Festival Tsunami Xixón. Patio de la Laboral. Viernes 3 de
agosto.
Con puntualidad rigurosa estaban transcurriendo todos los
conciertos de la primera sesión del Festival Tsunami Xixón, cuya segunda
edición arrancó con un cartel
prometedor. Y es que con tanto cartel si no se cumplen bien los horarios puede
ser un caos. Los últimos en actuar, los británicos “The Prodigy”, hicieron caso
omiso a sus relojes y comenzaron media hora más tarde con los inevitables
abucheos, silbidos y griterío de los casi 20.000 asistentes que se congregaron
en este festival.
Aparte de impuntuales, “The Prodigy” es una banda que no
merece la pena escuchar, musicalmente hablando. Y no es una cuestión de gustos
personales, es el resumen de un cúmulo de datos objetivos. Para empezar podemos
poner todas las etiquetas que se nos ocurran: techno-hardcore, breakbeat,
rave-punk, electro-metal… En directo, ”The Prodigy” son una masa de sonidos de
producción electrónica industrial, creados por Liam Howlett, a la que se suma un batería que dobla los
ritmos grabados y un guitarrista que realza frecuencias agudas a base de
acoples con su torre de amplificadores. Como frontmen, dos “pogo-dancers” cuya misión
es incitar al público, dar saltos y soltar alaridos y expresiones que contenga la
palabra “fuck” para rellenar títulos como “Smack My Bitch Up”, “Omen” o “Voodoo People”, cuya letra consiste en
repetir el título y alguna frase más, si cabe. Y como arma más importante
utilizan miles y miles de Vatios de
potencia para taladrar los oídos. El público estaba entregadísimo bailando el
pogo y se lo pasó en grande disfrutando de un espectáculo de luces y sonidos.
No es incompatible. También nos lo pasamos muy bien con los amigos comiendo una
hamburguesa en un “Mc Burguer”. Pero la comida sigue siendo mala.
Los que sí eran buenos, sí fue un placer escuchar y sí
merece la pena seguir sus pasos son los neoyorkinos “Gogol Bordello”, una banda
formada por músicos de diversos orígenes que juntos conforman una amalgama de
sonidos y ritmos entre el gipsy, el rock y el punk de gran calidad. Estos representantes de “la
comunidad emigrante del mundo” -según nos decía el percusionista y cantante-,
montaron una auténtica fiesta en la que brilló el virtuosismo de los músicos
–destacando los solos del violinista y los ritmos de la cuica del
percusionista-, los cambios de ritmos, las melodías pegadizas y las bases
armónicas de fusión entre el este y el oeste.
Todo un lujo de banda.
Con el mismo nivel, pero en otra línea totalmente diferente
pudimos escuchar a “Royal Republic”. Provocadores y elegantes, la banda sueca
destaca por sus contundentes guitarras y sus coros bien afinados, amén de la
espectacular tesitura del cantante. Se
metieron al público en el bolsillo con temas muy bien elaborados como
“Everybody Wants To Be An Astronaut”, bailando a ritmo de “Tommy-Gun” o cantando
“Baby”. Sin duda, una gran banda.
Otras bandas como “Minor Empires”, los catalanes “Crim” o
“Marky Ramone” –lo que queda de “Los
Ramones”-, completaron la primera jornada de este festival que en su primera
edición se consagró y, de momento, mantiene el nivel por la buena organización
y la variedad musical dentro de la escena rock escorada hacia el punk.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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