martes, 2 de junio de 2015

Lylia Zilberstein y la OSPA, talento y firmeza.



Concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Teatro Jovellanos, jueves 28 de mayo.
Lylia Zilberstein, piano
Rossen Milanov, director

Ejecución brillante y perfecta. Así interpreta la pianista rusa Lylia Zilberstein el Concierto para piano nº 3 en Do mayor op. 26,  de su compatriota Sergei Prokofiev.  Los tres movimientos de que consta la obra fueron transcurriendo  con una seguridad y una delicadeza exquisita, sumergiendo al público en sonoridades clásicas y románticas salpicadas de disonancias propias de principios del siglo XX. 
Un gusto escuchar a Lylia tocar y un placer poder ver el movimiento de sus manos  bailando por encima de las teclas como si fueran una prolongación de sus dedos. Su forma de sentir y de interpretar este concierto mucho me recuerda a Martha Argerich y su grabación para el sello “Deutsche Gramophon”, principalmente en las dinámicas, la agógica, la expresividad y su elección de las líneas a destacar. No es de extrañar, pues las dos grandes pianistas han compartido muchas veces escenario interpretando fantásticos dúos.
La composición de Prokofiev mantiene una relación entre el piano y la orquesta muy equilibrada a lo largo de los tres movimientos, de tal manera que la función de acompañamiento tiene gran peso orquestal, a diferencia de otros conciertos. A la altura del talento de la pianista se mantuvo en todo momento la OSPA, bajo la dirección de Rossen Milanov, produciendo un continuo diálogo con el piano desde el andante del primer movimiento hasta la brillante y explosiva coda con que finaliza el tercer movimiento, cerrando en un tutti fortíssimo.  Destacable es la ejecución de toda la obra por parte de todos los componentes de cada sección. Todo estaba en su medida y su sitio preciso, siendo  lo más brillante la cuarta variación del segundo movimiento, por su complejidad rítmica y melódica. Lo único que no estuvo a la altura de la música fue el escaso entusiasmo del público.  Aplaudieron, sí, pero sin hacerse daño en las muñecas, no vaya a ser.


Tras la pausa oportuna para la retirada del piano llegó “Una vida de héroe”, el último poema sinfónico de carácter autobiográfico escrito por Richard Strauss, estructurado en seis partes sin interrupción. Comienza en Mi b como la “Eroica” de Beethoven,  pues Strauss aglutina  en este poema mucho de su pasado vital y musical, donde lucha contra los obstáculos (entre ellos la crítica) para salir triunfante. El “héroe” se presentó firme a cargo de las maderas y la cuerda grave, dando paso a “los adversarios del héroe”.  Una parte técnicamente más compleja que la OSPA solventó sin problemas.  Llegó el turno para el lucimiento del concertino Alexander Vasiliev, que supo captar y transmitir la sensibilidad requerida por el compositor para representar el papel femenino de “la compañera del héroe”.  Estamos a finales del siglo XIX así que no hay otra posible visión del carácter femenino. Una ejecución de gran calidad por parte del violín en diálogo amoroso con la orquesta para dar paso al desarrollo en “el campo de batalla”.  Un  leitmotiv tras otro, dieron vida al poema sinfónico cargado de pasajes de lirismo propio del romanticismo entremezclados con derroches de vitalidad y disonancias que engrandecen la armonía y auguran la ruptura de la tonalidad.  También encontramos citas de sus obras más conocidas.  Fue en el acorde final de la cita del poema “Así habló Zaratustra” donde la orquesta tuvo un pequeño desliz en algún instrumento.  El resto de la obra impecable, como siempre por parte de la OSPA. 
Crítica de Mar Norlander para el periódico La Nueva España. 

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