domingo, 26 de enero de 2020

Dulce Pontes: Con estilo propio





Dulce Pontes, “30 años de música”. Teatro Jovellanos, sábado, 18 de enero. 

Hablar de Dulce Pontes como una de las máximas exponentes del fado, aunque es correcto, significa encasillarla en un estilo del que escapa constantemente. Y no porque reniegue de su cuna -todo lo contrario-, sino porque le gusta explorar otros terrenos musicales hasta dominarlos y hacerlos suyos. Su gira “30 años de música” celebra mucha música a sus espaldas y hace un repaso de grandes canciones a lo largo de toda su trayectoria. La elección del repertorio no fue del gusto de todos y quizás faltaron temas como  “Asturias” que se incluye en su último trabajo “Peregrinaçao” (2017), o la espectacular “A Rose Among Thorns”, compuesta por Ennio Morricone para la banda sonora de “La Misión”, cuya versión cantada por la portuguesa pone los pelos de punta. 

Durante los tres primeros temas se enfrentó sola con el piano a un teatro Jovellanos abarrotado por completo. La interpretación  íntima de “A Minha Barquinha” dio paso a “La Boheme” de Charles Aznavour, cantada en español y con un arreglo de piano algo más elaborado.  Siguió con “Ondeia”, donde hizo un gran alarde de técnica vocal con fraseos complicados y agudos imposibles, la constante de la mayoría de los temas que ofreció en el recital. Se sumaron al escenario el guitarrista Daniel Casares y el contrabajista Yelsy Heredia, ofreciendo variedad rítmica y sabores cubanos, brasileños o jazzísticos, incluso coqueteando con el flamenco, que estuvo muy presente en las virtuosas manos de Casares. Un repertorio de lo más variopinto en el que los tres empastaron a la perfección. 

La parquedad de palabras de la cantante hacia el público la suplió con un lenguaje corporal divertido entre guiños y bailes, haciendo partícipe a los presentes con coros y palmas, pero sobre todo con una voz que llenaba todo el teatro. Pocas notas desafinadas hubo entre tantas florituras vocales abarcando una  tesitura amplísima. Impactante fue su versión de “Senhora do Almortao” .o “Cai Dentro” de Elis Regina, con improvisaciones buenísimas planeando por encima de una armonía muy difícil. Su versión de “O Pato” de Joao Gilberto, onomatopeyas incluidas, fue divertida y con una introducción que recordaba a las improvisaciones de Al Jarreau. Causó sensación la desgarradora versión de “La Leyenda del tiempo”, un tema de Camarón con letra de García Lorca en el que la guitarra hacía contener el aliento. 

También hubo momentos para recordar a Chavela Vargas con “El último trago” o a Alejandro Fernández  y su “Procuro olvidarte”, de nuevo con una introducción de guitarra flamenca espectacular. El público en pie no quería despedirse sin escuchar la “Cançao do mar”, probablemente su mayor éxito de todos los tiempos. 

Dulce Pontes es una artista singular, con un estilo inclasificable y con una voz muy trabajada a base de buena técnica y de explorar diferentes géneros musicales. Sin duda, pasará a la historia como una de las grandes voces en su estilo y el público del teatro Jovellanos lo pudo comprobar. La ovación fue sonora.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

We love Queen: con Queen no hay riesgos





Teatro Jovellanos, viernes, 10 de enero.

Casi todo lo que tenga que ver con Queen funciona. Sus legiones de seguidores se apuntan a cualquier espectáculo que se monte en torno a la mítica banda británica que capitaneó Freddie Mercury durante dos décadas y que aún sigue vigente, aunque sea esporádicamente. Por lo tanto, la compañía Yllana, creadores de “We love Queen” apostaban sobre seguro y el resultado es que llevan ya dos años arrasando por los teatros españoles. Pero para rendir un homenaje a Queen y no caer en lo hortera hace falta hacerlo muy bien. El espectáculo que presenciamos en el teatro Jovellanos está bien ejecutado y con muchos aciertos, pero hay algunos detalles a lo largo del show que defraudan.

El recibimiento de los espectadores por parte de seis monjes extraños, antes de abrirse las cortinas para mostrar el “templo”, ya apunta que no se trata de un musical serio, sino que el humor estará presente. Un acierto y algo habitual en los espectáculos de la compañía, que ha triunfado con “The Hole” y “Hoy no me puedo levantar”, entre otros. Estos seis monjes se transformaron en bailarines que mostraban distintas escenas de baile a lo largo del repertorio, pero no vimos ninguna muestra coreográfica de cierto nivel: más bien parecían coreografías de aficionados.  Por otro lado, la puesta en escena es austera pero más que suficiente.

El maestro de ceremonias Enrique Sequero, destacó en su faceta de actor con divertidas presentaciones cargadas de anécdotas de cada tema y conduciendo todo el show con dinamismo, pero en lo referente a su faceta de cantante tuvo sus más y sus menos y algunos temas le quedaron demasiado grandes, “Who wants to live forever” o “Bohemian Rhapsody”, por ejemplo. Sin embargo, Manuel Bartoll que se encargaba de coprotagonizar la parte vocal, llevando el peso en los temas más complicados, brilló con creces. No hubo cambio de tonalidades para que fuera más cómoda la tesitura de la voz, se respetó el tono original y Bartoll salvó con nota temas como “Show must go on” o el himno de despedida “We are the Champions”. Su voz es perfecta para los musicales: sin parecerse a la de Freddie (ni se pretende), su tesitura y potencia le permiten abordar muchos repertorios distintos. Un gran cantante. 
 
En cuanto a lo musical, se mezcla la interpretación en directo de batería, guitarra y bajo con varias pistas grabadas, principalmente teclados y coros (Queen también lo hacía). Destaca la labor del guitarrista Jorge Ahijado, que ya tiene mucha experiencia en este tipo de espectáculos, con la interpretación de los solos ideados por Brian May. Por lo demás, salvo pequeños errores de sincronía, volúmenes y algún desafine (Bohemian Rhapsody, por ejemplo), la mayor parte de los temas sonaron potentes y por instantes casi podíamos sentirnos como parte del público del mítico concierto del estadio de Wembley, allá por 1986.
“We Love Queen” no pretende imitar a la banda británica, para eso ya están los argentinos “God Save the Queen” que lo hacen estupendamente. Este espectáculo busca revivir aquellas grandes canciones con la complicidad de espectadores de diferentes generaciones. Lo lograron porque los asistentes se lo pasaron en grande participando con coros, palmas e incluso con coreografías desde sus asientos en este espectáculo tributo a una de las bandas más imperecederas de todos los tiempos. Y aunque tenga sus errores la idea es un éxito y el público se fue feliz. Queen forever.  

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España