Joana Serrat presenta su
disco “Dripping Springs”. Sala Memphis Gijón, 10 de marzo
Parece ser que cuando Joana Serrat graba un disco nuevo le gusta
presentarlo en salas pequeñas, ella sola con su guitarra, para medir así la
recepción del público antes de girar con su banda. Y así fue en la sala
Memphis de Gijón como conocimos “Dripping Springs” en versión acústica. La cantautora catalana, que se mueve entre el
folk de raíz americana y el pop, ha sabido conquistar a élites culturales desde
su primer disco “The Relief Sessions” y ha obtenido críticas de gran prestigio
a lo largo de su trayectoria (lleva cuatro discos), de hecho la importante
revista New Musical Express calificó su tercer disco como “Gorgeous”, (para los
no bilingües precioso, maravilloso, magnífico....). Imposible nombrar todos los
premios y críticas elogiosas que ha recibido Joana, por suerte para los
curiosos está Tito Google.
Desde el primer tema “Farewell” llamó la atención la larguísima
reverberación que adornaba su reconfortante y singular voz, con un peculiar
paso de registro de pecho a falsete en la línea de Alanis Morissette o Dolores
O’Riordan (The Cramberries), aunque más suave y sin tanta agresividad. “Black
Cake”, “Wall in Sin” o “Cloudy Heart” fueron algunos de los temas que
escuchamos y comprobamos que el sonido de Joana en esta versión reducida nada
tiene que ver con lo que ofrece con su banda. Cuando está sola le gusta andar
por esos mundos oníricos e intangibles y por eso su repertorio se basa en
canciones lentas y de medio tiempo que hablan de experiencias que te cambian la
vida (“Runnin”), de mirar al pasado para entendernos y perdonarnos (“Unnamed) o
de esa paradoja que tienen los músicos que cuando están mucho tiempo en casa
echan de menos la carretera y cuando están mucho tiempo fuera echan de menos
las cosas cotidianas (“Solitary Road”), esta última con evocación dylaniana y
armónica incluída.
Su magnífica voz contrastaba con sus
limitaciones a la guitarra y para darle más relleno a las canciones optó por
disparar con un pedal bases de colchones que engordaban el sonido. En este
aspecto quizás resultó cansino tanto fondo grabado ya que desvirtuaba su
particular estilo, llegando a rozar el New Age (Enya y su “Watermark”, por
ejemplo) y logrando poca diferenciación entre un tema y otro. Aun así fue
hora y media de concierto en la que se mostró cercana y dialogante con el
público que manifestó en todo momento estar a gusto con la artista. Me quedo
con ganas de escuchar a Joana Serrat con su banda en plena efervescencia.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España el 12 de marzo.
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