lunes, 20 de diciembre de 2021

The Gospel Times: gospel por todo lo alto

 


The Gospel Times, Festival “Los Grandes del Gospel”. Teatro Jovellanos, domingo, 19 de diciembre de 2021. 


“Grandes del Gospel” es el encuentro prenavideño que se da cita en el Teatro Jovellanos cada año y en esta ocasión el título del programa define perfectamente al grupo  “The Gospel Times”, porque eso son los neoyorquinos, grandes  entre los grandes del gospel. Sin duda, el mejor concierto de la edición y de los últimos años.


La presencia de un piano de cola como único acompañamiento ya prometía y una vez en el escenario la sobria y elegante puesta en escena (sin túnicas) y cuatro voces (tres femeninas y una masculina), aventuraba un concierto de nivel, pues no hay un gran coro o instrumentos que puedan rellenar o suplir ciertas carencias, como en otras formaciones.


“We’ve Come to Sing”, un tema habitual de los coros de gospel abrió el concierto y pudimos apreciar la calidad del pianista Michele Bonivento, cuya introducción marcó la diferencia. El arreglo de “When I Rose Up This Moorning”, tema que ya escuchamos más veces en este festival en las voces de “Mississippi Mass Choir” (y alguno más), estuvo fantástico por el equilibrio de voces y por el potente final. Aunque, sin duda, la intervención de la voz masculina en el clásico de origen desconocido “This Little Light of Mine”,  dejó al público impactado. Sensibilidad, fuerza, afinación y mucha garra definen al tenor que también nos deleitó con unos pasos a lo “Moonwalk” y se ganó una gran ovación. 


Sorprendió  “Wade in the Water”, un espiritual muy antiguo que versionó la cantante Eva Cassidy acertadamente en su día, volviendo a ponerla en el repertorio de muchas bandas. La versión del quinteto contó con la participación del público y ganó con sus arreglos vocales y la elegancia del piano. El resto del repertorio fue a base de clásicos de estos conciertos: “Amazing Grace”, “Amen”, “When the Saints…”, villancicos…, sin embargo, la calidad y la simpatía de “The Gospel Times”, dejaron este show como único y singular. 


Si bien es cierto que en esta formación podemos encontrar hasta doce componentes dependiendo del show, el quinteto que actuó en el Jovellanos fue, quizás, la mejor selección. Divertidos, afinadísimos, con voces muy potentes y muy profesionales cerraron esta edición del góspel en Gijón por todo lo alto y afianzaron la afición al género a unos cuantos adeptos que abandonaron sus butacas con un subidón de alegría. Porque el góspel es como un virus contagioso y porque, sin duda, esta es una de las mejores bandas que han pasado por este teatro en los últimos años.


Crítica publicada en La Nueva España


sábado, 18 de diciembre de 2021

Spirit of New Orleans Gospel Choir: La versión más comercial de Nueva Orleans

 


“Spirit of New Orleans Gospel Choir”, “Los Grandes del Gospel”. Teatro Jovellanos, viernes, 17 de diciembre de 2021.

 

¿Se imaginan un concierto de góspel en el Teatro Jovellanos sin cantar “Oh, happy Day”, “Amen” o “When the Saints go Marching in”? Yo no. De hecho, año tras año todas las bandas, vengan de cualquier lado del Mississippi que sea o de procedencias más lejanas, cantan una y otra vez las mismas canciones. Puede que en distinto orden y algunas con mejores arreglos que otras, pero el repertorio tiene muy poca variación. Y está bien porque se supone que es lo que el público quiere, sin embargo, ya que tenemos la oportunidad de escuchar a grandes voces negras y formaciones corales de lujo en el género ¿no sería más enriquecedor tener un poco de variedad y poder acercarnos a lo que cantan en sus templos o congregaciones más frecuentemente?  

 

 En esta ocasión abrió el festival “Spirit of New Orleans Gospel Choir”, una banda consolidada que gira por Europa año tras año con distintos componentes desde la década de los 90’. El presentador nos recordaba la dificultad de escuchar a una formación americana en estas tierras, entre otras cosas porque muchos no se quieren poner las vacunas o porque tienen miedo a volar por la pandemia. Superados todos estos inconvenientes vinieron a presentar su espectáculo “The Sounds of New Orleans” y arrancaron con un complejo tema a medio camino entre el blues y el góspel. Había dificultad para afinar con tantas modulaciones y cambios de tono, pero lo salvaron como pudieron. Y ya para el segundo tema pusieron a todo el público en pie, participando con coros, palmas y balanceos a ritmo Funky. Entrega total por parte de la butaca con el aforo completo.

 

La preciosa balada “The Wind Beneath My Wings” escrita por Jeff Silbar y Larry Henley, fue defendida por la cantante más joven (o eso parecía) de la formación con una exhibición de malabarismos vocales muy arriesgados, brillando sobremanera en sus agudos y sobreagudos. Y después de ofrecer una versión de “Amazing Grace”, el himno más popular en los países de habla inglesa, en otra de las voces -muy potente y un arreglo interesante-, llegó el famoso “Oh Happy Day”, un tanto alargado. Si el sexto tema del concierto es este himno significa que queda poco para el final y que el resto de los temas serán de los más populares. Y así fue. El “Hallelujah” de Leonard Cohen fue defendido con mucha garra y una potente voz por una solista que, pese a que tuvo algunos desaciertos de afinación, desató los aplausos del público hasta sacarle las lágrimas de la emoción.

 

Seguidamente turno para una versión góspel del maravilloso “What a Wonderful World” de Louis Armstrong, cantada por una voz masculina de las que transmiten tranquilidad en graves y virtuosismo en agudos. Incluso hubo imitación del rasgado timbre del trompetista. Magnífica versión. Y para finalizar, después de una tanda de canciones navideñas, comenzando por “White Christmas”, finalizaron con “When the Saints Go Marching in” a Rhythm and Blues cañero. Solo quedaba el bis y como no podía ser de otra manera cantaron el tradicional góspel “Amén”.

 

Viniendo de Nueva Orleans, ciudad que simboliza el crisol de culturas y donde surgen algunos de los ritmos musicales más influyentes del mundo -jazz, blues, R&B....-, la formación no podía defraudar. Su dilatada experiencia y su manejo de los tempos consiguió la participación y la ovación del público que aplaudieron hasta enrojecer sus manos. Particularmente y ya que estamos, hubiera preferido un repertorio más autóctono de Nueva Orleans y no tan comercial desde el punto de vista europeo. Pero el público manda.

Crítica publicada en La Nueva España

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Notas al Programa de Dmytro Choni

 Notas al programa

Concierto de Dmytro Choni (piano), en el Teatro Jovellanos, 15/12/2021




Organiza: Sociedad Filarmónica de Gijón



El programa que presenta el joven pianista ucraniano Dmytro Choni abarca un gran compendio de estilos compositivos y de técnicas pianísticas complejas y difíciles de acometer en un solo recital. Choni aborda un repertorio con cinco compositores cercanos en el tiempo y lejanos en la concepción sonora. Si bien Schumann y Brahms fueron coetáneos, presentan particularidades un tanto diferentes en su forma de componer. Muchas más diferencias en cuanto a estilos hay entre los tres restantes: Debussy, Scriabin y Rachmaninov. Las aportaciones de todos ellos han logrado expandir las posibilidades sonoras del piano y han contribuido a evolucionar el lenguaje musical. Así, las piezas seleccionadas para el recital nos permiten entender y diferenciar características y peculiaridades de cada uno de estos grandes compositores. Sin duda, estamos ante un recital de gran envergadura por la dificultad, pero también vamos a escuchar un concierto que triunfará por la belleza de sus obras.

 

Claude Debussy (Germain-en-Laye, 1862 - París, 1918)

 

No revoluciono nada; no destruyo nada. Voy tranquilamente por mi camino, sin hacer la más mínima propaganda para mis ideas, algo propio del revolucionario. No soy tampoco un adversario de Wagner. Wagner es un genio; pero un genio puede equivocarse. Wagner se pronuncia en favor de la ley de la armonía; soy un partidario de la libertad. La libertad, por naturaleza, es libre. Todos los sonidos que oímos a nuestro alrededor pueden ser expresados. Se puede representar musicalmente todo lo que puede percibir un oído fino en el ritmo del mundo que nos rodea. Algunas personas quieren, ante todo, seguir las reglas; yo sólo quiero expresar lo que oigo. No hay escuela de Debussy. No tengo discípulos. Yo soy yo”.

 

Así se define Achille Claude Debussy en una entrevista concedida a un periodista austriaco y con estas palabras expresa la clave de su música: la libertad.  La búsqueda de sonidos y esa forma de des-entender-se de las reglas de la armonía establecidas llevarán a Debussy a explorar sonoridades y a realizar una gran renovación del lenguaje musical en paralelo al “impresionismo” de la pintura y el “simbolismo” de la poesía. Por lo tanto, y contradiciendo al maestro, Debussy sí es un revolucionario. Sus influencias son muchas y muy variadas, desde el cromatismo wagneriano, hasta el naciente jazz americano o el flamenco, pasando por los modos de la Schola Cantorum, la armonía no funcional rusa y la música de Java que conoció en la Exposición Universal de París, celebrada en 1889 -para la cual se erigió la Torre Eiffel-, entre otras influencias.

 

“Et la lune descend sur le tem qui fut”, fue escrita en 1907 y estrenada por Ricardo Viñes en París el 21 de febrero de 1908. Forma parte del segundo libro de la suite “Images pour piano”, que comprende un total de seis piezas. En ella podemos apreciar una discontinuidad del discurso melódico, como si los temas y las tonalidades se interrumpieran evitando el desarrollo y el lirismo. Todo queda suspendido. Quédense con los primeros compases, que suenan como un gong agudo con sus armónicos para dar paso a una extraña sucesión de acordes, dejando patente el hechizo del compositor por los músicos gamelán javaneses. Más adelante vuelve a retomar el sonido del gong con una sucesión de tresillos que da paso a una melodía en el registro sobreagudo. Finalizando la sección central vuelven a sonar los segundos gongs a modo de recuerdo en una tonalidad diferente. Y ya para terminar, la última parte de esta pieza resume el concepto de impresionismo musical con una sonoridad bellísima.



 

“L’Isle Joyeuse” (La isla alegre), fue compuesta en 1904 con intención de formar parte de la “Suite Bergamasque”, aunque finalmente se publicó como pieza independiente. Debussy quiso plasmar en sonidos la fascinación por el cuadro de Antoine Watteau “L’Embarquement pour Cythere” (Peregrinación a la isla de Citera), isla que desde la Antigüedad tenía un templo dedicado a Afrodita, la diosa del amor. El principio de la partitura señala “Quasi una cadenza” y es de gran dificultad interpretativa, ya que discurre a velocidad de vértigo con la escala de tonos enteros, la escala diatónica y el modo lidio, que actúa de nexo entre las dos escalas.

 



 

Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 - Viena, 1897)

 

A Brahms se le atribuye el hecho de ser el compositor alemán que ha llevado el Romanticismo a su máxima expresión. Nacido en un barrio pobre, de niño tocaba el violín, el violonchelo y el piano con su padre por las tabernas del puerto de Hamburgo. La excelente escuela de la calle y una esmerada formación académica de la mano de Kossel y Edward Marxsen, le llevaría a convertirse en un extraordinario pianista, más por su expresividad que por su técnica. Admirado por sus contemporáneos, será Schumann quien pronto ve en el joven pianista una especie de “Mesías” para la música alemana, cuando contaba con tan solo 20 años. Se había creado así un serio rival de la “Nueva Escuela Alemana” que se había estado desarrollando en los últimos años, siendo Liszt uno de los representantes más destacados de esta. Y es bien conocido que entre Brahms y Liszt no había admiración. Brahms critica a Liszt porque presta mucha atención a los efectos externos y muy poca al sentimiento, al mismo tiempo que desprecia la tradición y es irreverente con el pasado. Brahms no quiere saber nada de la música con programa; para él la música se basta a sí misma y aboga por indagar en el pasado para encontrar modelos en los que inspirarse, siendo sus referentes Bach, Haendel, Haydn, Mozart y, sobre todo, Beethoven.

 

Su producción para piano fue una constante en su vida, siendo artífice de tres grandes sonatas y un gran catálogo de piezas de diversos géneros, entre ellos variaciones fantasías, caprichos, etc. Al final de su etapa intermedia, caracterizada por haber alcanzado una brillante madurez, compone las dos “Rapsodias op. 79 durante una estancia veraniega en Pörtschach y estrenadas por el propio compositor en Krefeld, el 20 de enero de 1880. A partir de estas dos piezas se establece un largo periodo de silencio en la composición pianística; pasarán doce años hasta que vuelva a componer las 20 piezas cortas de 1892 en su prodigiosa etapa final.

 

Las dos piezas que conforman el op. 79 están dedicadas a su amiga y talentosa pianista Elisabeth von Herzogenberg, quien propuso a Brahms llamarlas “Rapsodias”, pues el compositor prefería simplemente la denominación “Klavierstücke” (piezas para piano). Presentan unas características singulares y únicas en la producción brahmsiana para piano y conforman una estructura con distintas versiones de la forma sonata en modo breve.

 

La Rapsodia nº 1”, en carácter Agitato y en tonalidad inicial de Si menor, es la más amplia y contiene una melodía popular a modo de cita a Schumann publicado en el noveno número de su “Álbum para la Juventud”, Voksliedchen.

 

La Rapsodia nº 2”, Molto appassionato, ma non troppo allegro y en tonalidad de Sol menor, tiene forma de Allegro de sonata con exposición (que se repite), desarrollo y recapitulación. En la exposición aparecen cuatro breves temas o motivos bien diferenciados. En el desarrollo toman protagonismo los motivos primero y cuarto de la exposición y en la breve recapitulación tienen lugar variaciones que terminan con una coda bien marcada.

 

 

Alexander Scriabin (Moscú, 1871-1915)

 

El pianista y compositor, contemporáneo de Rachmaninov y Debussy, fue uno de los compositores claves del siglo XX, siendo uno de los mayores artífices del postromanticismo y el atonalismo. Su corpus para piano abarca más de doscientas piezas y diez sonatas en las que se refleja su evolución compositiva, con influencias que van desde Chopin en sus primeros años hasta la exploración de los límites de la armonía tonal. Su peculiar sentido sinestésico, su afición a la filosofía y su pasión por el misticismo le llevó a creer que su obra era un mundo superior de conocimiento.

 

Sonata para piano núm. 4 en fa sostenido mayor, op. 30”, fue compuesta en tan solo dos días del año 1903 y publicada en 1904. Estructurada en dos movimientos, Andante y Prestissimo volando, es una de las sonatas más cortas y brillantes de su producción y está llena de contrastes. Finalizada su composición, Scriabin escribió un poema para explicar su significado y está considerada como el inicio del nuevo lenguaje musical, único y personal, del compositor ruso. El primer movimiento está basado en un solo tema y presenta armonías muy sugerentes, con acordes de novenas sostenidas o quintas aumentadas, así como el “acorde de Tristán” que aparece ya en el séptimo compás, llamado así por ser el primer acorde del Preludio de la ópera “Tristán e Isolda”, de R. Wagner. Los dos movimientos se tocan sin interrupción, siendo el segundo de difícil ejecución con un cierre brillante.

 



 

Robert Schumann, (Zwickau, 1810 - Bonn,1856)

“Uno es músico cuando tiene la música no en los dedos, sino en el corazón”, escribía Schumann una vez asumido que no podría ser concertista de piano, tras el fracaso de aquel artilugio inventado para que sus dedos fueran más deprisa. Poco tiempo después comienzan sus episodios depresivos y en los periodos de lucidez desarrolla una intensa creatividad que le llevan a componer grandes obras de arte. En 1834 funda la Nueva Gaceta Musical, en la que revela a Chopin, Brahms y a otros músicos desconocidos.  Poco tiempo después de fundar la revista inicia su relación con la pianista Clara Wieck, hija de su antiguo profesor de piano, con la que compartirá el resto de su corta vida.

“Novelletten en fa sostenido menor, op. 21, núm. 8”. La obra fue compuesta en 1838, en un periodo muy fecundo para Schumann. El título hace alusión a la soprano Clara Novello por cuya voz el compositor sentía fascinación, aunque está dedicada a Clara Wieck. Schumann le explica a su futura esposa a través de una carta, que el título “Novellettes” se debe a que tu nombre es Clara, y “Wieckettes” no suena lo bastante atrayente”. Se trata de una serie de ocho piezas para piano compuestas con la idea de interpretarse como una obra integral, sin embargo, es más frecuente que se realicen con éxito por separado. En este concierto escuchamos la octava pieza, la más larga y desarrollada de todas. Estructurada en dos grandes partes contrastantes, hace referencia a Clara Wieck a través de una cita de la melodía de “Soirées musicales, op. 6 no. 2”, compuesta por Clara dos años antes. Está considerada como una hermosa y romántica declaración de amor. 

Sergei Rachmaninov, (Semiónov, 1873, Los Ángeles, 1943)

El catálogo de obras del ídolo musical, compositor, pianista y director del Bolshoi es extenso y sus grandes obras le han convertido en uno de los últimos grandes compositores del postromanticismo y uno de los pianistas más influyentes de la historia. Ríos de tinta se han escrito sobre la agilidad y la longitud de sus dedos, hecho que se confirma por la digitación y la extensión interválica de sus partituras, convirtiéndose así en uno de los compositores más difíciles de interpretar. Desconocemos la medida de los dedos del pianista Dmytro Choni, lo que sí sabemos es que esta última obra con la que se cierra el recital requiere una gran agilidad física y mental para llevarla a buen término.

“Sonata para piano núm. 2 en Si bemol menor op. 36”.  La sonata elegida para el recital fue escrita en 1913 cuando Rachmaninov cumplía 40 años, tras un breve respiro después de una agotadora gira de conciertos. Compuesta en alternancia con su gran obra coral “Las Campanas” coincide con el año de estreno de “La Consagración de la Primavera”, de Igor Stravinsky. La Sonata no. 2 es una obra extensa que fue revisada en 1931 por el propio autor, después de finalizar las “Variaciones Corelli” y publicada por Gutheil inmediatamente, convirtiéndose así en la versión de referencia. En esta revisión recortó largos pasajes de virtuosismo pianístico, suprimió 120 compases y simplificó la textura para darle más claridad. Estructurada en tres movimientos, el primero se inicia en Allegro agitato con un arpegio descendente que desemboca en dos acordes acentuados bruscamente, dando paso a exuberantes tresillos y seisillos que fluyen como olas. 



Sin interrupción se presenta el segundo movimiento, más calmado y melancólico, especificado con carácter Non allegro. La calma precede al último movimiento, Allegro molto, en el que otro arpegio descendente da paso a la traca final, con un gran despliegue de energía, de velocidad y de contrastes característicos del compositor ruso.


  

Tomen asiento, cojan aire y prepárense a realizar un recorrido por laberintos pianísticos de gran dificultad, pasajes vertiginosos y rincones con una belleza desbordante. ¡Disfruten!

Mar Fernández 

domingo, 5 de diciembre de 2021

Mayumaná no defrauda

 


 

Mayumaná: “Currents”. Teatro de la Laboral, sábado, 4 de diciembre de 2021.

“Currents” es el último espectáculo del grupo israelí Mayumaná y está inspirado en la disputa de dos de los grandes inventores de la historia: Thomas Alba Edison (corriente continua) y Nikola Tesla (corriente alterna) y fue creado para el Festival de la Luz de Jerusalén hace algunos años. Esta propuesta, que ha rodado por países de todo el mundo y con un gran éxito, ocasionó tres pases en el Teatro de la Laboral durante el fin de semana, atrayendo a un público familiar, principalmente, que no se sintió defraudado.

 

Puede que estuviera inspirado en la batalla de Tesla y Edison, sin embargo, había que echarle imaginación para encontrar el hilo conductor. Más bien sigue la línea de otros anteriores, basado en un conjunto de números coreográficos independientes unos de otros y algunos ya vistos con algún lavado de cara. Aun así, es un espectáculo al que pocas pegas se le pueden poner. Todo está estudiado al milímetro y no hay nada que se deje al azar y, aunque se repitan números siguen resultando atractivos y novedosos.

En el primer número justificamos la inspiración en Tesla, pues gracias a él fue posible el sonido de una guitarra eléctrica tocada por uno de los ocho componentes. También queda justificada la inspiración en Edison por las imágenes proyectadas de una ciudad que poco a poco se va iluminando. Mientras, el resto de la formación hace ritmos con cubos de basura, uno de los “instrumentos” que no puede faltar en una coreografía de Mayumaná. Aunque sabemos que el sonido que se escucha no está producido por el golpeo de un contenedor de basura el efecto es tan potente que obviamos esos detalles engañosos. En “Currents” no solo hay buenos bailarines y percusionistas, los técnicos de sonido son una parte fundamental de este espectáculo.

 

El nombre del grupo es una variación de la palabra hebrea “mayumanut”, que significa habilidad o destreza. Qué mejor nombre para poner a una formación creada por Boaz Berman hace 25 años, que empezó con la premisa de generar sonido con cualquier objeto: desde cubos de basura hasta tuberías y aletas de natación. Y, además, tienen la habilidad de llegar a un público muy heterogéneo y crear la ilusión de que cualquiera puede llegar a su casa, coger un par de sartenes y ponerse a tocar para toda la familia sin levantar dolor de cabeza. Lo que hace Mayumaná parece fácil, pero es muy complejo y, además, cada espectáculo es más sofisticado que el anterior.

También destaca la complicidad con el público, resaltando el número en el que un beatbox hacía partícipes a algunos espectadores entre las butacas, micrófono en mano y gel hidroalcohólico, por si las moscas. Uno de los sketches más llamativos fue el de las “patatas fritas” y entre los duelos de percusión, bien con instrumentos caseros (aparentemente) o con instrumentos reales, y las exhibiciones coreográficas de bailarines de alto nivel, se generó un espectáculo en el que no hubo tiempo para el aburrimiento o la desconexión. A juzgar por los aplausos y por las colas que se formaron en el hall del teatro para fotografiarse con los artistas al final del espectáculo, cumplió con las expectativas ampliamente.

Crítica publicada en La Nueva España

domingo, 28 de noviembre de 2021

La osadía de James Rhodes

 


James Rhodes, Gijón Sound Festival. Teatro de la Laboral, viernes 26 de noviembre de 2021.

Hay muchos motivos para aplaudir al pianista británico, recientemente nacionalizado español, James Rhodes. El motivo más importante por el que se merece todo el respeto del mundo es su valor para salir del infierno en el que ha vivido y haber contado al detalle sus intimidades en el libro autobiográfico “Instrumental”, convirtiéndose así en un referente para tanta gente que ha sufrido abusos sexuales a lo largo de su infancia. Un diez. Otro motivo que aplaudo es que rompa la rigidez de las “normas” estéticas y los protocolos que se han ido estableciendo en los recitales de música clásica a lo largo del último siglo, más concretamente a partir de la llegada de Hitler al poder. Me gusta que se vista con sudadera y vaqueros o que haya libertad para aplaudir entre movimiento y movimiento de la misma obra. Por qué no, si te ha gustado. Aplaudo que, bien sea por el morbo que suscita su historia o por otros motivos, haya conseguido acercar la música clásica a un público ajeno a los auditorios. También me parece genial que se comunique con el público en los recitales, que explique cosas de las obras que interpreta e incluso que diga tacos como “Beethoven es el puto amo” o “no hay sitio más bonito en todo el puto mundo que Asturias”, porque en las dos afirmaciones tiene razón y porque así se habla en la calle. Ahora bien, a nivel interpretativo tiene muchísimas limitaciones técnicas y es muy osado al escoger un repertorio tan ambicioso.

Comenzó tocando una versión libre del “Preludio en Mi bemol” de J.S. Bach, con una interpretación pausada y más cercana al minimalismo que encaja con su nivel técnico, pero nada que ver con el concepto de Bach. Y después de exhibir sus dotes de buen comunicador, abordó la “Sonata para piano nº 27” de Beethoven para rendirle homenaje en el 250 aniversario de su nacimiento, que se cumplió el año pasado. La dura infancia del genio de Bonn, con un padre borracho y maltratador, guarda cierto paralelismo con la infancia de Rhodes y la música fue el refugio de ambos, pero hasta ahí las similitudes. Beethoven, entre otras muchas cosas, fue un compositor que se caracteriza por su minuciosidad a la hora de detallar matices sobre cómo tenían que sonar sus obras. Y Rhodes no cumplía ni una. Además de los zarpazos que se le escapaban no había líneas claras en las melodías, los acordes atronaban con torpeza y las dinámicas estaban fuera de lugar.

Llegó el turno de Brahms, primero con la “Rapsodia en Sol menor, Op. 79” y después con el “Intermezzo en Mi bemol”. Y no sé cuál de las dos tocó peor. La mano izquierda de la Rapsodia iba lenta y torpe y los pasajes más oscuros y rápidos sonaban confusos, con un abuso de pedal de sustain que lo ensuciaba todo. El “Intermezzo” languidecía y aburría a las piedras.

Para finalizar, de nuevo Beethoven y la gran “Sonata en Do mayor Op. 53”, conocida como “Waldstein”, la cual destrozó totalmente. Atropellada como caballo desbocado y sin vida, parecía un bailarín afectado por el síndrome de Tourette.  En fin, fue horrible y ni siquiera se salvaron sus dos bises.

Tampoco se trata de pedir que toque las sonatas de Beethoven como lo haría Barenboim o Valentina Lisitsa, más bien es una cuestión de humildad y coherencia con las posibilidades de cada uno, y si no se puede hacer un triple salto mortal hay que conformarse con rodar con fluidez y hacer alguna pirueta de vez en cuando. En definitiva, si aparcara tanta osadía y escogiera un repertorio más acorde con sus capacidades le haría un gran favor al público.

Crítica publicada en La Nueva España 

Depedro: más música para los peques

 



Depedro, Gijón Sound Festival. Teatro de la Laboral, domingo, 21 de noviembre de 2021.

Decía Jairo Zavala en una entrevista de Radio 3 que las canciones para niños van más allá de una taza y una tetera. Y es justamente una de las reivindicaciones que más he oído a progenitores de infantes que ya han dejado el chupete hace tiempo. Si una amiga te pregunta por algún grupo o cantante que haga música para su hijo de nueve años, por ejemplo, ¿a quién le recomendarías? Creo que salvo “Petit Pop” poco más hay. Se salta de las canciones para bebés a la música para adultos, y así toda esa franja de edad intermedia se ve abocada a consumir reggaetones, rap y otros estilos con letras inadecuadas y a veces de mal gusto.   Por ello, el penúltimo trabajo de Depedro, “Érase una vez” (2019), aunque quedó un poco paralizado a causa de la pandemia, llegó y fue muy bien recibido. Y gustó tanto a los niños y niñas como a sus papás y mamás, porque son letras cotidianas y fáciles de digerir, sin tonterías. Además, musicalmente son sencillas y están bien tocadas, aunque no todas las del disco encajan con un público infantil, para mi gusto.

De la mano del “Gijón Sound Festival”, la banda de cuatro músicos que forman Depedro, con Jairo Zavala de frontman, se subió al escenario de la Laboral y puso a la butaca completa a silbar a ritmo de “Despierta”. Aquello parecía una pajarería, pero fue divertido y se creó complicidad entre público y escenario. “Dragón Alado” invitaba a bailar a ritmo de cumbia sabrosona, con la proyección de imágenes de vídeo creadas por Héctor de la Puente que se convertían en completas historias: gran artista y gran acierto. Otros temas como “Chilla que tiemble” o “Comanches” fueron un completo éxito, al igual que el tema que le da título al álbum.

Un poco más flojas sonaron “Vámonos al mar”, o “El Trato”, esta última cantada en inglés. El bonito tema “Te sigo soñando”, que grabó mano a mano con Luz Casal, fue la despedida antes de los bises. Y con todo el público en alto remató con la canción de Chavela Vargas “La Llorona” que, aunque bien cantada, está demasiado usada. Se me ocurren muchas otras canciones para un fin de fiesta sin caer en lo que hace la mayoría, pero es su elección. 

Depedro ha sacado un nuevo disco al mercado titulado “Máquina de Piedad”, sin embargo, no sigue la misma línea que “Érase una vez”, más bien está en la onda de sus anteriores trabajos, por lo tanto, parece que esto ha sido pasajero. Pues es una lástima, porque esta franja de edad necesita su propia música con letras y ritmos adecuados para sus vivencias.

Crítica publicada en La Nueva España 

Maika Makovski. Más visual que musical

 


Maika Makovski. Gijón Sound Festival. Sala Albéniz, sábado, 20 de noviembre de 2021.

Tras este periodo extraño de cancelaciones y aplazamientos que nos ha tocado, por fin llega la novena edición del “Gijón Sound Festival” y esta vez coincidiendo con el Festival Internacional de Cine de Gijón; después de tanta escasez se agradece la oferta.  La presentación del octavo y nuevo disco de Maika Makovski titulado “MK MK”, encajaba perfectamente con la esencia de lo que es el “Gijón Sound Festival”, o por lo menos, lo que yo entiendo que es su esencia, ya que en los últimos años me despistan algunos de los artistas escogidos. 

El esperado concierto arrancaba en la Sala Albéniz con una grabación (¿infantil?,¿ebria?), deliberadamente desafinada del poema sinfónico “Así habló Zaratustra”, como banda sonora para subir al escenario a Makovski y sus cuatro acompañantes: y esa música ambiental puede que tuviera su gracia, pero fue molesto para los oídos. Al instante suena “Scared of Dirt”, la primera canción con la que presentó su nuevo disco: dinámica, contundente y pegadiza, provocando la reacción de un público numeroso -dadas las circunstancias-, que quería agitar sus cabezas y moverse por la pista de baile, aunque tímidamente, por si acaso.

“Purpose”, cuyo inicio en directo parecía la mismísima “My Sharona”, evidenciaba una puesta en escena con una cantante que cambiaba de instrumento en cada una de sus canciones. Y eso siempre gusta. La actitud y la estética estaba cuidada al milímetro por todos los presentes encima del escenario, encajando perfectamente con esa pseudofilosofía punk llevada al rock que la cantante ofrece en sus conciertos. Predominio de los colores azul, blanco y rojo quizás, ¿para recordar que este disco ha sido grabado en U.S.A? No hubo presentaciones, ni explicaciones, ni mensajes, ni discursos aleccionadores entre canciones y los temas sonaban uno tras otro sin apenas interacción con el público, excepto para preguntar si estaban a gusto. Tampoco había solos de instrumentos, ni siquiera buenos músicos, aunque, eso sí, la apariencia era de todo lo contrario. Lo que había era mucho ritmo y mucha energía, de hecho, ninguna de sus canciones sitúa al metrónomo por debajo de 80 latidos por minuto.

De este nuevo disco de Makovski se salvan los cuatro videoclips que ha lanzado como promoción, por su calidad visual y poco más. Quizás, “I Live in a Boat”, cuyo ritmo un tanto ortopédico es muy efectivo y engancha. “Reaching out to you” suena machacona y monótona, con efectos grandilocuentes en cuanto a coros. En fin, que nada nuevo en el acervo de Maika Makovski, pero el público se mostraba encantado y vociferaban pidiendo “cabeza de cartel”, aunque una banda con canciones poco coreables es difícil que lo sea. Para finalizar sonó el sencillo “Love you Till I Die”, que tiene cierto encanto, y para el bis dejaron “Tonight”, esa canción de corte popular que cantaron todos arremolinados alrededor del piano.

 Sin duda, Maika Makovski ha conseguido alcanzar un nivel de popularidad -gracias a programas de televisión como “La Hora Musa”- y prestigio entre un sector del público afín a la música más alternativa, que se puede permitir hacer lo que quiera sin tener que dar explicaciones. Haga lo que haga va a quedar bien y sus seguidores le van a aplaudir.  Pero, musicalmente es muy mejorable.

Crítica publicada en La Nueva España 

Piazzolla x 100 años más



 “Piazzolla X 100”. Festival Jazz Gijón y Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, jueves, 11 de noviembre de 2021. 


El Festival Jazz Gijón y la Sociedad Filarmónica de Gijón se han unido para homenajear a Astor Piazzolla por el centenario de su nacimiento en un concierto denominado “Piazzolla X 100”, que inaugura su gira en el Teatro Jovellanos. La unión ha sido un acierto total al ser capaces de juntar a los aficionados al jazz, a los adeptos a la música clásica y a aquellas personas que gustan de sabores argentinos tradicionales. Porque la música bien hecha solo es eso: música buena. Y porque así es el legado de Piazzolla: un compendio de sonoridades  adquiridas a través de sus vivencias y de su amplia formación musical fuera de encasillamientos, que ha dado como resultado un estilo propio. 


La idea parte del pianista Federico Lechner, que forma un quinteto junto con el bandoneonista Claudio Constantini, el contrabajista Antonio Miguel, el batería Daniel “Pipi” Piazzolla (nieto del compositor) y la cantante Sheila Blanco. En el primer tema “Balada para un loco” encontramos todas estas influencias de Piazzolla absorbidas a través de sus maestros y admirados compositores, como Nadia Boulanger, Ginastera, Pugliese, Gershwin, Bach o Stravinsky, entre otros. Continuaron con “Milonga de la Anunciación” en la que los dedos de Lechner volaban libremente para dar paso a la dulce y delicada “Ave María”, muy lucida en la voz de Sheila Blanco, una artista polifacética que ha publicado recientemente un interesante disco titulado “Cantando a las poetas del 27”. Para mi gusto su momento más brillante fue durante la interpretación de “Balada para Mi Muerte”, un exquisito tema con una letra desgarradora que requiere echar las tripas por la boca. Y Sheila lo hizo. 


Continuó el recital con “Suite del Ángel”, formada por varias piezas instrumentales en las que el diálogo entre el piano de Lechner y el bandoneón de Constantini fue de lo más enriquecedor. Músicos excepcionales, sin duda, como también lo son el contrabajista y el batería que tuvieron sus momentos de exhibición individual, como parte de la esencia de un concierto de jazz. 


Después de la parte instrumental tan intensa vuelve la voz de Sheila Blanco y se produce un bajón de nivel con “Chiquilín de Bachín”. Ya con los latidos más calmados disfrutamos de la larga introducción pianística de “Vuelvo al Sur” y los fraseos del bandoneón antes de dar paso a una nueva visión del famoso “Libertango”, en el que el batería demostró que no solo tiene un gran apellido, sino que es un fantástico músico. 


El público agradeció la calidad del quinteto con un estruendoso aplauso que no cesaba, hasta que los músicos volvieron al escenario para regalar la entrañable “Adiós Nonino” en un tempo lento, finalizando con “J’oublie”, cantada en francés con gran delicadeza en la voz de Sheila. Un recital diseñado y ejecutado a conciencia para rendir homenaje a uno de los compositores más grandes del siglo XX, capaz de encajar en un festival de jazz, en un auditorio de música clásica o en una fiesta de música tradicional. Necesitamos otros 100 años para descubrir la versatilidad de Piazzolla y su legado de más de 2500 obras. Y necesitamos, sobre todo, conciertos como este. 


"Cantarinos pa que suañes". Lied en asturiano

 



“Cantarinos pa que suañes”: concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, miércoles, 27 de octubre de 2021.

Beatriz Díaz, soprano

Luis Vázquez del Fresno, pianista y compositor

Por causa de la pandemia el estreno de “Cantarinos pa que suañes” en el Teatro Jovellanos fue aplazado una y otra vez, hasta que por fin pudo celebrarse como es debido. Había muchas ganas de escuchar lied en asturiano, un género escasamente interpretado por estos lares. Claro que pocos son los compositores que le han prestado atención, pero, por suerte, tenemos al pianista y compositor Luis Vázquez del Fresno, uno de los más prolíficos de la escena asturiana y al que la Sociedad Filarmónica de Gijón quiso invitar bajo el epígrafe “Históricos de la Filarmónica”, 50 años después de su debut en esta sociedad.

La obra“Yerba op. 12”, compuesta en 1977 por Vázquez del Fresno y dedicada a D. Eladio de la Concha, abrió el concierto. Se trata de una obra tonal basada en siete temas populares asturianos y una pieza original titulada “Orbayu”.  En cuanto al estilo compositivo, la forma de abordar cada pieza presenta diferencias sustanciales, tanto armónicamente, con la utilización de la politonalidad en algunas de ellas, como en el tratamiento de la melodía. Varias técnicas pianísticas confluyen en esta obra y “Orbayu”, una pieza de influencia debussiana, es el nexo entre ellas. Desde luego es un gusto escuchar arreglos tan magníficos de piezas como “Dime paxarín parleru”, “Soy de Pravia” o “La mio neña”, entre otras, siguiendo la línea de Manuel de Falla con sus “Siete canciones populares”. Si bien es cierto que son canciones muy populares y existen múltiples versiones de estas, sin duda, Vázquez del Fresno ha aportado una forma diferente de arroparlas oscilando entre el romanticismo y el impresionismo. 

La segunda parte del concierto “Cantarinos pa que suañes” op, 30”, era la más esperada por el público y la que da título al concierto. Son trece composiciones para voz y piano de Vázquez del Fresno sobre poemas creados por el poeta asturiano José María González Fernández, que firma sus escritos como “Chemag”. Ya sin música los textos poseen una sensibilidad exquisita, por lo tanto, para defenderlos se requería una voz acorde a los poemas. No se me ocurre nadie mejor que Beatriz Díaz para tal cometido. La soprano allerana, a la que hemos visto cantando arias de enorme dificultad con gran solvencia, conoce y domina la técnica de la tonada y, además, conoce perfectamente la llingua asturiana y esa fusión la convierte en idónea para el papel. El uso reiterado de vocales cerradas, características de nuestro idioma, es una de las grandes dificultades para interpretar estos poemas: las terminaciones en “u” y en “e” requieren más exigencia para proyectar la voz y Díaz bordó una y otra vez los finales. También quedó patente esa capacidad de fusionar la tonada con el canto lírico en piezas como “Añada de una caparina”, donde la voz se acomodaba plácidamente entre las armonías mayores y menores y entre los pianissimos y los fortes, lo que demuestra la gran técnica y flexibilidad de Díaz.  Por otro lado, hay que destacar la interpretación de “La xaronca’namorá”, defendida por Beatriz con una sensibilidad y una técnica sublime a pesar del molesto timbre de un teléfono que no dejó de sonar durante toda la pieza. Cosas que pasan en directo.

El público encantado dedicó una larga ovación a los dos artistas y obtuvo a cambio dos propinas deliciosas. Sin duda, una velada singular tras haber escuchado una serie de lieder asturianos que convierten a “Cantarinos pa que suañes” en una obra a la que solo podemos desear larga longevidad en los escenarios.

Crítica publicada en La Nueva España 

martes, 19 de octubre de 2021

Isaac et Nora & Fetén Fetén: ¿Oportunidad de oro o explotación infantil?

 


Isaac & Nora & Fetén Fetén. Teatro de la Laboral, viernes, 15 de octubre, 2021. 


Los hermanos Isaac y Nora se han convertido en uno de los últimos fenómenos virales, arrasando las redes con canciones tradicionales hispanoamericanas junto a su padre Nicolás. A priori, el género musical se aleja bastante de las preferencias de esta generación, sin embargo, por alguna causa enganchan a la audiencia porque tienen algunos vídeos con más de seis millones de visitas y millones de seguidores en las redes. De tal impacto mediático quiso sacar provecho la discográfica “Madame Vodevil” y esos vídeos, que al principio eran inocentes y caseros, se han ido profesionalizando en los últimos meses llegando la grabación de un disco y la consiguiente gira por España (y próximamente por latinoamérica, anuncian). Y viendo a esos niños encima de un escenario tan frío y tan grande como el del Teatro de la Laboral de Gijón un viernes de mediados de octubre me provocan sensaciones contradictorias.  Me pregunto ¿Por qué no están en el colegio a estas alturas del curso y que hacen a tantísimos kilómetros de su casa? ¿Se trata de una explotación infantil como lo fueron en su día algunos artistas conocidos por todos o es una oportunidad de oro para ellos? 


En la gira por España no están solos, comparten escenario con Diego Galaz y Jorge Arribas, dos grandes músicos  creadores de “Fetén Fetén” que acaban de sacar al mercado un nuevo disco titulado “Cantables II” con el mismo sello discográfico. Ellos se encargan de abrir el concierto con una habanera y su habitual acopio de instrumentos peculiares. Uno a cada extremo del escenario, dejan el centro para la familia que hace su aparición después de la divertida “Vente que hacemos merienda cena”. Arreglos magníficos y originales dan paso a Nicolás, Isaac y Nora con el chachachá “Solamente tú”. La voz de Nora recuerda a aquella Jeanette que cantaba “Soy rebelde”, susurrando y con mucho aire entre las cuerdas vocales. Su puesta en escena es totalmente estática y con una sonrisa permanente canta canciones que expresan vivencias imposibles para una niña de diez años.  


Entre milongas, jotas, canciones mexicanas, cumbias y boleros  van alternando su repertorio con el propuesto por “Fetén, Fetén” y aparecen temas como “Gracias a la vida”, una canción chilena con la que se sienten identificados por la suerte que han tenido, expresa Nicolás. La interpretación de “El Huapanguero” pone en evidencia las magníficas cualidades de Isaac con la trompeta y deja en entredicho si esa canción es adecuada para la voz de Nora por mucho que le guste a su padre. Para mi gusto no, está muy forzada y deberían quitarla del repertorio o hacerla instrumental. 


Después de interpretar su mayor éxito “Veinte años” despiden con un pasodoble y se llevan la ovación del público. Casi dos horas de concierto en el que me cuestionaba una y otra vez si lo que estaba viendo me convencía o me parecía éticamente correcto. Por un lado, hay una vasta lista de niños en la escena artística que han sido explotados para el lucro de sus managers y progenitores sin tener en cuenta sus propios intereses. Por otro lado, no deja de ser una gran oportunidad en la que esos niños adquieren unas vivencias inalcanzables para la mayoría de sus pares. ¿Qué es lo correcto? Es cuestión de tiempo. Si permanecen en la escena sin formarse debidamente se quemarán. Lo más probable es que el fenómeno viral en el que se han visto envueltos sea solo eso, algo volátil y pasajero, pero estoy convencida de que el amor por la música y por la cultura popular se quedará entre ellos.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España


Forma Antiqua, "Les Scaramouches": exquisito barroco francés con textos inconexos

 


Forma Antiqua: “Les Scaramouches”. Organiza la Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, miércoles 6 de octubre, 2021.

 

“Voy a contaros la cosa más admirable, la más sorprendente, la más maravillosa, la más milagrosa… la más digna de envidia”, comenzaba declamando la actriz Ana Villa para dar vida a “Les Scaramouches”, el espectáculo de los hermanos Zapico en su conjunto instrumental “Forma Antiqua” con el que se inauguró la nueva temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón. Una selección de piezas enmarcadas en el barroco francés más exquisito que domina a la perfección esta formación de once componentes capitaneada por Aarón Zapico.

 

Musicalmente un 10, sin duda. No había una nota fuera de lugar ni un timbre que no encajara en este puzle sonoro bien armado a base de piezas históricamente bien informadas. La formación conseguía trasladar a los espectadores a los jardines de Versalles y a la corte del rey Luis XIV, con todo su boato. Las flautas de Guillermo Peñalver y Alejandro Villar volaban con una precisión milimétrica en los difíciles y virtuosos fraseos de piezas creadas por Couperin, Lully, Corrette y Leclair. Instrumentos poco asiduos como la tiorba de Daniel Zapico o la guitarra barroca de su hermano Pablo se entrelazaban con el clave de Aarón, formando el armazón del conjunto instrumental. Si bien es cierto que la sonoridad del clave queda difusa y apenas se percibe en un escenario como el del Jovellanos sabemos que Aarón es un maestro de maestros a las teclas porque lo hemos visto en otras ocasiones con mejor acústica. Las cuerdas frotadas de Jorge Jiménez y Daniel Pinteño a los violines engarzaban puntillosamente con la viola de José Vélez, el violonchelo de Ruth Verona y el contrabajo de Jorge Muñoz. Y para marcar los tempos estaba David Mayoral que ofreció todo un despliegue de instrumentos de percusión singulares. Grandes músicos todos ellos.

 

 En cuanto a los textos recitados que “en teoría” daban conexión a las piezas musicales ya hay más controversia. El texto terminó con la misma frase del comienzo y por medio, entre una y otra pieza, Ana Villa declamaba una selección de textos de grandes dramaturgos franceses de la época, Molière entre otros. Y esa “cosa más admirable, la más sorprendente, la más…” con la que comenzó y terminó no acabamos de adivinar cuál era. El público se afanaba por conectar una intervención con otra y darle significado a los textos escuchados en relación con las chaquetas de colores que triangulaban el escenario, las cuales terminaron unidas en una esquina a modo de bandera francesa.  Quizás nos hubiera venido bien alguna explicación o quizás no la tenía y era la pretensión del personaje que da título a “Les Scaramouches”: jugar con el público. Después de todo no deja de ser un espectáculo en el que se mezcla la farsa, la sátira, la tragedia y la comedia en la noche francesa. Desde luego yo no fui capaz de apreciar conexión alguna, así que opté por desistir y disfrutar de la maravillosa sonoridad de estas obras tan representativas del barroco francés que nos ofreció “Forma Antiqua”. Eso sí, interpretadas de modo exquisito.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

domingo, 29 de agosto de 2021

Pancho Varona: A la sombra de Sabina

 


Pancho Varona, “Ruta 52”. Terraza de La Laboral, viernes 27 de agosto,2021. 


Pancho Varona canta horriblemente mal, incluso peor que Sabina, que ya es decir. Su timbre es pobre y no afina frase ni queriendo. Además, como guitarrista nunca ha despuntado de manera significativa, ni por sus solos ni por tener un sonido único y su nombre ha estado siempre a la sombra de otros de primera línea, principalmente Sabina. Sin embargo, ahora que su frontman está en horas bajas se puede permitir el lujo de hacer una gira en solitario, llamarla “Ruta 52” para aprovechar el tirón mediático de la inmortalizada “Rute 66” y llenar todas las butacas.


“Más de 100 mentiras”, publicada en el álbum “Dos pájaros de un tiro”, abrió el concierto y una docena de canciones archiconocidas fueron las que sonaron en la Terraza de la Laboral, cantadas por Varona guitarra en mano. El resto del tiempo “Panchito, Panchito” (así es como le llama Sabina), se dedica a contar las historias que preceden a cada canción advirtiendo que “cuanto más cuente y menos cante mejor para todos”. Y es totalmente cierto. Pero es que, además, ni siquiera esas historias que preceden a cada canción son originales porque cada una de ellas las ha contado muchas veces en diferentes entrevistas que ha concedido a lo largo de su larga trayectoria y algunos detalles han variado. Cosas del tiempo.  


Nos contó la anécdota de “Peor para el sol” con Christina Rosenvinge y siguió con “Ahora que”, una canción “casi perfecta para un amor casi perfecto”, nos recordaba Varona después de aturdir nuestros oídos al no conseguir hacer una frase completamente afinada hasta bien pasado el primer estribillo. Otro tanto podríamos decir de “Hotel, dulce hotel” y “Ruido”, ese precioso tema cuya letra original es de Pedro Guerra y Sabina le cambió algunos versos hasta convertirla en una obra de arte. Lo paradójico es que la canción que peor cantó fue “La canción más hermosa del mundo”. Nos explicó que la letra es tan larga que les costó hacer la música a Antonio García de Diego y a él, y decidieron comenzar con versos de notas muy graves hasta terminar con versos muy agudos, pensando en que nunca la tendrían que cantar. Y aquí encajaría perfectamente un emoticono de Instagram o WhatsApp, de esos que aparecen con la boca y los ojos bien abiertos, porque resultó un dolor de oídos en la voz de Varona.


Claro que el mérito es que en todo su repertorio Varona es protagonista de la parte musical y por eso se puede permitir contar un montón de anécdotas. Pero también quiso cantar una canción de “La Mandrágora” en la que no intervino ni en la letra ni en la música, y la canta porque es la que más le gusta y significa un resorte para su vida. Se trata de la emblemática “Pongamos que hablo de Madrid”. Aún faltaban los grandes éxitos de los conciertos de Sabina: “Y sin embargo”, “La del pirata cojo” y “Princesa”, de las que, aparte de las anécdotas que ya habíamos oído no había por donde cogerlas (en cuanto a afinación, me refiero). Pese a todo, los aplausos fueron bien contundentes. 


En fin, llegado a este punto parece que ha quedado claro que, en mi opinión, la calidad musical de un concierto de Pancho Varona deja mucho que desear. Sin embargo, absolutamente todos los presentes salimos de allí con gran satisfacción y con la sensación de haber asistido a un evento ¿único?, ¿mágico?, ¿nostálgico?... Me viene a la cabeza aquella anécdota tan difundida por los medios de comunicación que se contaba de Lola Flores: “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

jueves, 26 de agosto de 2021

Ospa en Camín: la OSPA en versión orquesta de cámara

 


“Ospa en Camín”. Teatro de la Laboral, martes 24 de agosto, 2021. 


“OSPA en Camín” es el título de la gira que realizan varios componentes de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias para conmemorar el año Xacobeo 2021. Formada para la ocasión como orquesta de cámara con once músicos -un contrabajo, dos percusionistas, dos oboes, dos contrafagot, dos trompas y dos clarinetes-, capitaneados por el contrafagot John Falcone, alegró la tarde a los aficionados a la música clásica tan escasa en el periodo estival. 


Para comenzar, una interesante partitura de Mozart compuesta en 1782 para octeto de vientos, la “Serenata nº 12 para vientos en do menor K. 388”, la cual difiere sustancialmente del resto de serenatas por su carácter serio y sinfónico alejado de divertimentos y ligerezas. La obra se estructura en cuatro movimientos, comenzando con un prodigioso Allegro inicial cargado de dramatismo que fue abordado por la orquesta con timbres contrastantes muy firmes en definición. El resto de los movimientos fue un paseo para los componentes de la orquesta acostumbrados a interpretar partituras del de Salzburgo. Muy brillantes estuvieron en el Allegro final en forma de variaciones, destacando la dificultad de la particella del contrabajo que fue interpretada por Francisco Mestre con gran soltura.

 

La segunda obra de la tarde fue un arreglo de la Suite para Orquesta del Ballet “Romeo y Julieta” de Prokofiev. Para la ejecución se incorporaron dos percusionistas que contribuyeron a engrandecer el marcado ritmo que requieren las danzas y las trifulcas entre montescos y capuletos para que las melodías de oboes y clarinetes fluyan. La interpretación de los cinco movimientos estuvo fantástica, a pesar de que esta obra se acostumbra a escuchar con una orquesta de mayores dimensiones y, por lo tanto, con más contundencia. 


De la música rusa se fueron a Estados Unidos con una selección de temas muy conocidos de la ópera “Porgy & Bess”, compuesta por Gershwin y arreglos de A. Skirrow.  La selección era muy apropiada para la ocasión, comenzando por “Summertime” que siempre gusta en cualquier versión y, aunque esta formación está más ducha en interpretar obras de carácter europeo supieron aproximarse livianamente al feeling que requieren estas composiciones. Quizás, que John Falcone sea americano ayudó algo. El caso es que da gusto escuchar esa música por estas latitudes y el escaso público que se congregó quedó encantado reclamando más. La orquesta volvió a ocupar el escenario para interpretar el conocido “Easy Winner” de Scott Joplin, en un fantástico tempo muy alegre y divertido.


Para finalizar, como segunda propina pudimos escuchar uno de los mejores arreglos que se hayan hecho de “Asturias patria querida”. La partitura está creada por el asturiano Daniel Sánchez, presente en la actuación  y clarinete bajo principal de la OSPA y, sin duda, merece la pena reparar en ella. Todos los acordes, desde el primero hasta el último (el penúltimo sobremanera), están muy bien pensados. Esperamos escuchar más veces esta versión (y con más vueltas mejor), y también a esta singular orquesta de cámara. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España