domingo, 26 de abril de 2015

Una Sinfónica muy contemporánea

Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, 9 de Abril.  Teatro Jovellanos de Gijón.
Director: Perry So

Estaba ansiosa por poder ver a nuestra sinfónica interpretar una obra escrita en el siglo XXI. No es que sea la primera vez, pero es tan poco frecuente escuchar composiciones  contemporáneas que llama la atención. Que conste que la calidad interpretativa de toda la orquesta es más que sobrada para abordar cualquier repertorio que se les ponga por delante, por lo tanto, si buscamos culpables ¿es la dirección? ¿es el público? ¿la taquilla? Por otro lado ¿qué hacen las instituciones impasibles ante más de medio aforo del Jovellanos vacío y sin gente joven cuando tenemos un conservatorio, escuelas de música, un instituto con bachiller artístico y miles de jóvenes que estarían encantados de vivir una experiencia como esta por un precio simbólico? La media de edad de los asistentes es de “cincuenta y bastantes”, pero esta reflexión la dejamos para otra ocasión más propicia, si acaso.

Ahora vamos por partes. Un programa que contemple sólo obras del XXI o de la segunda mitad del XX es impensable para un público muy apegado al repertorio decimonónico.  Pues bien, optando por lo seguro el concierto se inició con el Op. 52 de Schumann, una preciosa obra romántica, de carácter “liviano y cordial”, en palabras del propio compositor, ya que la escribió “en un estado de ánimo verdaderamente feliz”.  Un ensayo más hubiera sido apropiado para lograr una buena ejecución por parte de la orquesta bajo la dirección de Perry So. El Finale estuvo bastante bien, pero en el Scherzo y sobre todo en la Obertura hubo momentos bastante turbios y confusos, faltos de definición y claridad.
Seguidamente es el momento para la esperada obra del joven Guillaume Connesson, uno de los compositores actuales que más sorprende, pues sus influencias  abarcan desde una gran parte de los discípulos de  la irrepetible maestra Nadia Boulanger -incluidos sus alumnos de la vanguardia americana -, hasta los sonidos más orientales, sin olvidar a Debussy o a los románticos europeos.

 Todo esto es perceptible en  sus composiciones y, concretamente en “Une lueur dans l’âge sombre” hay mucho de Messiaen, Debussy, Copland, Adams, etc. La introducción de la obra, escrita en un solo movimiento, comienza con un pianíssimo en el grave que representa el vacío, del cual emerge un destello que poco a poco se va transformando, mediante silencios, glissandos, notas tenidas y distintas melodías, hasta que  se convierte en una cegadora luz.  La representación del vacío resultó perfecta por parte de la orquesta, y al mismo tiempo estropeada por el cuchicheo de algunos espectadores que, o bien no se habían percatado del comienzo de la obra o no encontraron otro momento más adecuado para contarse sus intimidades.  Tras un toque de atención por parte de otro espectador pudimos sumergirnos en un paisaje sonoro cósmico, en el que se van superponiendo melodías hasta alcanzar el clímax  en plena luz, para  volver a desaparecer en el vacío. El musicólogo Alejandro G. Villalibre hace una magnífica descripción en las notas al programa de la OSPA. Recomiendo su lectura para la comprensión de la obra, por lo tanto, sólo me queda reflejar la magnífica interpretación de la orquesta guiada por la  excelente dirección del carismático Perry So. Un lujo para mis oídos.


Tras el descanso, volvemos al siglo XIX para cerrar el programa con la tercera sinfonía de Brahms.  Sólo comentar que desde el motivo inicial del primer movimiento hasta el pianissimo final -que termina de nuevo con el motivo inicial-,  todo estuvo en su sitio para cerrar el círculo de manera impecable, tanto por parte de la orquesta como de la dirección de Perry So, cuya simpatía y saber hacer se ganó una gran ovación de los pocos presentes.

Crítica  de Mar Norlander para el diario La Nueva España

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