Marilia Andrés, III Festival de Cortometrajes de Gijón.
Amistades Peligrosas, sala Acapulco del Casino de Asturias.
Viernes 13 de
octubre de 2017.
La nostalgia de los
años noventa llegó a Gijón el viernes por
distintos motivos, atrayendo a dos artistas que en su día coparon las listas de
éxitos junto a sus respectivos parteners y que cada una de ellas intenta abrirse
camino, bien en solitario o bien con nuevo acompañante, pero sin dejar atrás su
pasado.
Por un lado Marilia
Andrés, la voz grave de aquellas dos chicas que se negaban a ser “mujer
florero” y se preguntaban “Cómo repartimos los amigos” tras una
separación. La ex “Ella baila sola” era
la estrella invitada al III Festival de Cortometrajes “Con otra mirada”, que
tenía su cita en el Ateneo de la Calzada. Con el recinto lleno ofreció un breve
concierto en acústico con canciones archiconocidas de su repertorio de “Ella
baila sola” y alguna pincelada de su carrera en solitario, incluido algún tema
de su nuevo disco “Infinito”. En cuanto
a lo musical nada nuevo y nada que pueda pasar a la posteridad, según mi
criterio. Sin embargo hay una cosa que me
encanta de Marilia y es su dicción: articula cada sílaba a la perfección para
que se entienda perfectamente cada palabra y eso es de agradecer en los tiempos
que corren.
La sala Acapulco
consiguió reunir a poco más de un centenar de nostálgicos para escuchar grandes
éxitos de “Amistades Peligrosas”, aquel dúo formado por Cristina del Valle y
Alberto Comesaña que saltaron a la fama por sus letras de denuncia social y su
puesta en escena con bailes cargados de erotismo. La asturiana Cristina del
Valle conserva el nombre del dúo, conserva sus canciones y la capacidad para crear nuevas letras
punzantes para su nueva andadura, con la colaboración del cantante y compositor
Marcos Rodríguez. Los dos, junto con tres músicos acompañantes y un diván en el
escenario para escenificar sus números morbosos, consiguieron transmitir a sus
incondicionales fans el buen feeling que hay entre ellos y las ganas que tienen
de contar cosas nuevas, sin olvidar los
éxitos pasados. También estuvo presente la cantante Anabel Santiago, que fue la encargada de
desenterrar las raíces asturianas y teñir la sala de emoción entonando “Santa
Bárbara Bendita” y “Chalaneru”. Las lágrimas se apoderaron de la voz de
Cristina y a duras penas era capaz de terminar los versos del “Chalaneru”.
Puede que no siempre
hagan buenas canciones o que los arreglos musicales y la instrumentación no
estén a la altura de las letras, como ocurrió en este concierto, sin embargo
Cristina del Valle es una mujer muy comprometida con los problemas sociales,
entrañable, cercana y con un discurso encima del escenario que hace que merezca
la pena seguir su trayectoria, bien sea acompañada o bien sea bailando sola.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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