António Zambujo, Semana
Grande. Plaza Mayor, jueves 9 de agosto.
La sensibilidad y la elegancia de la música portuguesa impregnó la Plaza
Mayor de Gijón en una noche más que agradable. António Zambujo, considerado el
mejor cantante masculino de fado, ha sabido romper los límites del estilo
que lo encumbró y convertirse en uno de
los representantes más importantes de la música portuguesa a nivel internacional.
Sus sonoridades mantienen la esencia del fado tradicional y añaden toques
brasileños, africanos, griegos y elementos del jazz. Quizás, por ello su música
es tan especial.
Esa sonoridad diferente que tienen las canciones de Zambujo la
captamos desde el primer tema “Fatalidade”, del último disco “Rua da Emenda”.
Su voz es una delicia en cuanto a timbre y tesitura y los arreglos musicales
son de gran calidad. Para ello se acompaña de un gran intérprete de guitarra
portuguesa, Bernardo Couto, que le da el timbre tradicional, pero también
cuenta con José Miguel Conde manejando las llaves del clarinete y el clarinete
bajo, que aporta un sonido original a las respuestas de las melodías vocales.
Menos protagonismo tuvo Joao Moreira, aún así, sus intervenciones en la
trompeta con sordina en temas como “Valsa dum pavao Ciumento” o “Guia”, fueron
de gran sutileza. El metrónomo y la riqueza rítmica estuvo a cargo de Mario
Costa en la batería y percusiones, y todos ellos coordinados bajo la dirección
del contrabajista Ricardo Cruz, encargado de engrandecer las melodías de
Zambujo con buenos arreglos musicales.
Ejemplo de buenos arreglos es el fado “Apelo” que empezó calmado y fue
subiendo la intensidad para finalizar en una larga nota del cantante. También
es destacable el “Fado Desconcertado”, con clara influencia de la bossa
nova, o “Algo Estranho Acontece” que tanto me recuerda a Piazzolla y su
“Libertango”. También hubo temas para deleitarse ( “Flagrante”), para hacer un guiño al Sporting y arrancar
las risas de los presentes ( “Zorro”) o para cantar a pleno pulmón toda la
plaza (“Noche de Ronda” o “Cielito Lindo”).
António Zambujo preguntó al público si se entiende lo que canta y las
respuestas estaban bastante divididas: unos decían que sí, y otros que no pero
que les daba igual. Cierto es que el portugués se capta a grosso modo pero para
entender las sutilezas de sus historias románticas, amores perdidos,
sensaciones de soledad, etc., hay que dominar la lengua y el google translate
aún está en pañales. En lo que no estaban divididas las opiniones del público
era en lo agradable que suena la música de Zambujo y en lo bonita que es su
voz. Y eso que dicen que el fado es cosa triste, sin embargo, el público se
marchó muy alegre tras haber disfrutado de este gran concierto.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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