Martín
García (piano). Organiza: Sociedad Filarmónica de Gijón en colaboración con la
Fundación Alvargonzález. Teatro Jovellanos, miércoles, 12 de enero de 2022.
Después
de haber escuchado al pianista Dmytro Choni hace menos de un mes en el Teatro
Jovellanos, el listón de recitales de piano está por las nubes esta temporada y
otro recital tan seguido da lugar a inevitables comparaciones. Pero Martín
García es un pianista peculiar y excepcional desde cualquier aspecto en que se
aborde. No es solo que toque técnicamente bien con sus dedos y que sea capaz de
producir un sonido cálido y redondo, es que toca bien con todo su cuerpo, como
si las teclas fueran una extensión de sus dedos. Se mueve y se balancea como si
bailara con el piano, tararea algunas melodías y su cara es todo un catálogo de
emociones capaz de conseguir atraparte en la butaca y hacer que no te pierdas
un solo detalle.
Con un
público numeroso, entre los que se citaron unos cuantos pianistas y muchos
estudiantes, abordó la primera interpretación y demostró que no es un pianista más.
Comenzó con la “Sonata nº 14 en do menor, K 457”, una sonata un tanto especial
por ser en modo menor (Mozart solo tiene dos en modo menor de las dieciocho que
compuso), lo cual requiere una gran madurez para expresar todo ese torrente de
emociones que subyacen en la partitura. La forma de abordar esta sonata
demostró una personalidad muy marcada para la corta edad que tiene Martín, al
tocarla de diferente manera a cualquier versión que tengamos en la cabeza. Es
inevitable hacer comparaciones entre unos intérpretes y otros y aún más desde
que existen las grabaciones, y esto ha generado una especie de canon sobre lo
que es más perfecto y lo que es menos. Pero ahí estaba Martín para darle una
nueva vida y un nuevo enfoque a la partitura, cambiando los acentos y los
adornos, imprimiendo matices distintos a lo tradicional y entendiendo los
tempos de diferente manera a otros grandes intérpretes consolidados. Una vez
finalizados los tres movimientos mi sensación fue ¡caray! ¡Y por qué no!
Un saludo con sonrisa agradecida y casi sin
que finalizaran los aplausos correspondientes a la sonata de Mozart abordó tres
piezas de Liszt, simplemente porque sentía ganas de tocar y no quería perder
más tiempo en pausas. Tres piezas de considerable complejidad siendo la primera
de ellas “Funerales”, la séptima y la más conocida de la colección “Armonías
poéticas y religiosas”. Martín
García se transformó para darle una intensa fuerza dramática que caracteriza a
la pieza. La limpia articulación y la precisión impecable de García fueron muy
evidentes en la segunda de las piezas “Les jeux d'eaux à la Villa d'Este”, que
Liszt compuso como homenaje a la belleza de las fuentes que adornaban la
residencia de verano de su amigo el Cardenal Hohenlohe. Y para finalizar con
Liszt como guinda del pastel, fue la interpretación del “Valse-Impromptu S.
213”, donde las escalas fluían libremente en unas líneas sonoras que el
pianista convertía en interpretación propia.
La
segunda parte, como no podía ser de otro modo, estaba dedicada a Chopin. Y es
que el pianista gijonés ostenta el honor de ser el primer español en acceder a
la fase final del prestigioso Concurso Internacional de Piano «Fryderyk Chopin»
en el que obtuvo el Tercer Premio y Premio Especial «Filarmónica de Varsovia».
La calidad pianística quedó patente ya en la elección de piezas por parte de
García, pues quería mostrar en su ciudad natal por qué es merecedor de tan alto
premio.
La
exquisita interpretación de las “Mazurcas op. 50” y los “Preludios op. 28
dieron paso a la esperada “Sonata nº 3 en si menor, op 58”, una de las piezas
más trascendentales de todo el repertorio pianístico donde el pianista se lució
y marcó la diferencia respecto a otros intérpretes por la ejecución, la calidad
del sonido y la forma de entender a Chopin.
Tres
propinas requirieron los sonoros aplausos de un público entregado y que
difícilmente olvidará el nombre de Martín García, un pianista gijonés que está
llamado a figurar entre uno de los grandes astros del piano internacional.
Apostamos por él.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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