José Manuel Montero (tenor) y Aurelio Viribay (piano).
Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, miércoles, 11 de diciembre.
La Sociedad Filarmónica de Gijón
ofreció uno de los conciertos más esperados de la temporada, el “Viaje de
Invierno” (Winterreise) de Franz Schubert. La butaca rozando el lleno pudo
seguir paso a paso cada verso mediante un programa de mano impreso para la
ocasión a todo lujo y traducido del alemán, gracias a la implicación del Club
Rotario de Gijón y la colaboración de diversas entidades, entre ellas La Nueva
España. La recaudación íntegra de la taquilla se ofreció a beneficio de la
Asociación de Esclerosis Lateral Amiotrófica del Principado de Asturias.
“Viaje de invierno” es una obra
sublime y difícil, por cuestiones técnicas y por la necesidad de sumergirse en
el mundo de las emociones para que sea creíble a los oídos de tantos
aficionados. No olvidemos que esta obra es una de las más populares del género
lied. Schubert tenía tan sólo veintiséis años y estaba muy enfermo de sífilis
cuando abordó esta composición sobre doce poemas de Wilhelm Müller, con una
gran carga dramática al haber perdido a su madre y sus hermanos cuando era
niño. Tanto sufrimiento por ambas partes da lugar a un ciclo de veinticuatro
canciones desgarradoras a la par que bellas.
El tenor José Manuel Montero, acompañado por el pianista Aurelio
Viribay, mostró una amplia gama de posibilidades al abordar un ciclo de
canciones con tanta profundidad lírica.
No fue la mejor noche para el
tenor. Ya advirtió al principio del concierto que llevaba varios días aquejado
de varias patologías que afectan directamente a la voz, viéndose obligado a
abandonar el escenario varias veces entre lied y lied. La merma de facultades se
notó. Por momentos el exceso de nasalidad y la dificultad para los cambios de
registro estuvieron presentes. A pesar de todo, en lugar de optar por anular el
concierto demostró ser un tenor con muchos recursos técnicos y salvó la
actuación de manera notable.
Sobresaliente fue la interpretación
del pianista Aurelio Viribay, cobrando gran protagonismo en numerosos lieder,
destacando la sensibilidad y la fluidez armónica. Recordemos que la función del
piano a lo largo de toda la obra no es un simple papel de acompañante. Muy
destacable su labor en “Sueño primaveral”, con gran contraste entre la belleza
bucólica y la tristeza fría y oscura, hasta llegar a la absoluta “Soledad” del
lied número doce, justo a la mitad del viaje. El movimiento oscilante del piano
reflejaba perfectamente el vuelo de “El Cuervo” sobre la cabeza del viajero,
mientras Montero desgarraba la voz en la “Mañana Tormentosa”, hasta llegar al
último lied “El hombre de la zanfoña”. Una muestra de empaste entre voz y piano
de lo más audaz, logrando sumergir al espectador en un viaje de invierno muy
triste y muy bello.
Una pequeña parte del público
manifestaba sus ansias por aplaudir, incluso antes de dejar reposar el acorde
final de cada lied, resultando un tanto molesto. Está muy bien aplaudir, pero
todo tiene su momento. El concierto terminó con una gran ovación y el
reconocimiento al esfuerzo y el trabajo bien hecho por parte de dos grandes
profesionales.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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