Mongolia, el Musical. Sábado 11 de Abril en el Teatro de la
Laboral.
Si nos ponemos a describir la situación que vive nuestra sociedad en los
últimos años dan ganas de llorar, pero si son los de “Mongolia, el Musical” los
que te lo cuentan en un par de horas te ríes hasta de tu sombra. Humor
inteligente y socarrón, capaz de rescatar chistes malos para contarnos
historias filosóficas que describen la realidad actual ¿Cuándo tuvo gracia un chiste como: van dos y
el del medio se cayó? O ese que dice: “la mejor forma de matar a un gallego es
meterlo en la puerta giratoria porque jamás va a encontrar la salida”. Ya se imaginan de qué va el chiste, pero no
sólo de la política actual, también nos enteramos de que “Franco era un puto genio”
porque trajo el Rock and Roll y la
democracia a España. El origen del
chiste nos lo cuenta el argentino Darío Adanti y cómo las puertas giratorias
eran un control de la emigración española a Argentina a finales del XIX, por
eso los gallegos (españoles) entraban pero no salían. Actualmente los emigrantes no entran.
El apellido “el musical” no describe nada
de lo que acontece en su espectáculo, salvo que Eduardo Bravo recita tres temas
al ukelele (con mucha gracia, eso sí) más música no hay, así que
bien podían haberle puesto “Mongolia, la Macarena” (me abstengo de explicarlo por si hay lío) o “Mongolia, los
perroflautas”, por ejemplo. Sería más
descriptivo. En el primer sketch, dos agentes de
la autoridad nos cuentan los síntomas que padecen los “pies negros”, enfermos
de “perroflautosis”, cómo hacer para identificarlos y cómo acabar con
ellos. Muchos personajes públicos y
hechos sociales quedaron reflejados en esta parodia, pero fue el “pies negros” Santiago Calatrava y su Palacio de
Congresos de Oviedo el que arrancó los primeros aplausos bulliciosos de la
noche.
Una
de las particularidades de “Mongolia, el Musical” es que adaptan el humor a
cada lugar a donde van. En esta ocasión lo tenían fácil pues Edu Galán es
ovetense y conoce perfectamente la
idiosincrasia del pueblo asturiano y las tiranteces entre Oviedo y Gijón,
“donde inventaron el turrón, el del blando”. Edu se dispuso a darnos una clase
de marketing, principalmente a los de Gijón porque “llevamos mucho tiempo
viviendo de las subvenciones y no del esfuerzo individual”, y así aprendimos
que “encima de nuestras cabezas está la crisis y alrededor los chinos”, y que “crisis
en chino es igual a oportunidad, así que hay que expandirse”. Todo un seminario sobre la especulación
inmobiliaria contado de manera sarcástica e inteligente, hasta que llegó el
primer patinazo de la noche: la venta de la oficina de Charlie Hebdó. Tampoco
hizo gracia el chiste con Rafa Nadal y mucho menos el del parricida José Bretón. La lluvia
de abucheos fue sonada. El final del
espectáculo, donde hablan del "prepucio de Cristo" y el negocio de la iglesia,
dividió al público entre risas y gestos de desagrado. Podemos reírnos de todo
pero no todo hace gracia a todos.
A pesar de estos pequeños patinazos el público se lo pasó en grande riéndose a
carcajada limpia de las miserias y las desgracias diarias españolas, de
la monarquía, de los políticos,…Hasta el perro “mistetas” apareció por ahí. Un humor necesario, eso sí muy bestia y muy
arriesgado por parte de los protagonistas.
Ellos sabrán lo que hacen, de momento yo les aplaudo. Crítica de Mar Norlander para La Nueva España.
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