Eli “Paperboy” Reed Trío. Sala Acapulco.
Un
gran dominio del registro agudo y un potente y controlado falsete definen la
voz de este artista originario de Boston que, además de cantar, toca la guitarra y la armónica a un nivel bastante aceptable. Rock and Roll al más puro estilo de Memphis,
Blues, Rythm & Blues, mucho Soul
aderezado con toques Funk y cierto aire Gospel,
un par de baladas lentas en compás ternario y alguna versión de temas del mítico James Brown, forman el grueso del repertorio que pudimos
escuchar en la sala Acapulco, de la mano
de Eli “Paperboy” Reed, junto con Jacke Leckie (contrabajista) y Eli Keszler
(batería). Están de gira por España durante el mes de marzo,
presentando su 'Walkin & Talkin 10th Anniversary Tour', para celebrar el décimo
aniversario de su primer disco.
Buen
sonido, buenos instrumentistas, una voz portentosa y grandes dosis de empatía con el público. Con todo esto me estaba aburriendo. No estaba escuchando
nada diferente a lo que en ocasiones pasa por la sala Savoy de Gijón. El grupo
telonero tampoco supo crear el clima necesario para entrar en calor, pecando de falta de ensayo y de abuso de temas
lentos y medio tempo. Así que dudaba entre irme y no escribir nada sobre el
concierto o quedarme hasta el final para ver qué pasaba. Opté por lo último y acerté.
El
cantante se desprende de su guitarra y
de su chaqueta. Tras dar un golpe fortuito al micrófono la voz de Eli se queda en silencio. Intenta
ajustar el cable pero el micro no
responde. Es el momento estelar de su actuación en la que hace una demostración
de sus grandes dotes vocales, con quiebros y desgarros en el falsete más agudo,
en un homenaje a James Brown. Lejos de
achicarse, retirarse y esperar a que los técnicos solucionen el problema se arma de coraje y decide continuar, a capella. El público más afín sabe valorar el esfuerzo,
pues el techo de la sala es bajo y totalmente plano, por lo que no favorece la
proyección de la voz sin amplificar, así que
pide a los demás asistentes, “silencio, por favor”. Eli “Paperboy” Reed continúa, dejándose el
hígado en cada gesto, en cada palabra y
en cada frase (incluyendo la pose de
rodillas y los manotazos en el suelo), hasta lograr el delirio del público que
supo apreciar la energía, el valor y el desgaste
de sus cuerdas vocales. El micrófono fue sustituido y pudimos volver a escuchar
la voz a pleno rendimiento.
Estamos
hablando de arte, por lo tanto no basta
solo con cantar o tocar bien, lo que
esperamos y apreciamos de un artista es
que se deje el alma en el escenario.
Así lo hizo, y así se lo agradeció el público con aplausos muy sonados y
pidiendo un par de bises para no dejar de
bailar y cantar al ritmo que marcaba Eli “Paperboy” Reed Trío.
Mar
Norlander para el periódico LA NUEVA ESPAÑA.
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