Concierto de Año Nuevo. Orquesta Filarmónica de España, Coral Polifónica Gijonesa Anselmo Solar, Coro Joven de Gijón, Coro Castillo de Gauzón, Jessica Stabros (soprano), Nuria Lloris (bailarina). Teatro Jovellanos, martes 1 de enero/2019.
Un acierto por parte del director Mariano Rivas, al frente de la Orquesta Filarmónica de España, incorporar al tradicional Concierto de Año Nuevo de Gijón música de zarzuela. En 1939 se celebró el primer concierto de este tipo en la “Sala Dorada” de la Musikverein de Viena y, desde entonces, cada ciudad celebra su particular Año Nuevo con un programa más o menos similar: piezas muy conocidas de la saga Strauss y otras de compositores clásicos de éxito. Sin embargo, en los últimos años los directores españoles apuestan por introducir clásicos de nuestra cultura y la zarzuela es el máximo exponente.
La Obertura de “El barón gitano” y la polca “En los valles de Krapfen”, ambas de Strauss II, iniciaron un concierto cargado de humor y complicidad con un público que abarrotaba los asientos del teatro Jovellanos. La primera muestra de zarzuela fue la polca de “Las Mujeres” de Gerónimo Jiménez, uno de los compositores más prolíficos del género. La Filarmónica estuvo muy correcta en la interpretación de todas las obras. La petenera “Tres horas antes del día” de “La Marchenera” (F. Moreno Torroba), fue la ocasión para lucirse la soprano americana Jessica Stavros, habitual en los teatros españoles y con una técnica muy depurada. Volvió a destacar con “La Viuda Alegre” de Franz Lehár, donde Stabros demostró mucha sensibilidad y emotividad. Espléndido el despliegue de voces formado por la Coral Polifónica Gijonesa “Anselmo Solar”, el “Coro Joven de Gijón” y el “Coro Castillo de Gauzón”: bien ensayado, bien afinado y con mucha ilusión por participar en este concierto. Así lo mostraron en todas sus intervenciones, especialmente en la marcha de “Los Gavilanes” (J. Guerrero) y en “Heia, Heia, en las montañas está mi patria” (E. Kálmán), que cerraba el programa oficial. El coro espléndido y el director aún más, por su expresividad y su simpatía.
Uno de los momento estelares de la noche fue la salida a escena de la bailarina Nuria Lloris para interpretar la danza final de “El Sombrero de Tres Picos”, en la primera parte del programa. Lloris contaba con poco espacio para bailar, debido a tanto despliegue de personal en el escenario, aún así encontró su hueco y se lució, aunque con las castañuelas no estuvo tan afortunada.
El público se mostró encantado con el repertorio y reclamó más música. Siguiendo la tradición incorporada por Willi Boskovsky desde 1954 y ya fuera de programa, el concierto finalizó con la interpretación del “Danubio Azul” y la “Marcha Radetzky”, con los asistentes haciendo lo posible por acompañar con palmas al compás. Un éxito gracias al buen sentido del humor de Rivas que, además de dirigir la orquesta, dirigió al público para que la sincronía rítmica fuera perfecta. Casi se logra.
Aunque sea a base de escuchar piezas de consumo fácil este tipo de conciertos sirven para acercar al público a la audición de música clásica. Y en esta ocasión, además, hemos podido disfrutar de fragmentos de zarzuela, un género que merece mucha más reivindicación y que está próximo a declararse Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Así lo esperamos.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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