viernes, 16 de marzo de 2018

Joana Serrat en versión acústica



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Joana Serrat presenta su disco “Dripping Springs”. Sala Memphis Gijón, 10 de marzo

Parece ser que cuando Joana Serrat graba un disco nuevo le gusta presentarlo en salas pequeñas, ella sola con su guitarra, para medir así la recepción del público antes de girar con su banda.  Y así fue en la sala Memphis de Gijón como conocimos “Dripping Springs” en versión acústica.  La cantautora catalana, que se mueve entre el folk de raíz americana y el pop, ha sabido conquistar a élites culturales desde su primer disco “The Relief Sessions” y ha obtenido críticas de gran prestigio a lo largo de su trayectoria (lleva cuatro discos), de hecho la importante revista New Musical Express calificó su tercer disco como “Gorgeous”, (para los no bilingües precioso, maravilloso, magnífico....). Imposible nombrar todos los premios y críticas elogiosas que ha recibido Joana, por suerte  para los curiosos está Tito Google.

Desde el primer tema “Farewell” llamó la atención la larguísima reverberación que adornaba su reconfortante y singular voz, con un peculiar paso de registro de pecho a falsete en la línea de Alanis Morissette o Dolores O’Riordan (The Cramberries), aunque más suave y sin tanta agresividad. “Black Cake”, “Wall in Sin” o “Cloudy Heart” fueron algunos de los temas que escuchamos y comprobamos que el sonido de Joana en esta versión reducida nada tiene que ver con lo que ofrece con su banda. Cuando está sola le gusta andar por esos mundos oníricos e intangibles y por eso su repertorio se basa en canciones lentas y de medio tiempo que hablan de experiencias que te cambian la vida (“Runnin”), de mirar al pasado para entendernos y perdonarnos (“Unnamed) o de esa paradoja que tienen los músicos que cuando están mucho tiempo en casa echan de menos la carretera y cuando están mucho tiempo fuera echan de menos las cosas cotidianas (“Solitary Road”), esta última con evocación dylaniana y armónica incluída.

 Su magnífica voz contrastaba con sus limitaciones a la guitarra y para darle más relleno a las canciones optó por disparar con un pedal bases de colchones que engordaban el sonido. En este aspecto quizás resultó cansino tanto fondo grabado ya que desvirtuaba su particular estilo, llegando a rozar el New Age (Enya y su “Watermark”, por ejemplo) y logrando poca diferenciación entre un tema y otro.  Aun así fue hora y media de concierto en la que se mostró cercana y dialogante con el público que manifestó en todo momento estar a gusto con la artista. Me quedo con ganas de escuchar a Joana Serrat con su banda en plena efervescencia. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España el  12 de marzo.

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