Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias
y Coro de la Fundación Princesa de Asturias. Dirección: Rossen Milanov. 15 de
febrero. Teatro Jovellanos
Bajo el título
“Inspiración II”, se presentó la OSPA en Gijón para ofrecernos dos obras
compuestas por dos de los grandes con mayúsculas: “Música acuática: Suite Nº 1
en fa mayor”, de Haendel y la “Misa nº 5 en la bemol mayor”, de Franz Schubert. Dos obras de estilos y recursos diferentes,
distantes en el tiempo, con finalidades totalmente dispares y creadas para
recintos que nada tienen que ver con un teatro como el Jovellanos. Pero así de inspirada se sintió la OSPA y las
dos cuajaron para deleite de una butaca bastante repleta dispuesta a
escuchar a la orquesta, reforzada por
dieciséis alumnos del Conservatorio de Oviedo. Sin duda, para ellos un gran
reto y para el público un placer poder comprobar que en Asturias hay mucho
nivel y relevo generacional.
Con la Obertura de
“Música acuática” nos trasladamos al Támesis acompañando al rey Jorge I en sus
paseos fluviales, durante los diez movimientos de la obra. La ventaja de no
estar surcando el río (además de evitar la lluvia, los olores y el frío), es que
desde el escenario del teatro nos llegan infinidad de matices y líneas
orquestales que se hubieran perdido por el río, sin duda. Y es que si por algo se caracteriza esta
orquesta, bajo la dirección de Rossen Milanov, es su capacidad para darle vida
a una partitura plana y ofrecer una gran
riqueza de contrastes entre la sección de cuerda y la de viento, que fue
completada con la riqueza tímbrica del clave. Para la orquesta fue como un
paseo por el Támesis, es decir, una partitura que resulta fácil para unos profesionales que están
acostumbrados a abordar dificultades muchos mayores.
La emocionante
interpretación de la “Misa número 5 en La bemol” de Schubert contó con el Coro
de la Fundación Princesa de Asturias y la colaboración de los solistas Marta Mathéu
(soprano), Marina Rodríguez Cusi (mezzo), Evan Johnson (tenor), y Joan
Martín-Royo (barítono). Los cuatro
solistas estuvieron magníficos, cada uno en su papel, magnífica la orquesta y
magnífico el coro. Todos juntos provocaron momentos de emoción e intensidad
desbordante. Puede que Schubert no
tuviera una gran formación religiosa y que siempre se le recuerde por sus
lieder, sus impromptus o sus sinfonías, también puede que en cuestiones de
misas tenga partituras de más altura técnica, sin embargo, en manos de unos
buenos intérpretes y con una buena dirección (como es el caso), su “Misa número
5” es capaz de elevarte a estados emocionales en los que es necesario contener
la respiración para mantenerte sujeto a la butaca. En definitiva, un lujo de orquesta
que mantiene su inspiración y un lujo de concierto recompensado con sonoros
aplausos.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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