martes, 18 de julio de 2017

Hamlet, sin evolución



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Hamlet, Concierto de la Semana Negra. 14 de julio

La banda de metal Hamlet era el cartel más destacado de los conciertos de la Semana Negra, en su XXX edición. Llegaron a Gijón y convencieron a una parte del público que buscaba ese sonido pesado y contundente,  a base de afinaciones alternativas por debajo del estándar, para dislocar sus cuellos y bailar el pogo.

Comenzaron con “Vivo en él”, un tema del 2002 en la línea del groove metal y reeditado en el 2014, en el que podemos apreciar que el cantante se deja la garganta pero no se oye lo suficiente. Varios temas de su último álbum “La ira” y otros tantos de sus once discos anteriores eran interpretados por los cinco componentes de una banda que logra mantenerse en el tiempo pero que no evoluciona, quizás por falta de variedad en los riffs de las guitarras y solos bien ejecutados. 

Por otro lado, la presión sonora estaba bastante lograda, no así los niveles de los distintos instrumentos: la guitarra Les Paul estaba demasiado alta, devorando al resto de la banda y la voz, por mucho que se esforzaba, no llegaba con claridad ni a las primeras filas.  Una lástima porque está claro que J. Molly, fundador de Hamlet, es el pilar fundamental de una banda que ha sabido sobrevivir tres décadas, que se dice pronto. El cantante, conocido fuera de las fronteras del metal por ser el ex de la famosa Pilar Rubio, se mueve por el escenario con la misma energía que  hace treinta años, dejándose la piel y forzando las cuerdas vocales en sus alaridos guturales hasta límites peligrosos. Además de cantar la interacción con el público es constante: continuamente dando saltos, se sube y se baja del escenario, se cuelga de los andamios de las plataformas y se lamenta una y otra vez porque la valla que separa el escenario del público está demasiado alejada y limita sus interacciones con los casi mil espectadores presentes.  

Al sexto tema “Lamento”, una parte del público inició el ritual del pogo, esa frenética forma de dar saltos y entrechocar cuerpos heredada de los Sex Pistols y absorbida por los aficionados al metal más pesado.  El pogo no cesó en todo el concierto, cobrando su máximo apogeo cuando Molly se entremezcla en el círculo de los danzantes incitando al público a agacharse y a cantar “Denuncio”, uno de sus mayores éxitos. Algunos moratones se harían visibles horas después de la contienda, pero dicen que “sarna con gusto no pica”, así que todos contentos. 

El público despidió a Hamlet con una gran ovación tras el último bis “J.F.”,  y quedó con un sabor agridulce por la falta de respeto de las carpas circundantes al disparar su música enlatada a todo volumen, sin dejar concluir por completo la actuación de una banda que está tocando en directo. ¡Qué poca educación y qué mala organización! 
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España 

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