miércoles, 26 de diciembre de 2018

Otra vez Malikian

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Ara Malikian: Festival Metrópoli Winter. Palacio de deportes Adolfo Suárez. Domingo, 23 de diciembre, 2018.

Si Ara Malikian decidiera aparcar el violín y dejar la música podría dedicarse a hacer monólogos para el Club de la Comedia y se ganaría la vida perfectamente. Humor no le falta y discurso tampoco. De hecho, repite los mismos discursos en cada concierto y sigue gustando. Un encargado de la seguridad del Palacio de Deportes comentaba previo al concierto: “si viniese todos los días llenaría todos los días”. Dado el caso no se si sería para tanto, pero el hecho es que cuelga el cartel de lleno absoluto al poco de anunciar una nueva fecha y Gijón se ha convertido en cita obligada cada año.


Llegó a Gijón y repitió el concierto del verano del 2017 titulado “La increíble gira de Violín”. Si obviamos que no se acordó de los “percebes” y su historia por tierras asturianas todo lo demás fue clavado al concierto anterior, incluídas pausas, monólogos y coreografías. Sonó “Voodoo Child” de Jimi Hendrix mezclado con el “Requiem” de Mozart. También “Life on Mars?” de David Bowie o “Kashmir” de Led Zeppelin, intercaladas con Bach o la “Campanella”  de Paganini. Por supuesto no faltaron sus habituales “Danza Armenia”, el “Comodín Nº 8”, -versión de “Pajaritos por aquí”, o “El Vals de Kairo” dedicado a su hijo cuando aún estaba en la barriga de su madre. Y también tuvo su momento triste para acordarse de todos los refugiados y los migrantes.

Si al hecho de repetir concierto añadimos que muchos  de ellos están colgados en internet y se pueden ver cómodamente desde el sofá con la calefacción bien humeante, ¿merece la pena volver a pagar otra vez la entrada -que no es barata- y pasar mucho frío en un pabellón de deportes en pleno mes de diciembre? Suena de locos pero sí merece la pena. Por un lado da gusto ver cómo interactúa con su banda, formada por músicos de gran nivel que integran un cuarteto de cuerda, batería y percusión hindú, a los  que se suma el guitarrista Tony Carmona, habitual de grandes del pop español como “Mondragón”, Aute, Serrat o Luz Casal. También es un placer escuchar sus discursos tan divertidos y tan bien contados, aunque sean los mismos: ya lo decíamos antes, para monologuista no tiene precio.

Pero lo mejor es verle tocar el violín con maestría, con energía y con técnica impecable. Si lo vemos de cerca podemos observar cómo se van desgastando los pelos de su arco por el roce, a menudo que transcurren los temas. Muchos miles de notas salen de ese violín en cada concierto -al que bautizó como Alfredo Ravioli-, para ofrecer un repertorio que, aunque lo pueda parecer no es fácil. Es difícil dar coherencia a estilos tan contrastados como el rock, el glam, el barroco, el clasicismo, el romanticismo o las músicas de Europa del Este. Malikian encontró la fórmula para unificarlas todas y las aderezó con mucho sentido del humor. Por eso es capaz de llenar estadios una y otra vez y recibir ovaciones sonoras, como la de Gijón. Aunque repita el mismo concierto siempre hay hueco para una lectura nueva. Por lo tanto, aunque sea lo mismo sí merece la pena escuchar otra vez a Ara Malikian.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Joshua Nelson: Góspel sin edulcorantes



Joshua Nelson & The New Yorkers Gospel. Festival de Gospel de Gijón. domingo 17 de diciembre.

Traer al Teatro Jovellanos a Joshua Nelson, acompañado por “The New Yorkers Gospel”, ha sido un gran acierto por parte de la organización para que no perdamos la fe en los festivales de este estilo musical. Digo esto porque es un estilo que funciona muy bien y siempre se llenan las butacas, el problema es que a estas alturas se ha estandarizado tanto que todos los conciertos suenan más o menos igual. Todos tienen una puesta en escena muy similar, todos tienen grandísimas voces, cantan más o menos el mismo repertorio - “Oh happy day”, “When the saints”, “Silent night”, “Jesus is the light”, etc- y todos empiezan y terminan con la misma cadencia. Ya lo decíamos en estas páginas al mencionar a “Chicago Mass Choir”, encargados de abrir el festival de esta edición: son buenísimos pero de producción en serie.


Si escuchamos a Mahalia Jackson podemos entender cómo siente la música Joshua Nelson, es la anarquía del gospel estandarizado, es la vuelta a las raíces del gospel. Para empezar nada de sermones religiosos, de hecho su espectáculo lleva por título “El Evangelio según Joshua”, toda una declaración de intenciones. De religión judía -nacido en Nueva York y de origen senegalés-, mezcla  la tradición “Kosher” con el soul y el gospel inspirado en el canto de la reina del gospel.

Comienza su espectáculo como otros lo terminan: aparece por los pasillos del teatro cantando a capella, seguido de sus integrantes ataviados con panderetas y tabla de lavar, sumergiendo al público en una gran fiesta para seguir así hasta el final. Ya en el escenario frente al piano, va desgranando tema tras tema a base de “work songs” y de cantos espirituales de raíces africanas en los que la improvisación siempre tiene cabida. También canta los clásicos citados antes, pero a su manera. De hecho, las armonizaciones vocales y las coreografías no están estandarizadas: cada componente de la formación suelta alaridos gospelianos cuando le apetece y se mueve libremente por el escenario.


Por otro lado - lo que más nos interesa-, cuando vamos a un concierto de gospel queremos escuchar grandes voces; Joshua Nelson tiene una voz inmensa y un timbre precioso sustentado por una energía desbordante. Su forma de tocar el piano o el órgano es técnicamente incorrecto por salvaje y visceral,  pero justamente es lo le hace más atractivo. Eso se llama tener feeling. El instrumento está al servicio de las voces, de la suya propia y de los nueve miembros que componen “The New York Gospel”, con buenas voces de tesituras muy contrastadas.

Joshua Nelson es todo un personaje que se define a sí mismo como “la peor pesadilla del Ku Klus Klan” y no sabemos cuánto hay de cierto en esto, lo que sí sabemos es que Nelson es capaz de mantener en plena orgía festivalera al aforo del teatro Jovellanos durante hora y media. Una fiesta por todo lo alto que nos traslada a los orígenes del gospel. Al gospel de verdad.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

lunes, 17 de diciembre de 2018

El Faro: Un espectáculo para exportar

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"El Faro", Estreno del espectáculo en el Teatro de la Laboral. Protagonistas: Ana Belén y Alberto Rodríguez. Textos: Luis García Montero. Idea original: Javier Blanco y Manuel Paz. Intérpretes: Orquesta de Cámara de Siero, Coro de Voces Blancas del Nalón, colaboran Andreas Prittwitz, David Varela. Dirección de escena e Iluminación: Laura Iglesia y Carlos Dávila. Viceoarte: Rob Loren sábado, 15 de diciembre del 2018.

Los numerosos asistentes al Teatro de la Laboral que presenciaron el estreno de “El Faro” pueden sentirse privilegiados por haber vivido un espectáculo que, en principio y por desgracia, no se va a volver a repetir. Un compendio de grandes profesionales de diversas disciplinas se han unido para narrar las últimas horas de un farero (Alberto Rodríguez) al que le llega la hora de la despedida -”gracias por los servicios prestados”, dice la carta que recibe-, para ser sustituido por un ordenador.  Los diálogos del farero con la diosa Atenea (Ana Belén) y las ensoñaciones manifestadas a través de la música y la proyección de imágenes cuentan una historia muy actual y con gran profundidad, cuyo hilo conductor es la relación del hombre con el mar.

Mucha ambición y altura de miras hay detrás de la idea original de Javier Blanco y Manuel Paz que, en principio, iba a ser algo sinfónico pero ya metidos en harina se fue añadiendo levadura de la buena y la masa  fue creciendo hasta conseguir un espectáculo muy potente. Los textos del poeta Luis García Montero no tienen desperdicio, pues hay poesía y mucha filosofía. La puesta en escena y la iluminación bajo la dirección de Laura Iglesia y Carlos Dávila no podía estar más conseguida para contextualizar todo lo ocurrido. Horas y horas de grabaciones de Rob Loren han sido necesarias para ofrecer unas imágenes de videoarte que nos sumergen emocionalmente en la narrativa. Los protagonistas dos astros de la escena: a Ana Belén la hemos visto en su faceta de actriz con papeles dramáticos muy buenos y nos esperábamos una buena actuación, pero Alberto Rodríguez fue toda una sorpresa porque estamos acostumbrados a ver su faceta cómica,  sin embargo tiene una gran vena dramática. Me encantó.

En cuanto a la música, es una partitura muy bella con distintas partes contrastantes, con fragmentos espectaculares y de una gran creatividad. Lo más llamativo es que un espectáculo que reúne a tantísima gente en el escenario salga bien la primera vez que se representa.  Encima del escenario una orquesta de tamaño considerable como la “Orquesta de Cámara de Siero” destacando la sección de cuerdas que estuvo muy fina; preciosos cantos de sirenas emitieron el “Coro de Voces Blancas del Nalón”; el set de ritmo formado por batería, bajo, teclados y guitarras, empastaba perfectamente con la orquesta. Para completar, el aire celta en algunos fragmentos del acordeón de David Varela y las improvisaciones de flauta o de saxo alto de Andreas  Prittwitz engrandecieron la partitura original. Probablemente el entusiasmo con el proyecto y muchísimas horas de ensayo hicieron que cada componente diera lo mejor de sí mismo y, salvo algún pequeño matiz, no hay pega posible.

Para finalizar Ana Belén, con su habitual afinación exquisita y acompañada por todos los músicos, cantó “Las laboriosas vidas marineras”, un precioso tema compuesto para la ocasión por Víctor Manuel basado en los versos del mexicano Hugo Gutiérrez Vega.

“El Faro” es un espectáculo diferente que es capaz de cautivar al espectador a través de todos los sentidos. Tiene mucha calidad creativa y está muy bien ejecutado, por lo tanto se merece más representaciones, aquí y en otras latitudes. Esperemos que así sea, al fin y al  cabo el mar y los sentimientos que provoca son universales.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Beatriz Díaz y Alejandro Roy: Lo mejor de la lírica asturiana






Beatriz Díaz (soprano) y Alejandro Roy (tenor): “Gala Lírica Asturiana”, organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, 12 de diciembre /2018.

Es sabido que en Asturias hay mucho talento artístico, pero de vez en cuando es necesario darle visibilidad, y de esta manera hacer “profetas en su tierra”. Es el caso del tenor Alejandro Roy y de la soprano Beatriz Díaz, recientemente nombrada “Asturiana del Mes” por LA NUEVA ESPAÑA. El Teatro Jovellanos, en colaboración con la Sociedad Filarmónica de Gijón, ha apostado por una gala en la que se unen las dos grandes figuras de la lírica y muestran su talento con una selección de arias y dúos procedentes de las mejores óperas italianas, en su mayoría veristas.

Quedó claro que Puccini es uno de los favoritos de ambos cantantes, pero también hubo alguna muestra de Verdi, Leoncavallo, Amilcare Ponchielli  y los menos habituales Francesco Cilea y Alfredo Catalani. Una gala muy complicada porque cada cantante está obligado a dar el “triple salto mortal” en cada una de sus intervenciones, no hay números de relleno y optan por enfrentarse a las partituras más exigentes. Además no hay ni orquesta ni coro sobre el que apoyarse, las voces se sostienen sólo con el acompañamiento del pianista Juan Antonio Álvarez Parejo, por lo tanto, cualquier mínimo error se aprecia. Abordar este repertorio y de esta manera indica el gran nivel que tienen los dos cantantes.

Abrieron con el difícil dúo de amor, “Gia nella notte densa”, de la ópera “Otello” (Verdi), basado en la obra de Shakespeare: todo un reto y una muestra de gran compenetración en la pareja. Brillante fue el dúo “Mario, Mario” de “Tosca”, cantado con mucha sensibilidad, en el que fluyó la química entre ambos. También, muy destacable el dúo que representa el encuentro entre “Cio-Cio San” y su marido el teniente “Pinkerton” en “Madama Butterfly” (Puccini). Más discreta fue la intervención del dúo final “O soave fanciulla”, de la ópera “La Bohème” (Puccini), muy correcta pero sin llegar a pellizcar.

Breve y brillante fue el aria “Addio fiorito asil” de la ópera “Madama Butterfly” cantada por Alejandro Roy, al igual que “Ch’ella mi creda”, también de Puccini, que precisa de mucha intensidad y sensibilidad. Sus intervenciones más destacadas fueron: “Vesti la giubba” (Leoncavallo) y la propina  “E lucevan le stelle” de “Tosca”, partituras exigentes que requieren mucha madurez vocal.

En toda su plenitud está la voz de Beatriz Díaz al escoger un repertorio como el de la gala. Aunque la ópera verista  Adriana Lecouvreur (Cilea) no es muy representada, la belleza del aria “Io son l’umile ancella” hace que muchas grandes cantantes la incluyan en su repertorio solista.  Beatriz Díaz levantó las primeras ovaciones por la belleza tímbrica y el gran dominio de la técnica. Muy cómoda se sentía Díaz en el papel de “Cio-Cio San” cantando “Un bel dì vedremo”, (Puccini). Intensos aplausos desató después de “Ebben, ne andrò lontana” (Catalani), una pieza poco conocida que requiere un gran control de dinámicas. Finalizó con la propina “O mio babbino caro”, que termina con un pianissimo delicioso, mostrando así que está a la altura de las más grandes sopranos.

Sin duda, los dos asturianos mostraron todo un alarde de buena técnica vocal, potencia y sensibilidad, en una gala poco frecuente y muy necesaria para poder apreciar la calidad de los nuestros.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 



viernes, 7 de diciembre de 2018

Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida: Un encuentro irrepetible



Silvia Pérez Cruz  y Marco Mezquida. Teatro de la Laboral. sábado, 1 de diciembre, 2018

Silvia Pérez Cruz no es una cantante de masas enloquecidas de consumo rápido y fácil, es de ese tipo de artistas capaz de llegar a un público heterogéneo y exigente. Llevaba tiempo queriendo cantar junto al pianista Marco Mezquida pero no encontraban el momento oportuno, por sus apretadas agendas. Esta fue la ocasión para el encuentro y un privilegio poder escuchar una actuación como la que nos ofrecieron en el Teatro de la Laboral.
Escogieron un repertorio de lo más variopinto, sin novedades pero con mucho gusto. Arrancaron de modo íntimo con poca luz, ella sentada en el suelo y Marco al piano vertical con “My funny Valentine”. Versión difícil de reconocer  y nada que ver con otras como la de Sinatra, Ella Fitgerald o Chet Baker; ni un verso cantó, solo notas monosilábicas sobre un arreglo al piano vertical a base de escalas y arpegios sinuosos improvisados. Poco a poco la actuación iba cogiendo ritmo sin perder ese punto de intimidad que busca la cantante catalana en sus conciertos. Jugando con las cuerdas del piano de cola, a modo de arpa y después con las teclas, muy debussiano sonó el comienzo de “Plumita”. Pasó por toques flamencos, blues y volvió a ser etéreo, mientras la melodía vocal era más propia de un canto lusitano.  Esta fue la tónica del repertorio: variedad, experimentación tímbrica, improvisación y todo un alarde de dominio de distintas técnicas pianísticas y vocales que encandiló al público.

Buen gusto demostraron los dos al escoger temas tan exquisitos y poco escuchados como “Oración del Remanso” de Jorge Fandermole o “Barco negro” de Amalia Rodrigues. Sorprendente la mezcla de un coral de Anton Bruckner con un tema de Ornette Coleman. Menos sorprendente, por estar muy usada,  fue la versión de Chavela Vargas “Llorona”, pero bien. Parte del público contuvo las ganas de arrancarse a cantar “Padre nuestro tú que estás” en versión española y parroquial al escuchar “Sound of Silence” (Simon & Garfunkel). Por suerte Silvia la cantó en inglés comenzando a modo de espiritual negro para después transformarse en algo extraño con toques flamencos.

Silvia Pérez Cruz no deja de sorprender en cada una de sus actuaciones. Con aires más flamencos o con música más experimental se curra cada concierto para llegar a la gente y, guste o no guste es una artista que merece la pena ver en directo, al menos una vez. Por sus poros emana calidad vocal y conocimiento musical a raudales. En esta ocasión, acompañada por un pianista de tanto nivel como Marco Mezquida, pudimos disfrutar de un concierto que quedará para el recuerdo de los presentes y, probablemente irrepetible. La ovación final fue muy sonada.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

Homenaje a Igor Medio: Reinterpretando la tonada




Ciclo de Folk de Cámara “Igor Medio”. Museo Casa natal de Jovellanos. viernes 30 de noviembre.

La acústica del Museo Casa Natal de Jovellanos es adecuada  para un concierto como el que tuvo lugar este viernes, en un homenaje al fallecido músico asturiano Igor Medio. Los artífices tres músicos muy conocidos del panorama musical asturiano: Xose Martinez (Ún de Grao), a la guitarra y voz, Pepín de Muñalén, alternando la flauta traversa con el saxo y Tony Cruz, más fácil de ver con el contrabajo en sus colaboraciones con músicos de jazz. Más de una docena de piezas entre habaneras, añadas, cantares de ronda y principalmente tonadas, conformaron un repertorio sin mayores pretensiones que pasar un rato agradable en un entorno cómodo y aportar una nueva interpretación de la tonada.

Arrancó Xoxe con su guitarra acústica cantando una tonada para seguir con “Onde yo me pueda ir”, a la que se sumaron las melodías del saxo de Pepín. Para la animada “Torna la gocha Antona” ya estaban los tres músicos en el escenario, destacando las improvisaciones del saxo, por la calidad de ejecución y también por el volumen natural del instrumento que devoraba la sonoridad de la guitarra y el contrabajo. Más empaste de volumen hubo en “Quítate neña”, donde Pepín cogió la flauta traversa para adornar un cantar de ronda, con un arreglo muy guapo para aquellos versos que dicen: “si quieres que te quiera dame de aquello que me diste de nueche y taba bueno”.  

Gran parte de las letras asturianas no tienen desperdicio e invitan a hacer varias relecturas desde distintos puntos de vista. Xoxe Martínez suele respetarlas pero a veces cambia algunas frases simplemente porque no suenan bien, como es el caso de “Caleya arriba cantando”, donde suprime la frase “la que va a ser mi tormento” por “la dueña de mi pensamiento”. Así suena mucho mejor.

Algunas nanas también se interpretaron de una manera particular, entre ellas una en homenaje a Igor Medio que había grabado en un disco junto a Lisardo Prieto. Con tanta nana se bajó la intensidad del concierto, aunque sin llegar a dormirse. Para despedir enlazaron “El Besu” y “Agora no” en un arreglo muy agradable. Y es que  “Ún de Grao” allá por donde va reivindica una nueva forma de hacer canción asturiana, para que llegue a un público más heterogéneo -como el que estaba presente en la sala-, más moderno y menos encorsetado, simplemente porque es compatible. Hay gustos para todos y el trío formado para la ocasión gustó.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España