Teatro Jovellanos, viernes 4 de mayo, 2018.
Pastora Soler es un
buen ejemplo de cantantes con una inmensa voz y con un repertorio a sus
espaldas rozando la mediocridad, salvo algunas excepciones. También está en ese grupo de artistas que
consiguen la fama gracias a algunos lamentables hits que se cuelan en la Radio
Fórmula y taladran nuestros oídos día tras día, hasta que consiguen alojarse
definitivamente en algún rincón del cerebro y ya no se pueden olvidar. “Gusanos
cerebrales” es el término que utiliza el neurólogo y divulgador científico Oliver
Sacks en su libro “Musicofilia” para designar este fenómeno. Prueba de ello es
la rumba machacona “Dámela ya” o el ortopédico “Corazón congelado”: quién no
conoce estas dos canciones insufribles salvadas por los pelos gracias a la
potencia y la gran técnica de la cantante.
Para más inri estos artistas se sienten obligados (o eso creen) a cantar
una y otra vez esas canciones, porque consideran que si no lo hacen el público
no queda contento. Y en cada concierto alternan esos horribles temas con el
nuevo repertorio que, probablemente, haya alcanzado cierta madurez y haya
evolucionado por otros derroteros, dando como resultado una mezcla
extraña.
Después de un largo
tiempo de parón profesional, más que comentado en los medios de comunicación,
Pastora Soler vuelve a subirse a los escenarios con las pilas cargadas y
dispuesta a ofrecer lo mejor de sí misma, en esta ocasión en el Teatro
Jovellanos con las entradas agotadas. Con todas las luces apagadas y en
silencio tardó un par de minutos en
salir, creando así más expectación. Los primeros temas sirvieron para calentar
su voz que iba ganando cuerpo y potencia poco a poco. Después de algunos hits
cantó la rumba “Será mejor volver” y los músicos se quedaron en el escenario
exhibiendo sus cualidades técnicas. Una buena banda en la que destaca
sobremanera el pianista Alberto Miras y el guitarra Pepe Pulido.
Después del cambio
de vestuario -tradicional en las cantantes de copla- quedaba por llegar lo más
interesante de la noche: una preciosa balada de Alejandro Martínez, con un
arreglo de piano sublime y una voz espectacular fue el punto de partida, al que
seguiría “Solo tú”. La voz crecía y crecía ganando cuerpo y solidez. Tremenda
la garra que le puso al cantar las coplas “Y sin embargo te quiero”, con guiños
al tango y “Me embrujaste”, logrando poner a todo el público en pie. También es muy guapo el arreglo de la
guitarra de Pepe Pulido en flamenco-fusión del tema “Qué no daría yo”, en el
que Pastora demostró su potencia cantando a capella. No podía faltar el famoso
tema de Eurovisión “Quédate conmigo” que cantó de manera espectacular, y para
despedir “Invencible”, lleno de mensajes positivos y de afán de superación.
Dentro de su nuevo disco “La Calma” hay
canciones que merecen la pena, como su éxito “La Tormenta”, que sí daría gusto
escuchar en cada concierto. Esperemos que siga creciendo y sea capaz de soltar
lastre, desprendiéndose de esos hits mediocres que no le hacen justicia y que
forman una mezcolanza extraña en su repertorio, porque muy grande es la voz de
Pastora Soler y escucharla en directo es impactante.
Crítica de Mar Norlander para La Nueva España
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