Micah P. Hinson. Sala Acapulco del Casino
de Asturias. Jueves 7 de abril.
La pésima actuación del cantautor
americano dejó al público estupefacto. Alrededor de 100 personas
acudieron a la sala Acapulco para ver de nuevo al que fue considerado hace 10
años el artista revelación de la escena folk-rock. Un músico de 34 años, nacido
en Memphis que ha sido capaz de cautivar a miles de seguidores en toda Europa
por su particular forma de cantar, desde el sentimiento más profundo y por sus
letras controvertidas y sinceras que hablan de amor, soledad, tristeza y todo
lo relacionado con la vida de un perdedor. Un personaje que encaja
perfectamente con la descripción de la música alternativa-indie.
Después de su última visita a Gijón hace
dos años, volvió a subirse al mismo escenario,
ataviado con una guitarra acústica y varios pedales de efectos, para explicar
el motivo de la gira que le trae por varias ciudades de España: el 10º
aniversario de su "Micah P. Hinson And The
Gospel Of Progress".
Desde los primeros
acordes que sonaron la pregunta era ¿Qué le pasa a Micah? Voz temblorosa y
desafinada, incapaz de concluir una estrofa completa sin atascos. A veces
se olvidaba de cantar o lo hacía sin micrófono, y no era a propósito. Con la
guitarra parecía un principiante probando acordes para ver cuál quedaba mejor y
utilizando distorsiones sin ningún control del volumen. Sus canciones
ralentizadas, sin medida, sin empezar ni
terminar, sin entusiasmo, sin nada que decir. Entre tema y tema largos
discursos incoherentes y entrecortados. A la media hora de ridícula
actuación en la que ni una sola canción sonó medianamente aceptable optó por
tomarse un descanso de 15 minutos. A la vuelta todo siguió igual de lamentable.
En definitiva, el mayor desastre de un artista que he presenciado en mi
vida.
El comportamiento del
público impecable, algunos optaron por irse discretamente y una gran parte
aprovechó el descanso para abandonar la sala porque el asunto no tenía ni
un atisbo de mejoría. Los que se quedaron aplaudían tímidamente, con respeto
por alguien que en su día les tocó alguna fibra sensible.
Según los organizadores, no había bebido nada y si toma drogas no me
consta, como diría la infanta. Especular sobre lo que le pasa a Micah no
es asunto mío y no voy a entrar en ello, pero, subirse a un escenario en esas
condiciones es una gran falta de respeto al público y alguien tendría que
haberlo evitado. Esperemos que haya sido sólo una pésima noche y que aún quede
algo de artista dentro de Micah P. Hinson.
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España
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