Festival Tsunami Xixón. Teatro de la Laboral, sábado, 3 de
agosto
El Tsunami ha llegado para
quedarse y la clausura de esta tercera edición con todo vendido es una buena
muestra de ello. Este festival es capaz de atraer a multitudes -8.000 aprox.-,
de muy diversas edades y culturas, desde perroflautas hasta pijos progre,
pasando por una buena representación de “los del montón”, viejos roqueros, punkarras,
reivindicativos sociales o políticos, etc., cuyo objetivo común es escuchar a
algunas de sus bandas favoritas, beber alcohol y pasárselo bien. Pues bien, que
toda esta masa de gente pueda convivir durante dos días sin que se produzcan
altercados se debe a dos cosas: la primera, una buena organización por parte de
la directiva del evento y la segunda que, por el hecho de llevar tatuajes, pelo
largo o ponerse camisetas agresivas no significa que sean delincuentes. Por lo
tanto, todas estas protestas que ha habido meses atrás por parte de un sector
de la población, con intención de cargarse el festival es una muestra de los
prejuicios que tiene cierto sector de la sociedad ante estéticas más agresivas
y diferentes al establishment.
En cuanto a la musical, creo que
en esta edición se ha bajado un poco el nivel que veníamos manteniendo en las
dos anteriores ediciones, aunque hayan conseguido traer otra vez a The
Offspring. Con mucho postureo y poca calidad sonora tuvo su actuación la banda
salmantina “El Altar del Holocausto”. La M.O.D.A., acrónimo de La Mavarillosa
Orquesta Del Alcohol, fue la atracción para el público menos adicto a la
distorsión y el doble bombo. El uso de instrumentos tradicionales (acordeón,
banjo, saxo tenor, mandolina…), junto con la guitarra, bajo y batería aportan
un colorido diferente. Tienen algunas letras que merecen la pena y, sobre todo,
un potente directo que, por suerte, se aleja mucho de sus grabaciones. Se
notaba que estaban muy motivados y fueron capaces de atrapar a muchos poco
afines a la banda.
Tras la actuación de los suecos “No Fun at
All”, que no aportaron nada salvo algunos vertiginosos solos de guitarra,
pudimos ver en el escenario grande a los navarros Berri Txarrak (Malas
Noticias), que no estuvieron a la altura de su concierto del 2017. Este grupo
mueve mucho público y es uno de los referentes del panorama nacional en el
estilo, sin embargo, su actuación pecó de una presión sonora rozando el límite
de lo molesto, con una reverberación descomunal y una ecualización sucia. Maravillosamente
bien sonó la grabación del “O bla di o bla da” cuando los Berri Txarrak
concluyeron y bajaron el fader de la mesa de sonido del directo. El público
vibró entonando a los Beatles.
Una de las actuaciones más
esperadas era la de la banda británica “Kaiser Chiefs”, que acaban de presentar
su nuevo disco “Duck”. De este disco pudimos escuchar algunos temas como
“Golden Oldies” que en directo suena potente y no tan blandengue como en el
disco. También sonaron clásicos como “Na na na na naa”, con el que calentaron
al público hasta llegar al éxito de “Ruby”, donde el desmadre ya fue
considerado. Tienen un repertorio heterogéneo y algunos temas no acababan de
encajar en un festival como este, sin embargo, muy mencionable la labor del
cantante Ricky Wilson, que defiende cada tema con mucho sudor.
Para concluir la noche y el
festival, los anárquicos californianos NOFX. Siguiendo en su línea hablan más
que cantan, se interrumpen unos a otros y sus canciones no dejan de ser básicas
e intercambiables como cromos con Green Day o The Offspring. Como peculiaridad
es de agradecer la armonización de voces que aportan a temas tan básicos.
En definitiva, un festival que
concluye su tercera edición consagrándose como referente en la escena
internacional del género, con un altísimo nivel de organización, pero, en
cuanto a lo musical, este Tsunami ha perdido algo de fuerza.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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