martes, 17 de marzo de 2020

La carismática Alice Wonder




Alice Wonder, ciclo “San Miguel On Air”. Sala Acapulco del Casino de Asturias, viernes 6 de marzo.

Alicia Climent no podía haber escogido un nombre artístico más apropiado para definir todo su singular universo musical. Bajo el seudónimo Alice Wonder hay una chica de tan solo veintidós años que empezó abriendo una cuenta de Instagram donde volcaba covers de las canciones que más le gustaban para su pequeño círculo de seguidores, pasó por ser telonera de Vetusta Morla, entre otros, hasta lanzar un disco propio bajo el título “Firekid”, que a pocos deja indiferente y la sitúa con nombre propio entre los artistas emergentes más relevantes del país. Su presentación en la sala Acapulco dentro del ciclo San Miguel “On Air”, congregó a una pequeña muestra de fans que han tenido el privilegio de comprobar de primera mano el porqué de su crecimiento tan rápido como artista ajena al mainstream.

Pasando de la guitarra al teclado constantemente y acompañada por un batería y un teclista/bajista, dependiendo del tema, sonaron las once canciones que forman su álbum y algunas inéditas que prepara para próximos conciertos y pudimos escuchar en primicia. Los tres, más alguna pista grabada dependiendo de la canción, ofrecieron un sonido contundente, a pesar de la mala acústica de la sala. Sus canciones se mueven entre la nostalgia de Bon Iver, el rock de Radiohead y el pop más underground, aunque  Alice demuestra que sus influencias son muy eclécticas. En la misma canción es capaz de recrearse en pequeñas frases minimalistas durante un buen rato y, después, desplegar todo un conglomerado de sonidos psicodélicos multicapa para transmitir un mensaje cercano con su voz grave y personal. Además, su puesta en escena entre la chulería y la humildad, es llamativa y capaz de atrapar la mirada del público constantemente.

Por otro lado, salvo excepciones, la labor de los baterías suele pasar bastante desapercibida, sin embargo, Echedey Molina destacó desde el primer tema.  Los ritmos de batería, ya de por sí, son bastante originales en el disco (quizás, tenga que ver que el padre de Alice es batería profesional y ella es exigente con este instrumento), sin embargo, Molina los engrandecía y ofrecía una amalgama de ritmos complejos cargados de sutilezas que llamaban la atención. Buenísimo batería.

Alice marca la diferencia con detalles que demuestran su singularidad.  Por ejemplo, el hecho de ofrecer una hora y media de concierto y no utilizar ninguna versión de canciones superfamosas y pegadizas de otros artistas con las que enganchar al público más despistado, marca la diferencia respecto a otros artistas que están empezando como ella y tienen poco repertorio conocido, porque es lo habitual.

En definitiva, su estilo coherente y particular define a Alice Wonder como una artista carismática y de  singular voz. Tiene talento y sabe lo que quiere y después de lo visto en la presentación de su primer álbum estoy segura de que la volveremos a ver en muchos escenarios con más público y con mejor acústica. Y será muy pronto.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Nando Agüeros: La voz del norte





Nando Agüeros, Gira 20 Aniversario. Teatro de la Laboral, viernes 28 de febrero. 

Hay una parte del público asturiano con apego por el mundo rural y por las tradiciones que le gusta escuchar artistas con voces limpias, con cierto aire a tonada y con letras que tocan la fibra del que se siente de la "tierrina". Nando Agüeros ha calado hondo entre este tipo de público hasta el punto de adoptarlo como parte de sus raíces, aunque sea de Cantabria. Quizás, porque en Asturias hay carencia de artistas que sigan esa línea desde hace muchos años (probablemente, desde que Víctor Manuel buscó tierras más prósperas) o porque las fronteras entre Asturias y Cantabria son un poco ficticias. El caso es que el de Torrelavega lo tiene fácil porque cumple con todos los requisitos: buena voz, estilo clásico, buen porte y un cierto aire de orgullo y de nostalgia en sus letras que evocan tradiciones y emigración.

Hacía semanas que se habían agotado todas las entradas del concierto en el teatro de la Laboral para celebrar su  vigésimo aniversario de carrera artística. Desde el primer tema “Cantábrico”, hasta la popular “Viento del Norte”, sonaron veinticuatro canciones de lo mejor de su amplia discografía, evocando a “ La LLuvia” o a “La Santina”, pasando por “Mi viejo Pueblo”  y por Galicia hasta “El Restallar de Asturias”, dando paso al último tema que ya es todo un himno. Una selección de canciones muy apropiada para el lugar del concierto. 

Se acompañó de siete músicos y entre los  instrumentos no faltó la gaita, el violín o el acordeón que tanto gusta en esta tierra y le dan ese aire celta. Los siete arroparon una voz limpia y franca,  modulando y luciendo varios registros con alarde de potencia pero sin tener que estar siempre al límite de su tesitura, como hacen otros cantantes. Es comedido y conoce muy bien donde están sus fronteras. No hubo sorpresas, todo estaba medido al milímetro y todo sonó con corrección, con los deberes hechos. 

En lo que más destaca Nando Agüeros es en su estilo para componer letras y ese gusto por las rimas lo lleva hasta las llamativas presentaciones de los músicos en directo. Cada uno de los componentes tuvieron su rima, como muestra presentó al guitarra diciendo: “en ese mundo tan nuestro de acordes y telecasters, de trotamundos con máster he aquí un buen maestro, Eduardo Basterra Baster”. 

La velada terminó con todo el público cantando los versos de “Viento del Norte” y los aplausos fueron bien sonados. Dejando a un lado los gustos de cada uno hay que reconocer que Nando Agüeros se ha forjado una carrera que bien merece los reconocimientos que está teniendo y seguro que los éxitos no le darán la espalda en un futuro. 
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

OSPA: La trompa en primera línea



Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA), programa Horizontes II. Andrews Grams (director), Javier Molina (trompa). Teatro Jovellanos, jueves 27 de febrero

La trompa  tradicionalmente está relegada a ocupar  las últimas filas en una formación sinfónica.  Es un instrumento que pasa desapercibido entre la masa orquestal y pocos compositores han dedicado su talento a escribir obras para trompa y orquesta,  destacando Mozart, que escribió nada menos que cuatro conciertos, así como Anton Weber o Emmanuel Chabrier, entre otros. En esta ocasión la interpretación del "Concierto para trompa nº 1 en mi bemol mayor, op.11", compuesta por Richard Strauss, fue la excusa perfecta para que el alicantino Javier Molina, trompa solista de la OSPA desde junio de 2016, se situara en la primera línea del teatro Jovellanos y nos diera la posibilidad de contemplar la belleza y las capacidades de este instrumento tan peculiar. 



Detrás de esta composición de Richard Strauss hay todo un culebrón familiar que daría rienda suelta a los más inspirados novelistas. El caso es que el compositor conocía muy bien el instrumento, ya que su padre -Franz Strauss-, fue un prestigioso intérprete del mismo y del que Wagner afirmó “Strauss es un tipo detestable pero cuando toca la trompa uno no puede odiarlo”. Richard quiso dedicar a su progenitor la obra por su sesenta cumpleaños pero no la finalizó a tiempo y una vez terminada su padre la rechazó.  En conclusión, la rivalidad entre ambos dio lugar a ríos de tinta y la dedicatoria fue a parar a otro gran trompista, Oscar Franz

Una de las mayores dificultades de la obra es el control de la dinámica entre el instrumento solista y la orquesta y Javier Molina interpretó la obra con responsabilidad, entusiasmo y sin titubear, manteniendo el pulso con la orquesta de tú a tú. Se llevó una buena ovación, tanto del público como del resto de integrantes de la OSPA y nos deleitó con una propina junto con sus cinco compañeros de sección, que dieron muestras de cariño y respeto hacia el protagonista de la noche.

La batuta corría a cargo del americano Andrew Grams, que abrió el concierto con la suite sinfónica “Printemps” de Claude Debussy, inspirada en la obra “La Primavera” de Botticelli. Si la pintura está cargada de simbolismo y preciosistas detalles, la partitura no lo es menos. Siguiendo la línea de Debussy, esta composición tiene múltiples colores, formas y sutilezas que requiere muchas escuchas para captar toda la belleza. Es de esas obras que en cada interpretación se descubre algo nuevo, al igual que en la pintura. La dirección vigorosa de Grams, que además de las manos y la batuta dirige con todo su cuerpo en movimiento, favoreció una interpretación solvente.

La velada terminó con la interpretación de la “Sinfonía nº 3 en do menor, op. 78”, para órgano de Camille Saint-Saëns, de quien Franz Liszt dijo que era "el más grande organista del mundo" y Wagner catalogó como "el más grande compositor francés vivo". Un prodigio de obra que Grams dirigió de forma enérgica, permitiendo por momentos escuchar casi de forma individual a cada una de las secciones orquestales, hasta llegar a la coda final con un derroche de energía.

Si tenemos en cuenta que Saint-Saëns a principios del siglo XX se mostraba en contra de las influencias de Debussy y de Richard Strauss, no deja de ser curiosa la elección del programa al unir a estos tres compositores en una misma velada. Pero la OSPA no deja de sorprendernos.  



Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España