Jueves 19 Marzo, 2015.
. Concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en el Teatro Jovellanos de Gijón.
Corrado
Rovaris, Director.
Asier Polo,
Violonchelo.
El canon estético
dominante, influido por una aristocracia rígida y una burguesía incipiente que
imitaba los usos y costumbres de la
élite cortesana, dicta las leyes sobre lo
que representa el buen gusto en la etapa de Mozart. Este canon se
puede resumir en algo así como
“moderación de las pasiones”. W.A. Mozart, con solo 20 años, estaba en un momento de su vida en el que
sabía, por un lado contentar a esa élite adinerada auspiciadora del
compositor y su familia, y por otro lado
preservar cierto grado de libertad artística.
En este contexto surge la Serenata nº 6 en re mayor, conocida como
“Serenata nocturna”, una partitura en la
que lo evidente cumple los cánones estéticos más galantes y lo genial queda en un segundo plano, pero presente, sin duda. Doce años después, a
pesar de su precariedad económica el compositor se encuentra en uno de sus mejores
momentos compositivos. Así surge la
“Sinfonía nº 40 en sol menor”, que
cumple con los convencionalismos de la época y al mismo tiempo está cargada de
sutilezas orquestales y libertades armónicas (más que la anterior) que la
elevan a la categoría de obra genial. Con estas dos obras se abrió y se cerró el
concierto de la OSPA, bajo la dirección
del italiano Corrado Rovaris en el Teatro Jovellanos. Una interpretación exquisita y comedida bajo una batuta elegante y apropiada para esta música,
pues Rovaris conoce perfectamente la
obra de Mozart y su contexto histórico. La serenata podía haber transcurrido
sin la figura del director, ya que casi todo estaba en su sitio, excepto algún
desajuste en los timbales. Para la
sinfonía hizo falta una ampliación y redistribución de la orquesta y el
director se empleó más a fondo, controlando en cada momento las distintas
secciones orquestales con gestualidad abundante y precisa, para que todo
fluyera adecuadamente y así trasladar a los espectadores a la época. Yo
podía sentir la peluca empolvada encima de mi cabeza.
En medio de las dos obras de Mozart llegaba el
plato fuerte de la noche de las manos
del violonchelista Asier Polo y su esperada interpretación de la obra
“Variaciones rococó para violonchelo y orquesta”, de Chaikovski. Una obra compuesta 100 años
después de la “serenata”, con claras influencias mozartianas que representa un importante listón para los chelistas. No basta con ser bueno para franquearlo, hay que ser excelente. Asier Polo lo es y lo demostró con una
extraordinaria ejecución de las siete variaciones en su violonchelo Francesco
Rugieri, fabricado en Cremona en 1689. La interpretación de las tres últimas
variaciones dejó a más de uno sin aliento al poder comprobar de qué manera las
exigencias técnicas requeridas fueron un paseo para Asier y con qué pasión y
soltura deslizaba sus dedos por el chelo. Por su parte la OSPA, una vez más, demostró su versatilidad y su
labor de conjunto llevando todo el peso armónico y orquestal de la obra para
que el chelo pudiera “cantar” cómodamente, sobre todo por pasajes de gran precisión en cuestiones
de dinámica. Aunque el protagonismo fue para Asier Polo no quiero desperdiciar
la ocasión para aplaudir a Eva Meliskova, que supo asumir las directrices de concertino con gran profesionalidad. El
numeroso público ovacionó merecidamente a la OSPA, al director Corrado Rovaris
y principalmente a Asier Polo, por su entusiasmo, su ejecución y su buen saber
hacer.
Mar Norlander para el periódico La Nueva España.
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