Concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA).
Teatro Jovellanos, jueves 28 de mayo.
Lylia Zilberstein, piano
Rossen Milanov, director
Ejecución brillante y perfecta. Así interpreta la pianista rusa Lylia Zilberstein
el Concierto para piano nº 3 en Do mayor op. 26, de su compatriota Sergei Prokofiev. Los tres movimientos de que consta la obra
fueron transcurriendo con una seguridad
y una delicadeza exquisita, sumergiendo al público en sonoridades clásicas y
románticas salpicadas de disonancias propias de principios del siglo XX.
Un gusto escuchar a Lylia tocar y un placer poder ver el movimiento de sus
manos bailando por encima de las teclas
como si fueran una prolongación de sus dedos. Su forma de sentir y de
interpretar este concierto mucho me recuerda a Martha Argerich y su grabación
para el sello “Deutsche Gramophon”, principalmente en las dinámicas, la
agógica, la expresividad y su elección de las líneas a destacar. No es de
extrañar, pues las dos grandes pianistas han compartido muchas veces escenario
interpretando fantásticos dúos.
La composición de Prokofiev mantiene una relación entre el piano y la
orquesta muy equilibrada a lo largo de los tres movimientos, de tal manera que
la función de acompañamiento tiene gran peso orquestal, a diferencia de otros
conciertos. A la altura del talento de la pianista se mantuvo en todo momento
la OSPA, bajo la dirección de Rossen Milanov, produciendo un continuo diálogo
con el piano desde el andante del primer movimiento hasta la brillante y
explosiva coda con que finaliza el tercer movimiento, cerrando en un tutti
fortíssimo. Destacable es la ejecución
de toda la obra por parte de todos los componentes de cada sección. Todo estaba
en su medida y su sitio preciso, siendo
lo más brillante la cuarta variación del segundo movimiento, por su
complejidad rítmica y melódica. Lo único que no estuvo a la altura de la música
fue el escaso entusiasmo del público. Aplaudieron,
sí, pero sin hacerse daño en las muñecas, no vaya a ser.
Tras la pausa oportuna para la retirada del piano llegó “Una vida de
héroe”, el último poema sinfónico de carácter autobiográfico escrito por
Richard Strauss, estructurado en seis partes sin interrupción. Comienza en Mi b
como la “Eroica” de Beethoven, pues
Strauss aglutina en este poema mucho de
su pasado vital y musical, donde lucha contra los obstáculos (entre ellos la
crítica) para salir triunfante. El “héroe” se presentó firme a cargo de las
maderas y la cuerda grave, dando paso a “los adversarios del héroe”. Una parte técnicamente más compleja que la
OSPA solventó sin problemas. Llegó el
turno para el lucimiento del concertino Alexander Vasiliev, que supo captar y
transmitir la sensibilidad requerida por el compositor para representar el
papel femenino de “la compañera del héroe”.
Estamos a finales del siglo XIX así que no hay otra posible visión del
carácter femenino. Una ejecución de gran calidad por parte del violín en
diálogo amoroso con la orquesta para dar paso al desarrollo en “el campo de
batalla”. Un leitmotiv tras otro, dieron vida al poema
sinfónico cargado de pasajes de lirismo propio del romanticismo entremezclados
con derroches de vitalidad y disonancias que engrandecen la armonía y auguran
la ruptura de la tonalidad. También
encontramos citas de sus obras más conocidas.
Fue en el acorde final de la cita del poema “Así habló Zaratustra” donde
la orquesta tuvo un pequeño desliz en algún instrumento. El resto de la obra impecable, como siempre
por parte de la OSPA.
Crítica de Mar Norlander para el periódico La Nueva España.
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