Marisa Valle Roso: Festival Arcu Atlánticu.
Plaza Mayor jueves, 26 de julio
Hay pocos
conciertos que consiguen impactar a un público heterogéneo, que logran que el
tiempo se detenga, y que cuando te vas de retirada no dejas de comentar con los
tuyos unas cuantas sensaciones que acabas de vivir y muchas emociones que los
artistas lograron sacar de tí. No todos los conciertos lo consiguen, más bien
son escasos, sin embargo el concierto de Marisa Valle Roso en Gijón es de esos
pocos. Logró que el reloj de la Plaza del Ayuntamiento se detuviera en nuestras
mentes y por ello, cuando la artista
anunciaba el final del concierto - después de una hora-, todos nos giramos
hacia el reloj y pensábamos que se había estropeado. ¡Yaa! ¡Pero si acaba de
empezar! Esa es la sensación que provocó la cantante asturiana.
Venía a presentar
“Consciente”, un disco grabado recientemente donde muestra su manera de
entender la música. Un estilo propio que parte de la tonada asturiana y explora
nuevos sonidos, influenciada por la música que escucha en otras latitudes.
“Arrancó con “Nos da igual”, un precioso tema que fluía cómodo en tiempo
ternario y nos dejaba ver la sensibilidad de la voz y la potencia en las partes
fuertes. “Brume Negrita” de Mercedes Sosa, sonó exquisita y más cercana a la
bossa nova que a la nana. Encandiló al público cantando en asturiano ”Díes
cansaos” y puso a bailar a la plaza con el sutil ritmo de “Macorina”. Era un
gusto escuchar esos arreglos tan elaborados por parte de los músicos y esa voz
tan afinada y con tanta fuerza.
Aún faltaban varios
temas muy bien tocados y muy bien cantados, entre otros “La Planta 14” de Víctor Manuel, la fusión de
sonidos tradicionales y vanguardistas en “Romance de la Neña Isabel” o el
arreglo de “Arriba quemando el sol”, con la colaboración de les pandereteres
“Villa de Xixón” y la base de David Varela con el arpa de boca. Muy
bonito. Pero si hay alguno que debería
repetir en cada concierto, aparte de “Llorona” -que ya lo hace-, es “Lela”: su
arreglo, aunque diferente es tan guapo como el original y su forma de cantarlo,
también diferente, nada tiene que envidiar a Dulce Pontes.
Terminó su
actuación por todo lo alto con toda la plaza cantando “Xixón del alma” y “Santa
Bárbara Bendita”. El público agradeció el concierto con una gran ovación y
demostró a la cantante que siempre que venga a Gijón será bien recibida.
Varias veces la
había escuchado, pero siempre en colaboración con otros artistas (Rozalén, por
ejemplo) y sin tiempo para detectar todo su potencial. Ahora que he podido escuchar a la cantante en directo,
con su repertorio y sus músicos, solo puedo decir que es un privilegio tener en
Asturias una cantante tan grande como Marisa Valle Roso.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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