El insoportable
calor y la mala acústica fueron los causantes de que India Martínez no brillara
en Gijón
Concierto de
India Martínez en la Sala Acapulco de Gijón. Sábado 27 de mayo.
Decepcionante. Creo que es el adjetivo más adecuado para
calificar el esperado concierto de India Martínez en Gijón. La vertiginosa trayectoria cargada de premios -entre ellos
un Grammy latino-, que ha conseguido la cantante andaluza en los últimos años
prometía arrasar con su “Tour secreto”, pero no fue así. Con todas las entradas
vendidas el público abarrotó una sala en la que hacía un calor insoportable,
aunque muy adecuado para hacer buena caja a base de bebidas refrescantes, eso
sí. Y si el aire acondicionado brilló por su ausencia la calidad del sonido más
de lo mismo.
Intuimos que comenzó con “La última vez”, un tema que forma
parte de su último disco “Te cuento un secreto”. Y digo “intuimos” porque
apenas se oía la voz ni la instrumentación, tan sólo quedaba algo definida la
batería. “Vamos a tomarlo con calma”, me decía, a sabiendas de que la acústica
de la sala Acapulco suele dar bastantes problemas y en la mayoría de los
conciertos, poco a poco los técnicos de sonido consiguen equilibrar los
volúmenes y la ecualización para que suene dignamente.
India Martínez saludó y entonó “Ángel”, también del último
álbum, con el que siente la misma libertad que cuando se tiró en paracaídas
hace unos meses, según nos cuenta. Y así, tema tras tema, fue desgranando sus
últimas canciones, alternando con algunos hits famosos de su anterior
discografía. El público soportaba heroicamente el calor y cantaba los
estribillos a pleno pulmón. De principio a fin entonaron temas como
“Vencer al amor” o el gran éxito a dúo con David Bisbal “Olvidé respirar”, para
el que la cantante pidió a los fans que iluminaran la sala con sus móviles
“como si fueran estrellas”. Un recurso muy utilizado en los conciertos de
música pop. Rescató de su álbum “Otras variedades” el famoso “Hoy”, tema pop
que finaliza con un cambio acentuado de ritmo para lucimiento del pianista y
director musical, Antonio Bejarano, al marcarse un interesante tumbao de salsa.
El guitarrista Álvaro Ruiz se lució en el nostálgico “Todo no es casualidad”,
con un buen solo de guitarra cargado de virtuosismo e intensidad, desembocando
en un clímax hacia el agudo explosivo. No brilló todo lo deseado porque el
volumen seguía incomprensiblemente bajo. Yo no dejaba de observar al técnico de
sonido para ver qué hacía, pero él simplemente se limitaba a seguir el guión
marcado y activar los programas de su mesa digital al inicio de cada tema.
Ninguna intención de adaptarse al recinto.
Por su parte, la cantante hizo alardes de su
buena técnica vocal haciendo uso de fraseos largos, sin tomar aire, cargados de
giros flamencos con una afinación muy precisa. Lo mejor de toda la noche
fue el final cuando el público reclamaba más y más. Fue lo mejor porque
se entregó de verdad cantando a capella y sin micrófono varias estrofas de
temas clásicos de copla, y también fue lo mejor porque sabíamos que faltaba
poco para poder huir de aquel calor y, por fin, respirar. En definitiva, el
concierto defraudó bastante, así que esperamos tener mejor ocasión para
escuchar el trabajo de una artista que muestra un plus de sensibilidad y de
elegancia en sus discos de estudio.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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