lunes, 16 de septiembre de 2024

Juan Carlos Calderón. ¿Quién eres tú? › Milenio, 2024



Hace algunas semanas que la Editorial Milenio publicó este libro que me llevó años de investigación y, sin embargo, ni siquiera le hice mención ni en mi propio blog. Después de años escribiendo y valorando el trabajo de otros artistas sin ningún reparo, es enigmático y desconcertante el pudor que le entra a una a la hora de hablar de lo suyo. ¡Qué le vamos a hacer! Cada uno es como es. 

Hoy es un día especial porque la prestigiosa revista musical Rockdelux es quien habla de mi libro. Así que no voy a decir nada del contenido de Juan Carlos Calderón ¿Quién eres tú? y aprovecho la ocasión para copiar y pegar el generoso texto que escribe Javier de Diego Romero.  Muy agradecida. 


Mar Norlander. Juan Carlos Calderón. ¿Quién eres tú? › Milenio, 2024

 La figura del compositor que escribe para otros artistas, del autor que no interpreta sus propias canciones, apenas ha despertado interés entre los estudiosos de nuestra música popular, a diferencia de lo que ocurre en los países anglosajones. El trabajo en la sombra de Burt Bacharach, Rod Temperton o Desmond Child ha sido ampliamente recuperado y divulgado, mientras que nombres como Augusto Algueró, Manuel Alejandro o Rafael Pérez-Botija, es de lamentar, permanecen en el olvido. La investigadora asturiana Mar Norlander contribuye a paliar esta desmemoria con el libro Juan Carlos Calderón. ¿Quién eres tú?”, fruto de su reciente doctorado en Historia del Arte y Musicología.

El creador de “Eres tú” salió a la palestra, a inicios de los sesenta, como músico de jazz, género que cultivaría en trabajos tan interesantes como el LP “Bloque 6”, publicado originalmente en 1968 y reeditado en 1996 nada menos que por Blue Note. El motivo por el que pocos años después decidió probar suerte en el pop melódico en calidad de arreglista intrigaba en gran medida a Norlander antes de emprender su investigación; en este sentido, su tesis doctoral lleva por título “Juan Carlos Calderón (1936-2012), el compositor. Una transición del jazz al pop”. En el libro explica que el santanderino tenía la ambición de escribir música para gran orquesta, y eran las discográficas que editaban pop las que contaban con una; fue por ello por lo que se adentró en un estilo que en realidad le disgustaba, aunque merced a “Yesterday” y otras canciones de The Beatles pronto cambiaría de opinión. No obstante, el jazz nunca dejaría de ser su mayor pasión y, de hecho, su huella se aprecia en algunas de sus grabaciones de pop, como el álbum de debut de Cecilia. En este orden de cosas, llaman la atención las invectivas que le dirigieron algunos críticos de jazz por sus colosales éxitos en el pop. Así, en una reseña de su actuación en la edición de 1978 del Festival Internacional de Jazz de San Sebastián, recogida en el volumen de Norlander, leemos lo siguiente: “Desde un principio se palpaba una profunda hostilidad contra el compositor de canciones comerciales, (…) contra el tránsfuga que intenta combinar prestigio y dinero. (…) Ha hecho demasiado y demasiado malo para que un público cualquiera olvide de inmediato los engendros que debidos a su mano nos asaltan desde gargantas tan cantarinas como Sergio y Estíbaliz o Mocedades”.

Además de con el grupo vocal vasco y el dúo que brotó de su seno, Juan Carlos Calderón colaboró con, entre otros, Luis Eduardo Aute, Joan Manuel Serrat, Massiel, Víctor Manuel, Ana Belén, Paloma San Basilio, Nina, Myriam Hernández, Luis Miguel o Sheena Easton. Norlander ofrece excelentes análisis musicales de las composiciones y arreglos que moldeó para ellos, aunque en algunos casos no del todo accesibles para el lector profano en acordes, tonalidades o compases. También hace hincapié en su faceta de letrista, en unos textos que lo descubren como un talentoso poeta del desamor que exhibe un notable conocimiento de las formas métricas y utiliza diestramente las imágenes metafóricas. Una de sus mayores virtudes, subraya la autora, radica en la facilidad con que se adaptaba a las particularidades de cada cantante; se ponía en la piel de intérpretes tan diversos como por ejemplo Nino Bravo y Raffaella Carrà.

Por supuesto, el libro hace amplia referencia a la participación de Calderón en varias ediciones de Eurovisión y en otros festivales de la canción, pero, meritoriamente, también trata en detalle aspectos de su trayectoria artística a los que rara vez se alude. Hay todo un capítulo relativo a la música que creó para la gran pantalla, cerca de una veintena de bandas sonoras fechadas entre 1966 y 1981. Norlander se detiene extensamente en dos de ellas, la de “Carola de día, Carola de noche” (Jaime de Armiñán, 1969), película destinada a promocionar a Marisol, y la del drama erótico “Las adolescentes” (Pedro Masó, 1975). Se resaltan asimismo sus incursiones en el góspel y otras músicas estadounidenses de raíz, que se encuentran en los primeros discos de Mocedades y en el musical “América negra” (1972); en el sonido Filadelfia, del cual es buen exponente el hit instrumental “Bandolero” –que lo convirtió en referente primordial del género en España–, y la música disco, representada en especial por el álbum “Calderón disco” (1979); y en el rock andaluz, reformulado con maestría en “Soleá” (1978). ¿Y sabían que Calderón fue un mago de los sintetizadores? Compruébenlo escuchando “Verde” y “Tierra”, firmados respectivamente por Víctor Manuel y Ana Belén, dos discos del año 1973 en los que experimenta audazmente con el mellotrón.

Una obra tan brillante, caudalosa y poliédrica como la de Calderón merecía ser reivindicada por un libro como este: muy documentado, riguroso a la par que ameno, de alcance exhaustivo y escrito con esmero. Un estudio, en definitiva, imprescindible para cualquier interesado en la historia de la música popular en nuestro país. 

Por Javier de Diego Romero, para Rockdelux

lunes, 22 de enero de 2024

Ilia Papoian. La pasión y el talento del legado ruso. Notas al programa.

 


Notas al programa del concierto del pianista Ilia Papoian.
Sociedad Filarmónica de Gijón- Teatro Jovellanos, 24 de enero, 2024.

Antón Rubinstein (1829-94), fue el primer pianista que introdujo la música rusa en el
resto del mundo, tras fundar la Sociedad Musical Rusa y crear el Conservatorio de
San Petersburgo en 1862, junto con Theodor Leschetizki, quien definió el espíritu
musical ruso como caracterizado por una técnica prodigiosa unida a una intensa
pasión, una gran fuerza y una vitalidad extraordinaria. Desde ese momento la escuela
pianística rusa se ha convertido en una de las más potentes de la historia.
Es en el Conservatorio de San Petersburgo donde se fraguan las carreras de gigantes
como Scriabin, Tchaikovski y Rachmaninov, tres de los compositores que vamos a
escuchar esta velada, junto con otro de los grandes de la tradición rusa -aunque más
desconocido-, Nikolai Medtner, surgido desde el Conservatorio de Moscú.
Precisamente, también es en el Conservatorio de San Petersburgo donde se sigue
formando el pianista que intentará cautivar a todos los espectadores en este recital
de piano. Y dada la juventud de Ilia Papoian -nacido en 2001-, todo apunta a que
vamos a escuchar a un artista que está tocado por los astros para ser uno de los
grandes pianistas del siglo XXI, pues demuestra una gran valentía al enfrentarse a un
repertorio de osada escritura pianística unida a la tradición de su escuela, a la que
pretende honrar.

Comienza con los 24 preludios, Op.11 de Aleksandr Scriabin (1872 -1915), escritos
entre 1888 y 1896, cuyo carácter es más bien conservador en comparación con el
desarrollo evolutivo del compositor, que pasa desde el romanticismo hasta las puertas
de la atonalidad y el expresionismo, sin dejar a un lado su búsqueda de equivalencias
entre sonido, color y sentimiento. Sin duda, un compositor adelantado a su tiempo
que hubiera disfrutado con las posibilidades de la tecnología actual capaz de darle
vida –aunque sea de manera virtual- a su imaginación sinestésica y convertirla en
múltiples colores.
Aunque su obra orquestal es muy significativa, sin duda, la música para piano es
probablemente lo que más asombró de todo su repertorio. De hecho, a sus partituras
de piano quedaron rendidos músicos como Vladimir Horowitz, Sviatoslav Richter o
Vladimir Ashkenazy, entre otros. Y dentro de su amplio catálogo pianístico, el preludio
-junto con la sonata- es el género que más cultivó, creando alrededor de noventa. La
obra supone un homenaje a los 24 Preludios de Chopin, manteniendo el mismo orden
tonal, alternando los modos mayor y menor y siguiendo el círculo de quintas en orden
de ejecución. En estas veinticuatro miniaturas, desde la primera hasta la última se
aprecia la evolución estética y pianística del compositor, al adquirir nuevas formas de
expresión rítmica, melódica y armónica.
Absténganse de aplaudir veinticuatro veces y mantengan el silencio necesario para
disfrutar de los ecos sonoros que quedan después de cada interpretación de estos
veinticuatro bellos y fascinantes preludios.
De la brevedad de los preludios pasamos a escuchar una larga sonata del compositor
Nikolái Médtner (1880-1951), la Sonata para piano no 9 en La menor, Op.30, cuya
belleza va a la par que su complejidad. Si bien Médtner es el más desconocido de los
cuatro compositores elegidos para el recital, en las últimas décadas hay cierto interés
por rescatar su obra. Buen amigo de Rachmaninov (quien le dedicó su Concierto para
piano no 4) y de Scriabin, el virtuoso pianista pronto se dedicó a la composición,
llegando a crear un gran catálogo que, en líneas generales, se caracteriza por su
excepcional dominio de la forma, profundidad emocional, complejidad técnica y una
gran conexión con la tradición romántico-rusa al incorporar elementos folclóricos
rusos. Inspirado por Beethoven, por quien sentía devoción, de este catálogo destaca
sobremanera la escritura de las sonatas y los cuartetos de cuerda.
La Sonata para piano no 9 fue compuesta en 1914, coincidiendo la plena madurez de
su obra pianística con el inicio de la Primera Guerra Mundial, de hecho es conocida
con el subtítulo “War Sonata”, apuntado por su primer editor. Escrita en un solo
movimiento su sonido es poderoso en ambas manos y son varios los fragmentos que
sorprenden por su inesperada originalidad. La sonata alcanza muchos momentos
sublimes, algunos de ellos dramáticos, como el instante en el que la tonalidad está a
punto de desmoronarse antes de convertirse en alegres repiques de campanas, poco
antes de llegar al clímax. Sin duda, una obra para conocer, apreciar y disfrutar.

Tras la poderosa sonata de Nikolai Medtner toca disfrutar de la miniatura musical
Chant Elegiaque, Op.72 no 14, de Tchaikovsky, más conocido por sus partituras
para ballets y sinfonías y por su pertenencia al Círculo Beliáyev. La habilidad y
versatilidad para crear música expresiva y lírica en un formato más breve queda
patente en la creación de sus “18 Morceaux”, pequeñas joyas en las que cada una
tiene su propio carácter distintivo. Una de las piezas más destacadas por su compacta
armonía y su lirismo es este “Canto elegíaco” que ocupa el número catorce,
interpretado en tempo Adagio y tonalidad Re bemol mayor. Disfruten de cada uno de
los noventa y tres compases que forman esta miniatura de singular belleza lírica.

Y para poner el broche final a este recital cargado de talento y pasión rusa no podía
faltar una de las obras más aclamadas del repertorio ruso, la Sonata para piano no2
en Si bemol menor, Op.36 de Serguéi Rachmáninov, considerado como el último
seguidor del romanticismo ruso y uno de los compositores más influyentes del siglo
XX. Sus obras para piano son piezas muy cotizadas para los pianistas que quieren
posicionarse como solistas y la sonata que escuchamos a continuación es una de las
cimas.
La Sonata para piano no 2, está escrita en tres movimientos interrelacionados y
dedicada a su amigo de la infancia Matvey Presman. En 1913, estando de vacaciones
en Roma escribe su primera versión y la finaliza varios meses más tarde después de
su regreso a Rusia. Corresponde a una etapa de su vida muy creativa, componiendo
varias obras de gran calado. Fue creada en medio de los dos famosos conjuntos de
estudios para piano “Etudes-Tableaux” y compuesta simultáneamente con la sinfonía
coral “Las Campanas Op.35”.
El éxito de la segunda sonata fue rotundo desde su estreno, sin embargo, el autor no
estaba plenamente convencido porque encontraba algunas secciones superfluas y
demasiadas voces moviéndose simultáneamente. En general, la encontró demasiado
larga y durante el verano de 1931 realizó una revisión suprimiendo alrededor de seis
minutos con respecto a la primera versión y reescribiendo algunos pasajes. Fue
publicada con el subtítulo “Nueva versión revisada y reducida por el autor”.
Históricamente, la sonata se encuentra dentro de las obras para piano más
representativas del siglo XX, siendo la primera versión (1913) la preferida por los
pianistas, como es el caso del concierto ofrecido por Ilia Papoian. Difícil hazaña tiene
este pianista tan joven, pues abordar una obra de estas dimensiones exige una gran
madurez y mucha formación pianística para ejecutar correctamente el fraseo, las
dinámicas, el tempo, el uso del pedal, saber destacar la melodía del acompañamiento
con los desplazamientos melódicos continuamente entrecruzados y un sinfín de
detalles técnicos y sonoros que surgen desde los seisillos iniciales de esta gran
sonata. Aunque no es música programática los tres movimientos que la integran
tienen un discurso evocador con un hilo conductor que abarca una amplia tesitura con
una amplitud sonora casi orquestal. ¡Apabullante sonata!
Disfruten de este que promete ser un fascinante recital de obras creadas en su mayor
parte en gélidas tierras de las que, sin embargo, rebosa pasión, talento y emoción a
raudales.

Mar Norlander

domingo, 26 de noviembre de 2023

Alfredo González, el final de un cantautor



 

Alfredo González, “Se parece al final”. Sala Club del Centro Niemeyer, 25 de noviembre de 2023.


Casi veinte años de trayectoria han pasado desde aquel primer disco que autoeditó el mierense Alfredo González y a las puertas de la Navidad ha decidido poner fin a su etapa como cantautor con nombre propio para abordar una nueva andadura, que aún está por definir o por lo menos por desvelar. Si bien es cierto que a nivel nacional no tuvo demasiada repercusión (salvo pequeños escarceos) y en Asturias su fama tampoco logró cotas muy altas, sí consiguió conquistar a adeptos que encontraron en sus canciones un lugar para refugiarse del ruido externo y de las voraces listas reguetoneras del mainstream. Ese pequeño club de fans respondió a la última llamada titulada “Se parece al final” y agotó las entradas de la Sala Club del Niemeyer.


Con una presencia física del montón y una voz poco interesante, amén de su forma reiterativa y machacona de tocar el piano y sin más puntos focales, no había nada en el escenario que atrapara mi mirada. Así que me dediqué a googlear sus letras según iban sonando sus canciones y ahí descubrí el talento de este cantautor. Versos de “Hasta las manos” o “Afluentes” llamaron mi atención, también “Wikileaks” y varias canciones en llingua asturiana, como “La nada y tú” o “Si te pregunten por mí”. 


Puede que sea el final de Alfredo González con nombre propio,  pero está claro que es un talentoso creador de versos con mucho que contar y difícil de silenciar.  Ya lo anunció en su despedida mientras entonaba “A borbotones" emocionado: " Volveré, de otro modo, pero volveré ". Veremos de qué forma. 


Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España


lunes, 20 de noviembre de 2023

Vamos al cine, Notas al Programa de Proyecto Sonora

 

Concierto del cuarteto "Proyecto Sonora" en el Teatro de la Laboral, 19 de noviembre del 2023.

Programa "Escuchar para ver"

L.V.Beethoven...............Gran Fuga op.133

Miklos Rozsa.................Temas sobre Ben Hur*

Bernard Herrmann.........Temas sobre Vértigo Psycho*

Samuel Barber...............Adagio del cuarteto op.11

Serguei Prokofiev.........."Field of the death" de Alexander Nevsky, op.78

Carlos Gardel................."Por una cabeza" **

Jerry Book......................"Little bird" de El violinista en el tejado*

Leonard Berstein............" María" de West side story***

L.V.Beethoven.................Cavatina del cuarteto nº13, op.130

 

* arreglos de Jorge Magaz

**arreglo de Proyecto Sonora

*** arreglo de Thorp

NOTAS AL PROGRAMA

"Vamos al cine"

“La Gran Fuga  no solo es la obra más grande de Beethoven sino, también, la pieza más portentosa de toda la historia de la música”, expresaba Glen Gould a propósito de la obra que abre el programa del concierto ofrecido por el cuarteto “Proyecto Sonora”, cuya finalidad es acercar al espectador algunas de las obras que han marcado un hito en la historia de la música y el cine.

La película que evoca la obra sin parangón es Copying Beethoven, dirigida por la polaca Agnieszka Holland y protagonizada por Ed Harris (Beethoven) y Diane Kruger en el papel de la copista Anna Holtz. El film se centra en los últimos años de la vida del compositor cuando estaba inmerso en la creación de la Novena Sinfonía y se permite ciertas licencias de ficción que, lejos de desvirtuar la biografía del de Bonn consiguen enfatizar ciertos aspectos del drama por el que atraviesa en su etapa de composición más compleja. Es en esta etapa cuando surge la Gran Fuga Op. 133, una obra que desafía el sentido de la belleza. La película logra transmitir toda esa complejidad que envuelve a la composición a través del diálogo entre la copista Anna Holz y el maestro tras mostrar los primeros esbozos:

-Lo que pretendo es abrir la música a lo feo, a lo visceral. Sólo se llega a lo divino desde las tripas del hombre […].

-“Lo siento maestro, no la entiendo”, responde Anna Holtz.

-Claro que no la entiende. No hay nada que entender, hay que experimentar estas obras. Es un nuevo lenguaje que estoy inventando para hablar de la experiencia del hombre con Dios. De mi experiencia de Dios.

Cuando Beethoven estaba componiendo la Novena Sinfonía el príncipe ruso Nicolás Galitzine le encarga la composición de varios cuartetos de cuerda, llegando a crear cinco obras de este género entre 1823 y finales de 1826. La Gran Fuga surgió como el sexto y último movimiento del Cuarteto número 13 en Si bemol mayor, Op. 130, dedicado a su mecenas y alumno, el archiduque Rodolfo de Austria y terminado en octubre de 1825. Beethoven quiso crear un final para el cuarteto con una fuga de gran expresividad que integrase los temas de los movimientos anteriores. Este final quedó enorme en dimensiones, siendo su duración mayor que la suma de los cinco movimientos. Fue estrenado por el “Cuarteto Schuppanzigh” el 21 de marzo de 1826 y cada movimiento obtuvo un gran éxito, reclamando repetición de cada uno de ellos por parte del público, sin embargo, la fuga final fue objeto de todo tipo de críticas y desprecios, incluso entre los más afines al de Bonn, pues, su enorme complejidad y extensión antecedía a sonoridades más contemporáneas. Beethoven se mostró indignado ante tales críticas por la falta de comprensión, sin embargo, animado por su editor (la buena propina ejerció su influencia) accedió a escribir otro movimiento final más convencional para el Op. 130, que significó su última composición. A pesar de ello, viendo el valor que tenía este movimiento como obra por sí misma la convirtió en una obra independiente e incluso escribió una adaptación para piano a cuatro manos.

Beethoven era un apasionado de las fugas y en su catálogo encontramos insertadas algunas importantes, como en las Variaciones Diabelli, la Sonata Hammerklavier, la Misa Solemnis o la mismísima Novena Sinfonía, por citar solo algunas de sus obras más emblemáticas.  Consciente de que la obra se escapaba de todos los cánones establecidos y que no era una fuga sin más la tituló la Gran Fuga (Grosse Fuge), situando la partitura en plena música contemporánea. Está organizada en tres partes comenzando con una obertura en compás de 6/8 y tonalidad en Sol mayor hasta llegar al Si bemol, tonalidad principal.  La fuga en sí contiene varias fugas internas por lo que la convierte en una obra compleja, hasta el punto de crear controversia entre los analistas actuales. La obertura es poco melódica con saltos abruptos y aparece la primera fuga en la que se mezclan dos temas de forma violenta y disonante. Sigue otra fuga con un tercer tema en la que se mezcla todo el conjunto. También tiene lugar una sección intermedia más lenta donde los temas se diluyen hasta que aparece una tercera fuga con variaciones, todo entretejido hasta llegar al apoteósico final. En definitiva, una obra cuya belleza no es fácil de captar en la primera escucha, pero con tiempo y dedicación resulta sublime.

 

Más fácil resulta la escucha de fragmentos de Ben-Hur, segundo elección del concierto. En 1934 Arthur Honegger introduce a su amigo y también compositor Miklós Rózsa (1907-1995) en la música cinematográfica y en poco tiempo adquiere una larga experiencia como creador de bandas sonoras. Durante el rodaje de la nueva versión de El ladrón de Bagdad estalla la Segunda Guerra Mundial y Rózsa junto con todo el equipo del rodaje se trasladan a Estados Unidos. El compositor húngaro fija su residencia en Hollywood y dedica su vida a la composición de bandas sonoras en paralelo a sus creaciones sinfónicas. Obtiene su primer Óscar en 1945 por Recuerda (Spellbound), dirigida por Alfred Hitchcock. En 1959 el compositor estaba en la cúspide de su carrera cuando acepta el encargo de crear una banda sonora para Ben Hur, una superproducción sin precedentes que cambiaría la historia del cine para siempre. Dirigida por William Wyler y protagonizada por Charlton Heston, la película no escatimó en gastos para narrar una historia épica ambientada en la Roma Clásica y el nacimiento del Cristianismo. Rózsa se enfrentaba a la dificultad de saber  qué tipo de música sonaba en la época de los romanos o los hebreos, pues sólo se conservan fuentes iconográficas y éstas aportan una información muy limitada. La creación de la música para películas como Quo Vadis? (1951) o Julius Cesar (1953) habían marcado el precedente que Rózsa completará en Ben Hur y establecerá un estilo que servirá de molde para todos los compositores posteriores a la hora de crear “música de romanos”. En realidad, su estilo gira en torno al orientalismo propio de la música nacional húngara, aquella música con la que había crecido y experimentado tras haber estudiado a fondo la tradición de Bartók o Kodály. Una idea magistral e irrebatible pues nadie puede negar que esta música, cargada de exotismo para los oídos occidentales, encaje a la perfección con la idea de sonoridades de la época de los romanos. Rózsa aplicó cerca de una veintena de temas creados para diferenciar las identidades de los personajes (cristianos, judíos, romanos, macedonios…) y plasmar los ambientes de la época en la que transcurre este film. Miklós Rózsa elabora una de las partituras más largas creadas para un film (dos horas y media de música) y nace así una ejemplar y oscarizada banda sonora que marcará un hito en la historia del cine. El cuarteto Proyecto Sonora interpreta varios temas extraídos de Ben-Hur con arreglos de Jorge Magaz.

En 1960, después del éxito de Ben-Hur se estrena otro icono del cine, Psicosis, una de las películas de terror y angustia más espeluznantes, creada por el genio del suspense Alfred Hitchcock. A ello contribuyó sobremanera el compositor estadounidense Bernard Herrmann. De hecho, una vez terminado el rodaje de Psicosis Hitchcock no quedó satisfecho y apostó por acortarla y convertirla en una película para televisión. Fue Herrmann quien le pidió que se tomara unas vacaciones mientras componía la música y cuando Hitchcock la visionó, esta vez arropada por una música cargada de profundidad emocional, quedó todo lo impresionado que se puede permitir un genio frío, obsesivo y poco dado a las manifestaciones efusivas, según lo describe el cineasta francés François Truffaut, en su libro El cine según Hitchcock. Desde el escalofriante preludio de los créditos la música avanza envolviendo a los personajes en una atmósfera opresiva que vaticina un final nada optimista. Quizás, lo más recordado es la mítica escena del asesinado de Janet Leigh en la ducha, donde Herrmann despliega toda la brillantez de las cuerdas en un chirriante ostinato de violines para asestar cerca de cincuenta puñaladas a la víctima, aunque en realidad el cuchillo solo perfora el cuerpo nueve veces. Esa es la magia de la música de cine, capaz de ayudar a ver al espectador lo que no está ocurriendo en la pantalla.

Dos años antes (1958) Hermann había colaborado con Hitchcock en la composición de la BSO de Vértigo, creando uno de los temas más románticos de su filmografía con el fin de ilustrar la relación que viven James Steward y Kim Novak. Este romance está salpicado por disonancias que definen la compleja historia de amor y muerte de los protagonistas, hasta desencadenar la escena final cuya transformación se convierte en una de las músicas “románticas” más crueles y obsesivas del cine.

El director Arturo Toscanini encumbró la obra Adagio for Strings de Samuel Barber (1010-1981) tras su grabación y emisión radiofónica a través de la NBC en 1938, sin embargo, es el cine el causante de perpetuar su fama y darle nuevos significados. Samuel Barber, un compositor que fusiona la tradición nacionalista americana y la europea, con una profusa formación vocal (de ahí la capacidad melódica), compuso la obra inicialmente como segundo movimiento del Cuarteto de Cuerdas Op. 11 y fue considerada como una de las obras más tristes y bellas de todos los tiempos. Esa atracción no pasó desapercibida para algunas de las secuencias más significativas de la historia del cine, como es el caso de El aceite de la vida (1992), dirigida por George Miller y protagonizada por Susan Sarandon y Nick Nolte. Basada en hechos reales, narra la historia de un niño al que le detectan una enfermedad neurológica degenerativa para la que no existe tratamiento. El Adagio se hace presente de forma incidental a partir del instante en que los padres del niño reciben el terrible diagnóstico y la música, además de colaborar en el efecto raccord conectando escenas, cumple una función empática reforzando la emoción y contribuyendo a situar al espectador en la piel de unos padres desesperados y desolados.

La fuerza expresiva de la obra es la base de toda la BSO de Platoon (1986), película bélica dirigida por Oliver Stone que plantea una visión humana de la infernal guerra de Vietnam. La belleza del Adagio cobra un especial protagonismo en diferentes secuencias, quizás la más significativa el brutal asesinato del sargento Elías Grodin huyendo del ejército vietnamita. El logro de la escena está en evitar la saturación del oído del espectador y sustituir la cantidad de explosiones, disparos y gritos que se suponen en la pantalla por la música, intensificando el drama de manera espectacular.

La misma música cobra un significado ambiguo en El hombre elefante (1980), película firmada magistralmente por David Lynch y protagonizada por  Anthony Hopkins y Sir John Hurt en el papel de John Merrick, un hombre sensible y afectado por enormes deformidades físicas que desde su nacimiento se ve sometido constantemente a las burlas y el maltrato físico y emocional. Es en la última secuencia cuando la pieza de Barber arropa a un John Merrick consciente de que ha llegado el final de su vida, aunque fortalecido al alcanzar la paz, el respeto y el amor del prójimo. El Adagio anuncia el triste final en el momento más dulce de la vida del protagonista y genera en el espectador emociones contradictorias y, sobre todo, invita a la reflexión.

 

En 1936, con el dictador soviético Stalin en el poder y la amenaza nazi a las puertas surge el encargo de crear una película con el fin de ensalzar los valores rusos y poner de manifiesto el peligro del avance de los nazis. Nace así Alexander Nevsky, una película basada en la historia de un príncipe medieval que consiguió derrotar a los caballeros teutones en su intento de avanzar sobre Rusia. La película se convierte en una de las primeras y más importantes fusiones entre música y cine y los responsables son Prokófiev y Eisenstein, dos hijos pródigos de la antigua Unión Soviética. Durante los dos años que duró el rodaje la amistad latente entre cineasta y compositor dio lugar a un trabajo de mutualismo total y sincronización entre música e imagen. La partitura de Prokófiev es una de las joyas del cine más estudiadas, con secuencias en las que la música fue escrita después del montaje y viceversa, pues hay secuencias en las que los planos están montados en función de la cadencia de la música grabada. A pesar de ello, la precariedad de la grabación de sonido de la época se vio desfavorecida en el momento de las primeras proyecciones en Moscú.  Por ello, Prokófiev decidió adaptar gran parte de la partitura en una cantata para mezzosoprano, orquesta y coro en siete movimientos que rápidamente se convirtió en una de las piezas canónicas de la música clásica del siglo XX. “Proyecto Sonora” ha seleccionado de esta partitura el sexto movimiento, Field of the Death, el único creado para la intervención de la voz de mezzosoprano junto con la orquesta.

 

Continúa el programa con un cambio de registro para escuchar uno de los de tangos más famosos de toda la historia, Por una cabeza. La canción fue compuesta por Carlos Gardel con letra de Alfredo Le Pera en 1935 y grabada pocos meses antes de que autor y letrista perdieran la vida en un accidente de aviación en Colombia. El título se refiere a las carreras de caballos cuando la victoria es muy ajustada y se vence por una cabeza y la letra describe un romance apasionado a base de metáforas, jugando con el doble sentido de perder en las apuestas “por una cabeza” y perder la cabeza por una mujer. Desde su estreno tuvo un importante éxito y la muerte de Gardel contribuyó a ello. Si bien existen versiones cantadas y adaptadas por numerosos artistas difíciles de cuantificar, su versión instrumental es la que más notoriedad ha alcanzado. Siempre de manera diegética aparece en varias películas convirtiendo el tema en un recurso estético que sirve de base a un juego de seducción y poder. En la gran pantalla hemos visto bailar el tango a actores y actrices de distintos registros, desde Arnold Schwarzenegger en Mentiras Arriesgadas a Oskar Schindler en la oscarizada producción de Steven Spielberg,  pasando por Al Paccino o Colin Firth junto a Cate Blanchett, siempre recreado como un juego erótico y picaresco.

 

El programa continúa con dos piezas extraídas de dos musicales estrenados en Broadway y convertidos posteriormente en películas. El primero es  un tema titulado Little Bird perteneciente  al musical El violinista en el tejado (Fiddler on the Roof), con música compuesta por el estadounidense Jerry Book. Se estrenó en el Teatro Imperial de Broadway en septiembre 1964 y continuó hasta 1970 con más 3200 representaciones, batiendo todos los records teatrales y obteniendo numerosos premios.  El musical es una adaptación de Joseph Stein sobre un relato muy popular de Scholem Aleiche titulado “Las hijas de Tevye”, cuya acción se desarrolla en Anatevka, un pequeño pueblo ruso a principios del siglo XX, antes de la Revolución. Tevye es un humilde lechero que vive con su mujer y cinco hijas en edad de casarse y para mantener sus tradiciones, según la costumbre judía elige esposos para sus hijas, sin embargo, ellas se rebelan. En 1971 el director Norman Jewison convierte el musical en un película, obteniendo un enorme éxito y premiada con tres Óscar. La calidad de la partitura propició que John Williams grabara un disco con los veinte números musicales que contiene la obra, contando con la participación del violinista Isaac Stern.

Diez Premios Óscar se llevó West Side Story, el segundo musical al que hace referencia “Proyecto Sonora”, interpretando María, uno de los temas más emblemáticos de esta obra basada libremente en la historia de Romeo y Julieta con música de Leonard Bernstein, libreto de Arthur Laurents y letras de Stephen Sondheim. La interpretación de María requiere un alto nivel de expresividad para sacar todo el partido a esta partitura exigente, sobre todo en cuanto a dinámica.

Cierra el programa de nuevo la música de Beethoven y en esta ocasión se interpreta la Cavatina perteneciente al Cuarteto número 13, Op. 130 al que se hacía referencia al inicio del programa, pues se trata del quinto movimiento que en un principio precedía a la Gran Fuga. Su construcción melódica en forma de lied tripartito la convierte en una pieza lenta y emocionante con una gran intensidad expresiva en la que las cuerdas parecen tener pulmones para respirar.

En definitiva, “Proyecto Sonora” ha seleccionado un programa exigente que abarca diferentes técnicas y estilos musicales cuyo hilo conductor tiene su origen en la proyección de la gran pantalla. Es el momento de sentarse ante el escenario para disfrutar de la música y dejar volar la imaginación.

Por Mar Norlander

jueves, 27 de julio de 2023

Ludovico Einaudi, casi perfecto

 



Ludovico Einaudi. Gira “Underwater”, Plaza del Centro Niemeyer, Avilés, 26 de julio de 2023.


Veinte años hacía que Ludovico Einaudi no se sentaba a escribir un álbum para piano solo y la soledad del confinamiento fue la mejor excusa para que brotaran las ideas. De ahí surgió “Underwater”, con doce piezas fácilmente identificables con su estilo personal y algunos cortes de gran belleza. 

Y después de varios meses de gira llegó a Asturias a un escenario, a priori, ideal: la preciosa plaza del Centro Niemeyer en una noche con gran fortuna climática y una temperatura fantástica. Desde el aspecto visual y emocional el lugar no podía ser más romántico, pero en cuestiones de acústica no resultó tan satisfactorio como era de esperar, porque el sonido se expandía en exceso y quedaba escaso. De hecho, por momentos se oía más el ruido de la autopista cercana que las tibias notas del piano. Yo estaba cerca del escenario y así lo percibí, así que no quiero imaginarme cómo lo escuchaban los de las últimas filas entre 3000 butacas. Mala previsión en la distribución de la amplificación, porque para escuchar un concierto de este tipo necesitas que el sonido te envuelva y te llene.  


Al margen del sonido la interpretación resultó exquisita. Einaudi toca en directo igual que lo hace en la grabación. No hay ni una nota fuera, ni una tecla mal ejecutada, amén de la buena interpretación de sus acompañantes, Federico Mecozzi (violín), Redi Hasa (violoncello) y Francesco Arcuri (percusión). Esas sonoridades oníricas y a veces chirriantes que salen del chelo y el violín contrastan con la frialdad y la dulzura del piano y forman una amalgama de timbres que hacen del estilo de Ludovico único. 


Y después de escuchar “Underwater” y varios éxitos como “Una mattina”, “Nuvole Bianche” y “Divenire” el amable público le rindió una sonora ovación durante varios minutos, cerrando así una noche que podría haber sido perfecta. 


Crítica publicada en La Nueva España 

domingo, 16 de julio de 2023

 


Gira “Sin Riendas 2023”, Festival Gijón Life. Parque de los Hermanos Castro, Gijón, 15 de julio. 


Kutxi Romero es el Sabina del rock español. Su voz es tan patética como la del cantautor de Úbeda. No afina, no vocaliza, ni siquiera es guapo y su ronquera se intensifica aún más en cada nueva gira al frente de “Marea”, sin embargo, escuchar sus canciones en directo es un placer. Sus letras son redondas y sus composiciones están muy bien hechas. No son macarradas improvisadas. 


El concierto de “Marea”,una de las bandas de rock más reconocidas del país, era uno de los más esperados de la temporada. La gira “Sin riendas”, para presentar parte de “Los potros del tiempo”, junto con viejas canciones que ya son historia del rock, prometía y no defraudó. Después de la breve actuación de “Bocanada” como teloneros, miles de asistentes se arremolinaron frente al escenario para cantar viejos temas como “Mierda y cuchara”, “Esa puta soledad”, “El perro verde” o “La luna me sabe a poco” y también algunos nuevos que ya se los saben, como “Otra cicatriz” o “Buena muerte”, esta última single del nuevo trabajo. 


Veintiséis temas sonaron de principio a fin con un  sonido limpio y potente, sin ninguna pega. El técnico de sonido se lució. Claro que “Marea” no es solo Kutxi Romero con su desparpajo y sus grandes composiciones, también el bajista Edu Beaumont “Piñas”, el batería Alén Ayerdi y los guitarras César Ramallo y David Díaz “Kolibrí”: si uno es bueno el otro es igual o mejor. Y así disfrutamos de un concierto generoso de más de dos horas y se convirtió en uno de los mejores del año. 


Crítica publicada en La Nueva España

domingo, 9 de julio de 2023

Carmen Linares, un premio muy merecido.

Carmen Linares “40 años de flamenco”. Teatro Jovellanos, viernes, 8 de julio de 2023. 

 Linares es el pueblo jienense que vio nacer a la cantaora Carmen Pacheco, con varios premios de gran prestigio a lo largo de sus 40 años de trayectoria llevando el flamenco por todos los rincones, sin embargo, el “Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022” es el más especial y el que lleva con todo el orgullo y el cariño. Así lo manifestó la cantaora en su cita en Gijón, que fue recibida con una butaca prácticamente llena. 

 Acompañada por dos guitarristas, pianista, dos coristas y una bailaora, la elegancia, la finura y el saber hacer de una artista que vive el flamenco de manera natural se evidenció en las tablas del escenario, con un repertorio oscilando entre tangos, alegrías, seguiriyas, bulerías o fandangos, cantando versos de poetas como Lorca, Alberti, Miguel Hernández y Juan Ramón Jiménez. Todo un catálogo que certifica la gran cultura que posee la artista. 

 Muchos detalles se pueden destacar de la actuación en el Jovellanos, comenzando por el pianista, pues no es frecuente ver ese despliegue de armonías en el flamenco: ya pellizcó desde el primer tango y patentizó su talento en “La leyenda del tiempo”, con la voz de Linares espléndida. La bailaora Vanesa Aibar también impactó sobremanera con sus taconeos y sus dificilísimos movimientos de bata de cola. Qué arte tiene esa chica. En definitiva, aunque el flamenco es un arte de minorías el espectáculo que presenta Carmen Linares tiene una fuerza y una belleza que atrapa. Linares es una grande y el premio es muy merecido.
Crítica publicada en La Nueva España 

jueves, 6 de julio de 2023

Camela se merece muchos premios

 




Camela, “Tour Que la música te acompañe”. Festival Metrópoli, Recinto Ferial Luis Adaro, martes, 4 de julio, 2023.

Hoy por hoy Camela es, quizás, el único grupo musical español capaz de reunir en un mismo concierto a niños, jóvenes, medianos, ancianos, chonis, pijos, elitistas, intelectuales, aristócratas, clases medias, trabajadores, blancos, negros, gitanos, latinos...todos y todas con caras de felicidad y unas ganas locas de cantar a grito pelado aquello de “Sueño contigo, qué me has dado, sin tu cariño no me habría enamorado”. Ni en sus más fantasiosos sueños se podía imaginar ese dúo de cuñados, con ese sonido peculiar techno-rumba de melodías pop aflamencadas, que pudieran llegar a convertirse en todo un fenómeno social que arrasa y crece aún más casi tres décadas después de sus humildes inicios.

El escenario del Metrópoli se convirtió en el lugar de encuentro de toda esa multiculturalidad social para cantarle al amor, al desamor, a la tristeza, a la alegría y a las ganas de pasárselo bien. El concierto se convirtió en una auténtica fiesta donde los malos rollos se dejaban fuera del recinto, salvo si intentabas cruzar entre la multitud para acercarte un poco más al escenario. El sitio que cada uno había logrado alcanzar tras mucho tiempo de espera era sagrado y se defendía con uñas y dientes. He sido testigo. 

Y uno tras otro sonaron los éxitos de Camela y todos al unísono cantamos a nuestros colegas frases como “Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor” y acabamos exclamando “Cuando zarpa el amor”, coreografía de brazo incluida. 

Y con todo ese éxito y esa pasión que levanta el dúo madrileño siguen sin ser reconocidos y siguen sin ser premiados como se merecen. Por ir a lo fácil, abran Wikipedia y verán sus logros: un solo Premio Odeón en España (2020) y un premio en Puerto Rico (2007). Y se acabó. No hay más. Sinceramente, a mí me parece una vergüenza que no se les haya concedido un premio de más categoría. Espero que se aparque tanto esnobismo y lleguen pronto muchos y más que merecidos premios. Porque el sonido de Camela es único.


Crítica publicada en La Nueva España

lunes, 3 de julio de 2023

Mago de Oz en Metrópoli

 




Mago de Oz “Hasta que el cuerpo aguante Tour 2023”. Festival Metrópoli, Recinto ferial Luis Adaro, domingo, 2 de julio. 


Pocos baterías han liderado bandas que hayan conseguido perdurar en el tiempo, pero el carisma y las ideas de Txus di Felatio ha llevado a “Mago de Oz” a celebrar su 35º Aniversario con una larga gira recién empezada que recorre España y distintos países de América. No es fácil sobrevivir con tanto vaivén de integrantes y, sobre todo, con tantos cambios vocales sin saber quién será el protagonista del próximo disco de la banda. Esto ha provocado que se les compare a menudo con orquestas de bolos, sin embargo, ahí siguen. Además,  uno de los méritos de “Mago de Oz” es haber logrado tener una identidad propia que está a  tres cuartos de camino entre el rock y el folk, porque del folk extraen las melodías de flauta y los toques de violín y el resto pura caña con las distorsiones y el doble bombo a todo trapo. 

El repertorio de la gira “Hasta que el cuerpo aguante” es un repaso por los temas cumbre de la banda en su larga trayectoria, temas que sonaron en el Festival Metrópoli para un público con ansias de rock, pues son malos tiempos para el género. Destacaron los solos de guitarra y temas como “Finis Terra”, “Jesús de Chamberí” o “Molinos de viento”.  Las voces protagonistas estuvieron sublimes en las partes potentes y faltos de buena dicción en las estrofas más fáciles. Con las letras tan bonitas que tienen algunas canciones, me pregunto por qué no se molestan más en vocalizar mejor.

Y todo terminó con la eterna “Fiesta pagana”, dando un soplo de energía a los aficionados al rock ahora que el reggaeton ha tocado techo y empieza a decaer. Todavía hay esperanzas.


Crítica publicada en La Nueva España

sábado, 10 de junio de 2023

Estreno absoluto de "Cantarinos de mi Asturias"



 “Cantarinos de mi Asturias”, Oviedo Filarmonía, Rubén Díez (director), Coro de la Fundación Princesa de Asturias, María Zapata (soprano), Serena Pérez (mezzosoprano), Juan Noval (tenor), Jorge Trillo (barítono-bajo). Sociedad Filarmónica de Gijón. Teatro Jovellanos, viernes 9 de junio de 2023. 


Finaliza la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón en colaboración con el Teatro Jovellanos con un concierto ambicioso, sin escatimar medios y llevando a cabo el estreno absoluto de una obra coral sinfónica del asturiano Fernando Menéndez Viejo. Rubén Díez se encargó de dirigir a la Oviedo Filarmonía, al Coro de la Fundación y a los cantantes solistas en una interpretación de tres obras vinculadas a Asturias. 


Abrió el “Capricho español” de Rimsky-Kórsakov y sorprende que sea un ruso quien compone la primera obra sinfónica sobre temas de temática asturiana. La obra es preciosa y si está bien dirigida y bien interpretada, como fue el caso, solo hay que disfrutar. 


Mayor disfrute fue la breve pieza “Escenas asturianas”, de Benito Lauret. Injustamente poco interpretada a pesar de tener una construcción exquisita, pues consigue aunar danzas y cantares asturianos con una policromía tímbrica y unos contrastes magistralmente orquestados que emocionan al más sordo de la sala. 


El esperado estreno de la fantasía coral “Cantarinos de mi Asturias” no defraudó. Si bien la partitura estaba en el último proceso de revisión cuando Menéndez Viejo falleció (2021), la obra es una culminación a toda una vida dedicada a la música. Escrita en cuatro movimientos para cuatro cantantes, gaita, coro y orquesta (casi nada), la obra vivió momentos sublimes bajo la batuta de Díez, que fueron recogidos en una grabación profesional para posterior deleite. Destacan las intervenciones de la soprano María Zapata en la “Añada” y la aparición del gaitero José Luis García en “Cumbres”, pues sus floreos impactaron. 

Y como cierre de temporada todo el teatro lleno, en pie, cantando “Asturias patria querida” a viva voz. Muy emocionante.  

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viernes, 9 de junio de 2023

Despedida de la temporada de la OSPA con Chen Reiss

 


OSPA, Nuno Coelho (director), Chen Reiss (soprano), Teatro Jovellanos, jueves 8 de junio de 2023. 


Despedida de la temporada de abono de la OSPA con un programa contemporáneo arriesgado y con muy poco público, una vez más.

Abrió el concierto “Hímnica” una pieza del valenciano  Francisco Coll, compositor afortunado como pocos en la actualidad, ya que a sus treinta y cinco años cuenta con numerosos estrenos para diversas formaciones. “Hímnica” es una pieza por momentos sobrecogedora y angustiosa, con pasajes de gran belleza,  aunque su sonoridad no es nada nueva, pues el cine de ciencia ficción está lleno de piezas de este tipo.


Las “Siete canciones tempranas” de Alban Berg, compuesta con tan solo veinte años, es una obra de gran creatividad que requiere pulso firme y comprensión del periodo postromanticismo para poder sacar toda esa sutileza que contiene. Ahí estaba la batuta de Nuno Coelho para dominar la situación. Claro que facilitó la labor poder contar nada menos  que con la soprano israelí Chen Reiss. Las siete canciones fueron de gran intensidad, destacando la cuarta, “El ruiseñor”, donde Reiss lució un bellísimo timbre, jugando con los matices y controlando el aire de manera portentosa. ¡Qué finura! ¡Qué elegancia! ¡Qué fiato!

 

Para terminar se recurrió a la gran “Titán” de Mahler. Coelho conectó con los músicos y ofreció una versión que transmitía seguridad e intensidad, sobre todo en los finales de los cinco movimientos sinfónicos rematados con precisión milimétrica. Y no es fácil. 

Programa de ejecución perfecta en su totalidad, claro que con poco público como es habitual en los conciertos de la OSPA que no se recurre a repertorio decimonónico. Y si no suscita interés del público en general ¿Corre peligro en un futuro el auspicio de este bien cultural de la provincia? Esperemos que no. La temporada que viene promete.

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viernes, 26 de mayo de 2023

La OSPA estrena “Leonora’s dream”

 



OSPA, Anna Rakitina (directora), Elena Langer (compositora), Alena Baeva (violín). Teatro Jovellanos, miércoles 25 de mayo de 2023. 


Los asistentes al penúltimo concierto de abono de la OSPA tuvimos el privilegio de presenciar el estreno de una magnífica obra en territorio europeo: “Leonora’s dream”, pieza orquestal corta que escribió la compositora Elena Langer inspirada en la ópera “Fidelio”, de Beethoven. Interesante composición que juega con los timbres de sonoridad aguda a modo de coro de pájaros cantores y ofrece toda una amalgama de recursos, por momentos difíciles de ejecutar y bien solventados. Elena Langer, presente en la sala, se sintió recompensada, tanto por la interpretación de la OSPA, bajo la batuta de la rusa Anna Rakitina, como por los aplausos recibidos, a pesar de la poca asistencia de público. Quizás tuviera que ver que la web del teatro no se actualizó y el programa pasó desapercibido. Cosas que pasan. 

Después del estreno contamos con la presencia de la violinista Alena Baeva, interpretando el “Concierto para violín nº 1” de Prokofiev. Obra bastante ambiciosa, de hecho al propio Prokofiev le costó encontrar un violinista para su estreno capaz de afrontar todas las complicaciones técnicas. Baeva las superó con creces, ofreciendo un precioso y potente sonido generado por el Guarneri del Gesú construido en 1738, imponiéndose por encima de toda la orquesta cuando era necesario y adaptándose al reto mayúsculo que supone la interpretación. 

  

Para finalizar, la directora rusa Anna Rakitina mantuvo el pulso firme con gestos clásicos al frente de la OSPA, extrayendo todos los temas que marcan el carácter de esta gran obra, la “Sinfonía nº 5”, también de Prokofiev. Programa de gran calado con innovación y maestría que merecía más visibilidad. 

Crítica publicada en La Nueva España