miércoles, 1 de agosto de 2018

Marisa Valle Roso detiene los relojes


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Marisa Valle Roso: Festival Arcu Atlánticu. Plaza Mayor jueves, 26 de julio

Hay pocos conciertos que consiguen impactar a un público heterogéneo, que logran que el tiempo se detenga, y que cuando te vas de retirada no dejas de comentar con los tuyos unas cuantas sensaciones que acabas de vivir y muchas emociones que los artistas lograron sacar de tí. No todos los conciertos lo consiguen, más bien son escasos, sin embargo el concierto de Marisa Valle Roso en Gijón es de esos pocos. Logró que el reloj de la Plaza del Ayuntamiento se detuviera en nuestras mentes  y por ello, cuando la artista anunciaba el final del concierto - después de una hora-, todos nos giramos hacia el reloj y pensábamos que se había estropeado. ¡Yaa! ¡Pero si acaba de empezar! Esa es la sensación que provocó la cantante asturiana.

Venía a presentar “Consciente”, un disco grabado recientemente donde muestra su manera de entender la música. Un estilo propio que parte de la tonada asturiana y explora nuevos sonidos, influenciada por la música que escucha en otras latitudes. “Arrancó con “Nos da igual”, un precioso tema que fluía cómodo en tiempo ternario y nos dejaba ver la sensibilidad de la voz y la potencia en las partes fuertes. “Brume Negrita” de Mercedes Sosa, sonó exquisita y más cercana a la bossa nova que a la nana. Encandiló al público cantando en asturiano ”Díes cansaos” y puso a bailar a la plaza con el sutil ritmo de “Macorina”. Era un gusto escuchar esos arreglos tan elaborados por parte de los músicos y esa voz tan afinada y con tanta fuerza.


Aún faltaban varios temas muy bien tocados y muy bien cantados, entre otros  “La Planta 14” de Víctor Manuel, la fusión de sonidos tradicionales y vanguardistas en “Romance de la Neña Isabel” o el arreglo de “Arriba quemando el sol”, con la colaboración de les pandereteres “Villa de Xixón” y la base de David Varela con el arpa de boca. Muy bonito.  Pero si hay alguno que debería repetir en cada concierto, aparte de “Llorona” -que ya lo hace-, es “Lela”: su arreglo, aunque diferente es tan guapo como el original y su forma de cantarlo, también diferente, nada tiene que envidiar a Dulce Pontes.

Terminó su actuación por todo lo alto con toda la plaza cantando “Xixón del alma” y “Santa Bárbara Bendita”.  El público  agradeció el concierto con una gran ovación y demostró a la cantante que siempre que venga a Gijón será bien recibida.

Varias veces la había escuchado, pero siempre en colaboración con otros artistas (Rozalén, por ejemplo) y sin tiempo para detectar todo su potencial. Ahora que  he podido escuchar a la cantante en directo, con su repertorio y sus músicos, solo puedo decir que es un privilegio tener en Asturias una cantante tan grande como Marisa Valle Roso.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

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