Ciclo “Jazz en el Centro” de la Fundación Municipal de Cultura. Salón
de actos del Antiguo Instituto. Miércoles 9 de Abril
César Latorre, piano
Petros Klampanis, contrabajo
Yago Fernández, batería.
El ciclo “Jazz en el Centro” cada año se molesta un poco más por
ofrecer novedades y traer a músicos de prestigio internacional, sin caer
continuamente en los típicos tríos o cuartetos que improvisan el mismo
jazz de siempre sobre temas estándar más que masticados. Que también, y
por qué no. A veces apetece escuchar una vez más “All of me” o
“Cantaloupe Island”, pero este miércoles no era el día. Recién estrenada
la primavera con la sangre fluyendo a tope necesitamos ponernos las pilas, así
que César Latorre Trío y el estreno de su disco en primicia para Gijón fue la
mejor opción.
¿Qué tiene de particular este trío? No es jazz clásico, tampoco es
free-jazz, ni progresivo, ni cool, ni bebop, ni smooth, ni rag,...es una fusión
que tiene un poco de todo lo anterior y muchas otras influencias ajenas al
jazz; música contemporánea, folklore europeo, vanguardia americana y un sinfín
de discos (incluído Pat Metheny) que navegan por las neuronas del pianista
gijonés César Latorre y conforman su ecléctico universo sonoro. El trío, además
del pianista gijonés (sé que me repito pero es para que quede claro que es de
la tierrina aunque haya emigrado), lo conforman el contrabajista griego Petros
Klampanis y el batería letón Artis Orubsen, unidos por amistad y por
estudios desde hace 10 años en Ámsterdam. Tanto tiempo ensayando y tocando
juntos y con tanta diversidad cultural da como resultado un disco cuyo título
define perfectamente lo que suena. Se titula “Collage” al igual que el
tema con el que abrió el concierto. En esta gira sustituye al batería
habitual el gallego Iago Fernández. Demostró ser un gran músico
pues no es fácil aprenderse en poco tiempo temas con estructuras, cortes y
dinámicas tan complejas. Pocos errores
percibimos.
Continuos ostinatos rítmicos en amalgama forman la base principal de las
composiciones sobre la que se desarrollan improvisaciones y se tejen melodías
de distinta complejidad. Algunas muy asequibles, incluso para oídos poco
exigentes, otras no tanto. Ni los músicos ni el público se aburren porque
no hay tiempo para ello. A César Latorre le encantan los cambios, en su
mayor parte de forma progresiva y algunos bastante abruptos. Pasa de los
pianíssimos, perceptibles sólo para las primeras filas, a los fortes en cero
coma. Lo mismo podemos decir de la armonía, huye de lo tonal para moverse
rápidamente por modulaciones contemporáneas con acortes abiertos, manteniendo
casi siempre el ostinato en el piano. Si hablamos del tempo, no hay
ningún tema lento y tampoco ningún tema rápido, todos tienen partes lentas,
rápidas y a medio tiempo. Hay que decir que tanto cambio resultó denso y
difícil de digerir para algunos espectadores más afines al frío invierno. Para otros
muchos y para mí un placer.
Crítica de Mar Norlander para el periódico La Nueva España.
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