El Ballet Nacional de Argentina en el Teatro Jovellanos.
Dirección general y artística: Iñaki Urlezaga
Viernes 11 de Abril
La gira del Ballet Nacional de Argentina no dejó a nadie indiferente a su
paso por Gijón. La joven compañía, con poco más de un año de rodaje,
supo escoger un repertorio que une calidad y comercialidad para hacer su
presentación internacional. Su programa alterna coreografías creadas por
la élite de la danza, como Mikhail Fokine, Marius Petipa o Frederick Ashton,
junto con otras de coreógrafos más actuales como Giusseppe della Mónica o
el propio director de la compañía Iñaki Urlezaga. Para la puesta en escena se
optó por decorados sencillos y efectistas, con una excelente iluminación
que supo dar el color apropiado a cada interpretación.
La primera parte se abrió con “Chopiniana”, una coreografía creada por
Fokine inspirándose en Glazunov e Isadora Duncan, sobre música de Chopin no
escrita para danza (Chopin nunca escribió música para ballet). Una danza
que en su día fue muy innovadora, tanto por la distribución espacial como por
la diferente jerarquización de papeles protagonistas. El cuerpo de
baile se movía con soltura y bastante precisión y los pequeños
errores se suplieron con el entusiasmo y las ganas propias de una
compañía joven que arranca con mucha ilusión.
Tras un breve descanso varios números solistas fueron alternándose, entre
ellos destacamos “Claro de Luna” con música de Debussy y “La muerte del cisne”
del compositor Camile Saint-Saens y coreografía de Fokine. La coreografía de
Iñaki Urlezaga sobre la escena de la muerte de “La Traviata” fue la que más
impacto causó a los asistentes, todo un desafío sobre una música concebida para
la ópera. El primer bailarín Matías Iaconiani causó sensación entre los y las
asistentes. El resto de las coreografías, salvo alguna actuación de
alguna solista, más pendiente de la técnica que de la expresión, cada
intervención era mejor que la anterior, si cabe.
Otra cosa es el sonido. No estuvo nada cuidado y la culpa en este
caso es compartida. Sabemos que el equipo del teatro Jovellanos no
es muy bueno, más bien es pésimo, forzado en agudos y con calidad obsoleta,
pero el equipo técnico del ballet no puede presentar esas grabaciones tan
lamentables. Estamos hablando de música grabada, por lo tanto comprimida y no
tienen por qué escucharse esos niveles de saturación en agudos, propios
de la conversión de discos analógicos en digitales, y unas diferencias de
calidad y de volumen abismales entre unos temas y otros.
En definitiva, para el público que quería ver sólo ballet fue sublime, pero
para los que entendemos el espectáculo como una fusión entre danza,
interpretación y música pudo haber estado mejor.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España.
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