Director: Mariano Rivas.
Solista: Elena Mikhailova (violín)
Teatro Jovellanos, viernes 1 de enero de 2021.
En las últimas semanas sobrevolaba la incógnita de poder llevar a cabo el Concierto de Año Nuevo en el Teatro Jovellanos, emulando al concierto de la Sala Dorada de la Musikverein que se oficia en Viena desde hace más de ochenta años, sin embargo, cumpliendo todos los protocolos de seguridad el concierto salió adelante y se celebró con toda la ilusión que siempre despierta este evento. Mariano Rivas fue una vez más el encargado de la batuta que ensambla las distintas secciones de una joven orquesta que ha pasado de llamarse “Orquesta Sinfónica de España” a “Orquesta Sinfónica Mercadante”, con una considerable reducción de plantilla debido a las distancias de seguridad, quedando en poco más de una veintena de músicos. A pesar de la falta de densidad sonora la orquesta interpretó con dignidad un repertorio esperado que en su mayoría lleva el apellido Strauss y se compone de valses, polkas, romances y alguna que otra sorpresa, cumpliendo las expectativas del aforo.
Entre las sorpresas de la velada tuvo lugar el estreno mundial de un fragmento de la ópera “La solitaria delle asturie”, musicada por Saverio Mercadante en 1840, que Rivas quiere rescatar del olvido. De ahí el cambio del nombre de la orquesta. En esta obra destacó la interpretación de la desconocida mezzosoprano Inés López, con un timbre poderoso cargado de graves y una regulación precisa en cada momento. Previamente, la mezzosoprano ya había impactado al público al formar trío vocal con Lucía G. Casanueva y Laura Galán (las dos sopranos y a su vez flauta y violonchelo de la orquesta), en la interpretación del conocido "Dúo de las flores" de Léo Delibes.
Además del estreno había expectación por ver en directo a Elena Mikhailova, una estrella mediática capaz de tocar a Paganini con soltura, ser escaparate de diseñadores de moda o abrazar otros géneros de música con el violín electrificado. La violinista de ascendencia ruso-armenia y residente en Madrid, no defraudó y demostró merecer su fama de virtuosa en varias piezas. Su aparición en el escenario fue para interpretar el famoso “Intermedio” de la zarzuela “La Leyenda del Beso” de Soutullo i Vert, deleitando con su expresividad a gran parte del público que susurraban tras sus mascarillas la famosa letra de Luis Gómez-Escolar “Amor de hombre”, popularizada por Mocedades. Mikhailova interpretó dos danzas españolas muy conocidas de Sarasate y si el violín brilló con la “Jota Aragonesa”, no estuvo tan acertada con “Zapateado”, la más célebre del compositor. Esta pieza representa todo un catálogo de técnicas y efectismos del violín y Mikhailova los solventó todos uno a uno, sin embargo, la orquesta no estaba acompasada y se mostraron varias evidencias de falta de ensayo. Quizás, con diez puntos menos de metrónomo todos hubieran respirado a la par.
Extraña fue la interpretación de “Czardas para violín y orquesta” de Vittorio Monti y no por causa del violín de Mikhailova que volaba con gran soltura en una interpretación sublime, más bien quedó deslucida por la mezcolanza que propició Rivas al introducir un fragmento de “Carmen” de Bizet y el “Asturias patria querida”, con todo el público cantando. Eso sí, casi todos encantados.
Después del popular “Galop de los Bandidos” de Johann Strauss II (una se pierde entre tan larga saga), finalizó el concierto cumpliendo los protocolos estipulados desde hace décadas, con el “Danubio azul” y la “Marcha Radetzky” de Johann Strauss padre, en la que no faltaron los aplausos de la audiencia al compás marcado por el director.
Sin duda, una velada que musicalmente no fue memorable pero, a pesar de las circunstancias se pudo celebrar, marcando así el pistoletazo de salida a un año cargado de esperanzas y buenos augurios, sobre todo en cuestiones de salud.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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