir hacer una frase completamente afinada hasta bien pasado el primer estribillo. Otro tanto podríamos decir de “Hotel, dulce hotel” y “Ruido”, ese precioso tema cuya letra original es de Pedro Guerra y Sabina le cambió algunos versos hasta convertirla en una obra de arte. Lo paradójico es que la canción que peor cantó fue “La canción más hermosa del mundo”. Nos explicó que la letra es tan larga que les costó hacer la música a Antonio García de Diego y a él, y decidieron comenzar con versos de notas muy graves hasta terminar con versos muy agudos, pensando en que nunca la tendrían que cantar. Y aquí encajaría perfectamente un emoticono de Instagram o WhatsApp, de esos que aparecen con la boca y los ojos bien abiertos, porque resultó un dolor de oídos en la voz de Varona.
Claro que el mérito es que en todo su repertorio Varona es protagonista de la parte musical y por eso se puede permitir contar un montón de anécdotas. Pero también quiso cantar una canción de “La Mandrágora” en la que no intervino ni en la letra ni en la música, y la canta porque es la que más le gusta y significa un resorte para su vida. Se trata de la emblemática “Pongamos que hablo de Madrid”. Aún faltaban los grandes éxitos de los conciertos de Sabina: “Y sin embargo”, “La del pirata cojo” y “Princesa”, de las que, aparte de las anécdotas que ya habíamos oído no había por donde cogerlas (en cuanto a afinación, me refiero). Pese a todo, los aplausos fueron bien contundentes.
En fin, llegado a este punto parece que ha quedado claro que, en mi opinión, la calidad musical de un concierto de Pancho Varona deja mucho que desear. Sin embargo, absolutamente todos los presentes salimos de allí con gran satisfacción y con la sensación de haber asistido a un evento ¿único?, ¿mágico?, ¿nostálgico?... Me viene a la cabeza aquella anécdota tan difundida por los medios de comunicación que se contaba de Lola Flores: “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”.