jueves, 23 de agosto de 2018

Manel Fuentes & The Spring's Team: Y sin embargo fue un éxito




Manel Fuentes & The Spring’s Team. Jardín Botánico, Gijón. Jueves, 16 de agosto.

“¡Gijoooón! ¡La noche va a ser laaaarga!” Varias veces´exhaló este grito de guerra Manel Fuentes en su concierto homenaje al “Boss”. Y larga fue. Casi tres horas sonando las mejores canciones, o, por lo menos, las más emblemáticas de Bruce Springsteen. El lugar del concierto fue la carpa del Jardín Botánico de Gijón, posiblemente, uno de los peores recintos que me puedo imaginar para este concierto.  
Desde que se subió al escenario todos pudimos comprobar que el reto de “Men’s Health” para convertir a Manel Fuentes en portada del mes de septiembre está dando sus frutos: su cambio físico es más que evidente. Pero no estoy aquí para escribir sobre sus músculos sino sobre su actuación. Aretha Franklin abrió y cerró el concierto: para la entrada pincharon “I say a little Prayer” y para despedirse tocaron una  versión instrumental de “Think”. Una muestra de respeto que les honra.

La actuación transcurrió in crescendo y la banda cumplió una de sus máximas: nunca un concierto puede ser igual al anterior. Y no lo fue, aunque sonaron casi todas las canciones que tocan en cada uno de sus conciertos. Desde el cuarto tema, “Everybody Has a Hungry Heart” el público elevó los brazos agitando sus manos -ritual habitual de los conciertos de Bruce Springsteen- y casi permanecieron en alto hasta el final. Temas emblemáticos como “Born in the U.S.A.”, “Sherry Darling” o “Ain’t Good Enought For You”, entre otros,  convirtieron el momento en una comunión total entre artista y público. La banda “Spring’s Team” estuvo magnífica, destacando las guitarras en “Prove It All Night”, y en ”Wrecking Ball”, al igual que el saxo con intervenciones de una calidad sublime, ejemplo en “Glory Days”. El gran peso de los teclados en este repertorio, las melodías que desgranaba la violinista, el pulso del batería, el groove del bajista, los apoyos en coros… todo muy bien ejecutado y, además, manifestando buen rollo entre ellos.

En cuanto a Manel, sus desafines y limitaciones vocales los suple con creces con su encanto, sus dotes de comunicación y su pasión por lo que hace. No apeó la sonrisa en toda la noche y no descuidó ni un detalle en sus diálogos con el público y en la forma de enlazar los temas. Su manera de hablar de Gijón, de Asturias o de su ídolo Quini nos hizo sentirnos especiales. Por esto y por su manifiesta devoción hacia Bruce Springsteen, Manel Fuentes consiguió convertir a los fans del Boss en sus propios fans.

En definitiva, ¿Fue un buen concierto? La respuesta es no. Pero por cuestiones totalmente ajenas a la banda. El recinto no era el adecuado: la carpa del botánico oprimía el sonido, faltaba potencia, ni las voces ni los instrumentos se oían con definición, no se conseguía una buena ecualización, el público cantaba con la pasión propia de estos conciertos y el resultado final era un caos acústico.  Que vuelvan Manel Fuentes y los Spring’s Team a Gijón y que vuelvan pronto, pero a cualquier otro recinto más apropiado donde el sonido se pueda expandir con libertad. Y sin embargo, el concierto fue un gran éxito.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

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