MANDO DIAO. Sala Albéniz, 23 de febrero.
Cita ineludible con
“Mando Diao” en la sala Albéniz para escuchar su último trabajo “Good Times”,
noveno disco de la banda sueca que agota las entradas en cuanto asoma el
cartel. Las críticas habían sido duras -conste que no comparto ese punto de
vista-, con su anterior trabajo en inglés “Ælita', por haberse alejado de su
esencia roquera y apostar por la proliferación de la electrónica y los sonidos
de sintetizadores. Con otro disco posterior cantado en sueco y la fuga de un
pilar de la banda, retoman ahora ese sonido de garaje sesentero más crudo y
desenfadado con el que se consolidan como uno de los grupos más punteros del
género. Y merecido lo tienen.
De teloneros OBGMs: una banda de punk rock
canadiense que aporta un timbre particular por la variedad de sonidos lead con
el sintetizador muy estilo Moog. Unos
minutos para el cambio y suenan los redobles de “Il Mercenario” de Ennio
Morricone mientras “Mando Diao” se
parapeta detrás de los instrumentos para asaltar nuestros oídos con las
guitarras de “San Francisco Bay”, uno de sus grandes éxitos. Llegó “All the
Things”, de su nuevo disco y el público ya se la sabía, aunque no tanto
como “White Wall” y su estribillo “La la teacher my, la la teacher for
you”. Y es que esta banda tiene un
especial talento para componer melodías que suenan frescas y pegadizas a más no poder. Debe ser cosa de los suecos.
La temperatura de
la sala iba in crescendo en todos los sentidos a base de los nuevos temas de
“Good Times” y de grandes canciones de la banda cantadas por un descamisado
Björn Dixgard, con su peculiar timbre ronco a medio camino entre Rod Steward
(me acuerdo de él cuando cantan “Shake”)
y Sergio Dalma (de este último me refiero al timbre no a su forma
hortera de cantar). Hacía cada vez más calor y el público entregado
coreaba temas como “Mr Moon”, “Voices on
the Radio” o la famosa “Gloria” dedicada a alguna Gloria gijonesa. Tema tras
tema Björn acusaba más ronquera, si cabe.
Pero no por ello escatimó frase alguna y se entregó a tope hasta los
bises. El primero “Shake” y para finalizar todos bailando al ritmo de “Dance
with Somebody”, un temazo que desató la locura en la sala Albéniz. Con la adrenalina por las nubes desalojamos
la sala coreando en nuestras cabezas el estribillo, con la sensación de haber
sido protagonistas de un gran concierto ofrecido por esta talentosa banda
sueca. Para repetir.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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