domingo, 29 de agosto de 2021

Pancho Varona: A la sombra de Sabina

 


Pancho Varona, “Ruta 52”. Terraza de La Laboral, viernes 27 de agosto,2021. 


Pancho Varona canta horriblemente mal, incluso peor que Sabina, que ya es decir. Su timbre es pobre y no afina frase ni queriendo. Además, como guitarrista nunca ha despuntado de manera significativa, ni por sus solos ni por tener un sonido único y su nombre ha estado siempre a la sombra de otros de primera línea, principalmente Sabina. Sin embargo, ahora que su frontman está en horas bajas se puede permitir el lujo de hacer una gira en solitario, llamarla “Ruta 52” para aprovechar el tirón mediático de la inmortalizada “Rute 66” y llenar todas las butacas.


“Más de 100 mentiras”, publicada en el álbum “Dos pájaros de un tiro”, abrió el concierto y una docena de canciones archiconocidas fueron las que sonaron en la Terraza de la Laboral, cantadas por Varona guitarra en mano. El resto del tiempo “Panchito, Panchito” (así es como le llama Sabina), se dedica a contar las historias que preceden a cada canción advirtiendo que “cuanto más cuente y menos cante mejor para todos”. Y es totalmente cierto. Pero es que, además, ni siquiera esas historias que preceden a cada canción son originales porque cada una de ellas las ha contado muchas veces en diferentes entrevistas que ha concedido a lo largo de su larga trayectoria y algunos detalles han variado. Cosas del tiempo.  


Nos contó la anécdota de “Peor para el sol” con Christina Rosenvinge y siguió con “Ahora que”, una canción “casi perfecta para un amor casi perfecto”, nos recordaba Varona después de aturdir nuestros oídos al no conseguir hacer una frase completamente afinada hasta bien pasado el primer estribillo. Otro tanto podríamos decir de “Hotel, dulce hotel” y “Ruido”, ese precioso tema cuya letra original es de Pedro Guerra y Sabina le cambió algunos versos hasta convertirla en una obra de arte. Lo paradójico es que la canción que peor cantó fue “La canción más hermosa del mundo”. Nos explicó que la letra es tan larga que les costó hacer la música a Antonio García de Diego y a él, y decidieron comenzar con versos de notas muy graves hasta terminar con versos muy agudos, pensando en que nunca la tendrían que cantar. Y aquí encajaría perfectamente un emoticono de Instagram o WhatsApp, de esos que aparecen con la boca y los ojos bien abiertos, porque resultó un dolor de oídos en la voz de Varona.


Claro que el mérito es que en todo su repertorio Varona es protagonista de la parte musical y por eso se puede permitir contar un montón de anécdotas. Pero también quiso cantar una canción de “La Mandrágora” en la que no intervino ni en la letra ni en la música, y la canta porque es la que más le gusta y significa un resorte para su vida. Se trata de la emblemática “Pongamos que hablo de Madrid”. Aún faltaban los grandes éxitos de los conciertos de Sabina: “Y sin embargo”, “La del pirata cojo” y “Princesa”, de las que, aparte de las anécdotas que ya habíamos oído no había por donde cogerlas (en cuanto a afinación, me refiero). Pese a todo, los aplausos fueron bien contundentes. 


En fin, llegado a este punto parece que ha quedado claro que, en mi opinión, la calidad musical de un concierto de Pancho Varona deja mucho que desear. Sin embargo, absolutamente todos los presentes salimos de allí con gran satisfacción y con la sensación de haber asistido a un evento ¿único?, ¿mágico?, ¿nostálgico?... Me viene a la cabeza aquella anécdota tan difundida por los medios de comunicación que se contaba de Lola Flores: “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

jueves, 26 de agosto de 2021

Ospa en Camín: la OSPA en versión orquesta de cámara

 


“Ospa en Camín”. Teatro de la Laboral, martes 24 de agosto, 2021. 


“OSPA en Camín” es el título de la gira que realizan varios componentes de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias para conmemorar el año Xacobeo 2021. Formada para la ocasión como orquesta de cámara con once músicos -un contrabajo, dos percusionistas, dos oboes, dos contrafagot, dos trompas y dos clarinetes-, capitaneados por el contrafagot John Falcone, alegró la tarde a los aficionados a la música clásica tan escasa en el periodo estival. 


Para comenzar, una interesante partitura de Mozart compuesta en 1782 para octeto de vientos, la “Serenata nº 12 para vientos en do menor K. 388”, la cual difiere sustancialmente del resto de serenatas por su carácter serio y sinfónico alejado de divertimentos y ligerezas. La obra se estructura en cuatro movimientos, comenzando con un prodigioso Allegro inicial cargado de dramatismo que fue abordado por la orquesta con timbres contrastantes muy firmes en definición. El resto de los movimientos fue un paseo para los componentes de la orquesta acostumbrados a interpretar partituras del de Salzburgo. Muy brillantes estuvieron en el Allegro final en forma de variaciones, destacando la dificultad de la particella del contrabajo que fue interpretada por Francisco Mestre con gran soltura.

 

La segunda obra de la tarde fue un arreglo de la Suite para Orquesta del Ballet “Romeo y Julieta” de Prokofiev. Para la ejecución se incorporaron dos percusionistas que contribuyeron a engrandecer el marcado ritmo que requieren las danzas y las trifulcas entre montescos y capuletos para que las melodías de oboes y clarinetes fluyan. La interpretación de los cinco movimientos estuvo fantástica, a pesar de que esta obra se acostumbra a escuchar con una orquesta de mayores dimensiones y, por lo tanto, con más contundencia. 


De la música rusa se fueron a Estados Unidos con una selección de temas muy conocidos de la ópera “Porgy & Bess”, compuesta por Gershwin y arreglos de A. Skirrow.  La selección era muy apropiada para la ocasión, comenzando por “Summertime” que siempre gusta en cualquier versión y, aunque esta formación está más ducha en interpretar obras de carácter europeo supieron aproximarse livianamente al feeling que requieren estas composiciones. Quizás, que John Falcone sea americano ayudó algo. El caso es que da gusto escuchar esa música por estas latitudes y el escaso público que se congregó quedó encantado reclamando más. La orquesta volvió a ocupar el escenario para interpretar el conocido “Easy Winner” de Scott Joplin, en un fantástico tempo muy alegre y divertido.


Para finalizar, como segunda propina pudimos escuchar uno de los mejores arreglos que se hayan hecho de “Asturias patria querida”. La partitura está creada por el asturiano Daniel Sánchez, presente en la actuación  y clarinete bajo principal de la OSPA y, sin duda, merece la pena reparar en ella. Todos los acordes, desde el primero hasta el último (el penúltimo sobremanera), están muy bien pensados. Esperamos escuchar más veces esta versión (y con más vueltas mejor), y también a esta singular orquesta de cámara. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

viernes, 20 de agosto de 2021

Alexander Kobrin frente a Chopin y Mussorgsky

 


Alexander Kobrin, Festival Internacional de Piano de Gijón “Jesús González Alonso”. Teatro Jovellanos, miércoles 18 de agosto, 2021.  


Hace tres años por estas fechas apuntábamos en este periódico la audacia de Alexander Kobrin al abordar las tres sonatas de Chopin en un mismo concierto organizado por el Festival Internacional de Piano de Gijón “Jesús González Alonso”. El éxito logrado ha provocado que en la presente edición del Festival se haya vuelto a contar con la presencia de Kobrin para el segundo y último concierto del Festival, que sigue apostando por mantener el nivel alcanzado en ediciones anteriores. 


El concierto en el Teatro Jovellanos se estructuró en dos partes compactas dedicadas a la música del periodo romántico y Chopin no podía faltar. Varias grabaciones en CD catapultan a Kobrin como uno de los grandes especialistas en el repertorio del compositor polaco y para este recital seleccionó varias piezas de distintas técnicas pianísticas. Para empezar “4 Mazurkas Op. 24” publicadas en 1836 que Kobrin abordó con una técnica que rebosaba sensibilidad, precisión y riqueza de planos sonoros. Continuó con la “Fantasía Op. 49”, compuesta cuando Chopin contaba con 31 años y estaba en un momento de convulsión política. La obra escrita en un solo movimiento con distintas indicaciones de tempo fue abordada por Kobrin con maestría, destacando la soltura con la que ejecutaba los pasajes de octavas terminando en una especie de marcha triunfal. Seguidamente interpretó “Berceuse Op. 57” o canción de cuna, la cual se basa en una serie de variaciones sobre un tema ostinato con una textura y sonoridad compleja que Kobrin demostró conocer profundamente. Finalizó la parte dedicada a Chopin con “Barcarola Op. 60” que Kobrin abordó en un tempo más lento que otros intérpretes, pero con sentido y conocimiento del autor. 

Ya en la segunda parte y tras las presentaciones de Andrea García, directora de producción del festival que sustituyó de viva voz al programa de mano habitual que se suele entregar en papel, Kobrin interpretó la obra programática “Cuadros de una Exposición” de Modest Mussorgsky, compuesta en 1874 e inspirada en pinturas de su amigo Víctor Harkman. Aunque esta obra está demasiado manida y puede llegar a resultar cansina -se interpreta cada año-, sigue teniendo mucha audiencia y sigue siendo una apuesta fuerte para cualquier recital. Además, Alexander Kobrin conoce muy bien el repertorio ruso y sobre todo del periodo romántico y su interpretación fue francamente limpia y depurada. La apoteosis del décimo y último cuadro levantó una gran ovación por parte del público y fue correspondida por parte del pianista ruso con una breve pieza de Debussy.


En definitiva, el programa elegido por Kobrin para un recital de piano no es para quitarse el sombrero y no está a la altura de su último recital en Gijón, sin embargo, las obras escuchadas presentan diferentes grados de dificultad y tuvieron una ejecución brillante. Kobrin ha bajado un poco el listón, pero sigue siendo una experiencia escucharle interpretar a Chopin.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España