Portico Quartet. Festival de Jazz de Gijón. Teatro Jovellanos, viernes 9 de noviembre.
Portico Quartet es una propuesta diferente para un festival de jazz como el de Gijón,
sin embargo, necesaria para romper barreras y salir del estancamiento. La taquilla del teatro Jovellanos no logró atraer a los más puristas del jazz y se quedó con media butaca. Éramos pocos pero disfrutamos de un concierto tocado por buenos músicos, capaces de recrear los oídos con sonoridades exquisitas. Esta banda británica lleva más de una década explorando y creando atmósferas sonoras que bien podrían haber encajado en el Festival Internacional de Creación Audiovisual de Gijón (L.E.V.), pero que también encajan en un festival de jazz por la creatividad y por la técnica improvisada de cada uno de sus componentes.
Abrieron con “Double Space”, un tema que comienza con notas tenidas en el contrabajo tipo silent en las manos de Milo Fitzpatrick, al que se sumó rápidamente una capa sonora a base de platos del batería y líder Duncan Bellamy. Jack Wyllie, con una gran dosis de reverberación en el saxo soprano, aportaba las frecuencias agudas con arpegios y melodías abiertas. Para completar el cuarteto se sumaron los teclados de Keir Vine, sumergiéndonos en un ambiente a medio camino entre Brian Eno y las últimas tendencias de Hans Zimmer con sus creaciones para la trilogía de Batman. De hecho, algunos pasajes recordaban al tema “Why so serious?”, tema leitmotiv del “Joker” en la primera entrega de Christopher Nolan.
Una de las características del sonido de este cuarteto es la utilización del Hang Drum, ese instrumento de percusión suizo tan cotizado por su capacidad hipnótica -y difícil de adquirir, salvo imitaciones-, que se suele tocar golpeando con los dedos en las hendiduras afinadas en escalas no cromáticas, pero Keir Vine lo hace con las mazas y da un peculiar sonido. Varios temas como “Current History”, “Isla” o “A Luminous Beam” impactaron por la buena técnica de los cuatro músicos, por la sonoridad de los dos Hang, por los cambios de dinámica tan bruscos, por los juegos con las panorámicas en el estéreo o las creaciones de loops y las manipulaciones del sonido en directo. Pero lo más destacable de la banda son las polirritmias con las que juega el batería: virtuosismo exquisito y matices extraordinarios lo convierten en el mejor músico de la banda.
El poco público presente agradeció la experiencia sonora al cuarteto con una gran ovación y “Portico Quartet” dejó para el bis “Clipper or line”, un tema de lucimiento de los cuatro músicos que demuestran tener una gran técnica y una capacidad creativa, que parte del jazz y abarca una paleta sonora difícil de enmarcar en un solo estilo.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España
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