miércoles, 13 de enero de 2021

Coro Joven de Gijón: un coro prometedor

 



Coro Joven de Gijón, director musical: Santi Novoa. Teatro Jovellanos, sábado, 9 de enero, 2021. 


Si corren tiempos difíciles para la música aún más para los coros, comenzando por la imposibilidad de ensayar como es debido -es casi imposible que se junten todos a la vez-, y siguiendo por tener que cantar con una mascarilla tapando el instrumento emisor. Es como ponerle un trapo a la boca de un saxofón o como si un bailarín tuviera que moverse con unas pesadas botas. Harto difícil. Pero la pandemia ha traído alguna cosa positiva y es que ante la imposibilidad de ofrecer espectáculos foráneos hay que acudir a los artistas que tenemos en casa. Y aquí hay talento. Este es el caso del “Coro Joven de Gijón” que después de algún aplazamiento tuvo la ocasión, por fin, de presentar su nuevo repertorio en el teatro Jovellanos. Vale que jugaban en casa y que la mayor parte del público (rozaron el lleno) era afín a algún componente del escenario pero todos ellos juntos ofrecieron un espectáculo muy digno, a pesar de la falta de ensayo y a pesar de las mascarillas. Y dejaron claro que con más oportunidades pueden brillar al mismo nivel que los mejores coros del género que proliferan en Barcelona o Madrid. 



A ritmo de Queen y su emblemático “We Will Rock You”, salieron al escenario  en compañía de músicos reconocidos de la escena asturiana: Pablo Herrero (piano), Julio Gilsanz (guitarra), Juan Flores (saxo y flautas), David Casillas (bajo) y José Ramos (batería). Y para ensamblar todo el cotarro estaba Santi Novoa, un director atípico que combina su faceta de dirección coral con la de teclista en la banda “Warcry”. Su entusiasmo y sus formas, alejadas de todo estereotipo canónico, conquistaron a la audiencia. 


Después del pupurri en el que se mezclaron breves fragmentos de musicales archiconocidos como “El Fantasma de la Ópera”, “No llores por mi Argentina”, “Jesus Christ Superstar” o “Memory” -todos estos relacionados con Andrew Lloyd Weber-, sacaron su vena más cañera con “Believer” de Imagine Dragons, aunque en una versión más light que en el videoclip promocional. 


Tan solo pudieron ensayar juntos dos veces desde que empezó la pandemia, nos recordaba Santi Novoa, y esa falta de ensayos se notó en temas como “Recuérdame”, la banda sonora de “Coco” o también en “Shallow”, la balada que emparejó a Lady Gaga con Bradley Cooper. También se notó la falta de ensayo en los dos temas con intervenciones solistas, pero entre los nervios, la mascarilla, el manejo del micrófono y con un equipo de sonido ajeno es más que complicado que todo salga perfecto. 

 

El concierto fue de menos a más y los últimos temas salieron redondos, salvo peccata minuta. Fantástico arreglo y estupenda interpretación de “Skyfall” el tema de Adele que fue banda sonora de la vigésimo no sé cuántas películas de James Bond. También estuvieron muy acertados con Michael Jackson y su tema “Heal the World”, sin olvidarme de destacar el “Mamma mía” de Abba que desató las ganas de levantarse de las butacas y ponernos todos a bailar. Fuimos responsables y no lo hicimos.  

Para el bis que reclamó la audiencia fervorosamente dejaron “It's Raining again” de Supertramp. ¡Cómo se notó que lo tienen más que ensayado! Así da gusto y con la buenísima intervención de Juan Flores al saxo, aún más. El “Coro Joven de Gijón” demostró que necesita más oportunidades para tocar una y otra vez y así acabar de ensamblar esos pequeños detalles.  Por lo demás, un coro con buen ambiente, muchas ganas y talento. Hay buena cantera en Gijón y queremos volver a escucharles pronto y sin mascarilla. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España


Joaquín Torre: Apostando por los nuevos talentos


 

Joaquín Torre (violín) y Vadim Gladkov (piano), Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellalnos, 8 de enero, 2021. 


Sabias y precisas fueron las palabras de David Roldán en su presentación del concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón y patrocinado por la Fundación Alvargonzález. Roldán sustituyó a viva voz el programa de mano y las notas al programa habituales en los conciertos organizados por la entidad, recordando al público la disciplina “inhumana” que hace falta para mantener un buen nivel interpretativo y una “fe inquebrantable” en estos tiempos que vivimos, cuando no se sabe si estos músicos van a tener conciertos o van a ser cancelados de un día para otro por causa de la maldita pandemia. El violinista gijonés Joaquín Torre tuvo fe y acompañado por el pianista Vadim Gladkov  trabajaron duramente con disciplina para llevar al teatro Jovellanos un programa ambicioso y arriesgado. 


La primera obra fue la Sonata nº 1 en sol menor, BWV 1001, de J.S.  Bach, una sonata escrita sin ningún acompañamiento, dejando al violín todo el protagonismo en manos de Torre, que sorteó los cuatro movimientos con alguna dificultad dada su juventud y con muchos aciertos. Si recordamos que Bach dominaba el violín con destreza y que compuso esta obra (junto con otras cinco del mismo formato) para el virtuoso violinista Johann Georg Pisendel, primera figura de la Orquesta de Dresde, la partitura no era fácil, más bien era endiablada.

Más lucida estuvo la interpretación de Torre con Beethoven y su "Sonata para piano y violín nº 1 en re mayor, Op. 12, nº 1", la primera de las diez que compuso para esta formación y dedicada a Antonio Salieri.  Organizada en tres movimientos la partitura fluía en el “Allegro con brío” y destacaba el violín en el “Rondó” final.



El repertorio escogido por Joaquín Torre quiso explorar la mayor parte de las técnicas y las posibilidades del violín y en el segundo bloque abordó tres composiciones del siglo XIX y XX. De nuevo, Torre se enfrentó solo en el escenario a la primera de ellas, la “Sonata para violín solo op. 27 nº 3”  compuesta por el virtuoso violinista Eugène Auguste Ysaÿe y dedicada a George Enescu. Quizás, la más atractiva de las seis sonatas que compuso el violinista belga y un aliciente para el público por la interpretación solvente de Torre.


Volvió al escenario el pianista Vadim Gladkov para acompañar a Joaquín Torre en la segunda de las tres romanzas de Schumann y en la “Fantasía sobre la ópera Carmen” de un gigante del violín, el navarro Pablo de Sarasate. Magnífica la interpretación de Schumann por parte de los dos instrumentistas y especialmente bien ensamblada quedó la pieza de Sarasate, dando muestras de buen entendimiento entre piano y violín.  La segunda mitad de la “Fantasía” está construida sobre  la “Seguidilla” y el “Baile de Gitanos” de la ópera y mano a mano piano y violín lograron imprimir una fuerza magistral, provocando una gran ovación de todos los presentes. 


Sin duda, Joaquín Torre tiene un gran futuro como violinista (tan solo tiene 20 años), por su disciplina y por su talento. Tan solo hacen falta oportunidades para que pueda desarrollar una brillante carrera y en esta ocasión la oportunidad fue gracias a la Fundación Juan Alvargonzález y la Sociedad Filarmónica de Gijón. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España


Concierto de Año Nuevo: Orquesta Sinfónica Mercadante



Director: Mariano Rivas. 

Solista: Elena Mikhailova (violín)

 Teatro Jovellanos, viernes 1 de enero de 2021.  


En las últimas semanas sobrevolaba la incógnita de poder llevar a cabo el Concierto de Año Nuevo en el Teatro Jovellanos, emulando al concierto de la Sala Dorada de la Musikverein que se oficia en Viena desde hace más de ochenta años, sin embargo, cumpliendo todos los protocolos de seguridad el concierto salió adelante y  se celebró con toda la ilusión que siempre despierta este evento. Mariano Rivas fue una vez más el encargado de la batuta que ensambla las distintas secciones de una joven orquesta que ha pasado de llamarse “Orquesta Sinfónica de España”  a “Orquesta Sinfónica Mercadante”, con una considerable reducción de plantilla debido a las distancias de seguridad, quedando en poco más de una veintena de músicos.  A pesar de la falta de densidad sonora la orquesta interpretó con dignidad un repertorio esperado que en su mayoría lleva el apellido Strauss y se compone de valses, polkas, romances y alguna que otra sorpresa, cumpliendo las expectativas del aforo. 


Entre las sorpresas de la velada tuvo lugar el estreno mundial de un fragmento de la ópera “La solitaria delle asturie”, musicada por Saverio Mercadante en 1840, que Rivas quiere rescatar del olvido. De ahí el cambio del nombre de la orquesta. En esta obra destacó la interpretación de la desconocida mezzosoprano Inés López, con un timbre poderoso cargado de graves y una regulación precisa en cada momento. Previamente, la mezzosoprano ya había impactado al público al formar trío vocal con Lucía G. Casanueva y Laura Galán (las dos sopranos y a su vez flauta y violonchelo de la orquesta), en la interpretación del conocido "Dúo de las flores" de Léo Delibes.


Además del estreno había expectación por ver en directo a Elena Mikhailova, una estrella mediática capaz de tocar a Paganini con soltura, ser escaparate de diseñadores de moda o abrazar otros géneros de música con el violín electrificado. La violinista de ascendencia ruso-armenia y residente en Madrid, no defraudó y demostró merecer su fama de virtuosa en varias piezas. Su aparición en el escenario fue para interpretar el famoso “Intermedio” de la zarzuela “La Leyenda del Beso” de Soutullo i Vert, deleitando con su expresividad a gran parte del público que susurraban tras sus mascarillas la famosa letra de Luis Gómez-Escolar “Amor de hombre”, popularizada por Mocedades. Mikhailova interpretó dos danzas españolas muy conocidas de Sarasate y si el violín brilló con la “Jota Aragonesa”, no estuvo tan acertada con “Zapateado”, la más célebre del compositor. Esta pieza representa todo un catálogo de técnicas y efectismos del violín y Mikhailova los solventó todos uno a uno, sin embargo, la orquesta no estaba acompasada y se mostraron varias evidencias de falta de ensayo. Quizás, con diez puntos menos de metrónomo todos hubieran respirado a la par. 

Extraña fue la interpretación de  “Czardas para violín y orquesta” de Vittorio Monti y no por causa del violín de Mikhailova que volaba con gran soltura en una interpretación sublime, más bien quedó deslucida por la mezcolanza que propició Rivas al introducir un fragmento de “Carmen” de Bizet y el “Asturias patria querida”, con todo el público cantando. Eso sí, casi todos encantados.  


Después del popular “Galop de los Bandidos” de  Johann Strauss II (una se pierde entre tan larga saga), finalizó el concierto cumpliendo los protocolos estipulados desde hace décadas, con el “Danubio azul” y la “Marcha Radetzky”  de Johann Strauss padre, en la que no faltaron los aplausos de la audiencia al compás marcado por el director. 


Sin duda, una velada que musicalmente no fue memorable pero, a pesar de las circunstancias se pudo celebrar, marcando así el pistoletazo de salida a un año cargado de esperanzas y buenos augurios, sobre todo en cuestiones de salud. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España