Teatro de la Laboral,
viernes, 19 de diciembre de 2025.
No existe fórmula mágica capaz de transformar un
concierto lleno de imperfecciones en una experiencia memorable. Las claves son
tan diversas como los propios espectadores, porque cada oyente llega con sus
razones y su apego a esas canciones que marcaron momentos esenciales de su vida.
Y en esta ocasión el aforo colgó el cartel de lleno absoluto.
Reunir en un escenario a dos figuras históricas
de la canción española no es tarea sencilla; sin embargo, la iniciativa de Francisco
de compartir escenario con su admirado Danny Daniel, terminó dando sus frutos. Para
Daniel, afincado en Miami pero gijonés hasta la médula, la motivación para
aceptar estaba clara: actuar en el imponente Teatro de la Laboral. Ese edificio
majestuoso que vio alzarse desde el pulido de sus primeras piedras, simbolizaba
además su regreso a casa, ante un público que lo vio crecer.
Acompañados por un cuarteto rítmico a la vieja
usanza, sin pistas adicionales, comenzaron cantando a dúo “Por el amor de una
mujer”. Se evidenció la falta de ensayo y la dificultad para ecualizar y encajar
dos voces tan distintas. Tras esta apertura, optaron por alternarse: cada uno interpretó
dos o tres de sus temas más emblemáticos hasta llegar al final, donde retomaron
el dúo con el célebre “Vals de las mariposas”.
Francisco fue creciendo en voz y seguridad a
medida que avanzaba su repertorio, concluyendo con la mítica “Latino”, una
versión de “A mi manera” y un cierre por todo lo alto con “Granada”,
demostrando que su voz continúa en plena forma. En cambio, en Danny Daniel la
emoción se volvió protagonista: la voz se le entrecortaba, las lágrimas
afloraban y cada intervención parecía una lucha entre la nostalgia y el
escenario. Pero no importaba: el público estaba con él, lo arropaba y aplaudía,
y lo que podían parecer fallos se transformaban en aciertos a través de la
emoción. Así, entre complicidad y abrazos, ambos artistas culminaron un
concierto de canciones históricas que el público agradeció con cálidos y
sonoros aplausos.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

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